23 Mayo 2013
RÁPIDO ACCIONAR. Sergio, de 26 años, que pidió que no se publique su apellido, dijo estar reconfortado. LA GACETA / FOTO DE ENRIQUE GALINDEZ
Lleva cuatro años trabajando en la Policía y asegura que su mayor satisfacción es ayudar a la gente. "Es mi trabajo y para eso me pagan", les contestó el lunes a dos mujeres que querían invitarlo a comer un asado a modo de agradecimiento por haberlas defendido de un asalto y atrapado al delincuente, que terminó baleado en el hospital.
Se trata del agente Sergio (pidió preservar su apellido), que tiene 26 años y presta servicio en una dependencia de la capital. Fue pura casualidad que el lunes a la noche haya circulado por Banda del Río Salí, donde se produjo el hecho delictivo. Sergio guiaba su moto particular por calle San Martín y, antes de llegar al pasaje Los Andes, observó a un individuo que apuntaba con un arma a dos mujeres. Un cómplice lo esperaba algunos metros más adelante en una moto, listo para huir.
"¡Viene la Policía!", gritó el compañero al reconocer el uniforme de Sergio, que había reducido la velocidad y estaba por estacionar. En ese instante, el ladrón agarró los celulares de las víctimas y comenzó a correr hacia la moto. El agente dio la voz de alto desde la mitad de la calle, pero el delincuente respondió apuntándole con un arma.
"En ese momento considero que las víctimas todavía corrían peligro y hago dos disparos intimidatorios al piso, pero aparentemente uno de esos disparos rebotó y le dio en la pierna; ahí cae y tira la pistola", recuerda el uniformado. Mientras el cómplice huía en la moto, Sergio esposaba al ladrón abatido y pedía colaboración a la comisaría local. Las dos mujeres estaban mudas de miedo. El agente revisó la pistola del delincuente, que estaba cargada con cuatro cartuchos.
Al llegar a la comisaría, los familiares del individuo se acercaron a protestar por su aprehensión. Fuentes extraoficiales aseguraron a LA GACETA que un hermano y el padre del delincuente pertenecen a la Policía y exigían que lo liberaran.
Cuestionamientos
Una pregunta quedó dando vueltas en la cabeza de Sergio: "¿qué pasaba si el delincuente disparaba primero?". Y la respuesta lo condujo a otra reflexión. "Lo primero que nos juega en contra a nosotros los policías son las leyes, la propia justicia. Esta vez he tenido la suerte de que no le ocasioné un daño importante (al delincuente), pero otros compañeros terminaron aprehendidos por situaciones similares", reniega.
En ese sentido, remarca que en la fuerza "hay gente que se juega la vida" ante determinadas situaciones. "No me puedo exponer a que él dispare primero para recién devolverle la agresión. ¿Y si el otro tiene más suerte y mata al policía, como ya ha pasado con varios compañeros?".
Pese a todos esos cuestionamientos, Sergio se siente reconfortado por haber obrado a favor de esas dos mujeres, a quienes ni siquiera conocía. "Ellas me dieron las gracias y para mí eso es más que suficiente".
Se trata del agente Sergio (pidió preservar su apellido), que tiene 26 años y presta servicio en una dependencia de la capital. Fue pura casualidad que el lunes a la noche haya circulado por Banda del Río Salí, donde se produjo el hecho delictivo. Sergio guiaba su moto particular por calle San Martín y, antes de llegar al pasaje Los Andes, observó a un individuo que apuntaba con un arma a dos mujeres. Un cómplice lo esperaba algunos metros más adelante en una moto, listo para huir.
"¡Viene la Policía!", gritó el compañero al reconocer el uniforme de Sergio, que había reducido la velocidad y estaba por estacionar. En ese instante, el ladrón agarró los celulares de las víctimas y comenzó a correr hacia la moto. El agente dio la voz de alto desde la mitad de la calle, pero el delincuente respondió apuntándole con un arma.
"En ese momento considero que las víctimas todavía corrían peligro y hago dos disparos intimidatorios al piso, pero aparentemente uno de esos disparos rebotó y le dio en la pierna; ahí cae y tira la pistola", recuerda el uniformado. Mientras el cómplice huía en la moto, Sergio esposaba al ladrón abatido y pedía colaboración a la comisaría local. Las dos mujeres estaban mudas de miedo. El agente revisó la pistola del delincuente, que estaba cargada con cuatro cartuchos.
Al llegar a la comisaría, los familiares del individuo se acercaron a protestar por su aprehensión. Fuentes extraoficiales aseguraron a LA GACETA que un hermano y el padre del delincuente pertenecen a la Policía y exigían que lo liberaran.
Cuestionamientos
Una pregunta quedó dando vueltas en la cabeza de Sergio: "¿qué pasaba si el delincuente disparaba primero?". Y la respuesta lo condujo a otra reflexión. "Lo primero que nos juega en contra a nosotros los policías son las leyes, la propia justicia. Esta vez he tenido la suerte de que no le ocasioné un daño importante (al delincuente), pero otros compañeros terminaron aprehendidos por situaciones similares", reniega.
En ese sentido, remarca que en la fuerza "hay gente que se juega la vida" ante determinadas situaciones. "No me puedo exponer a que él dispare primero para recién devolverle la agresión. ¿Y si el otro tiene más suerte y mata al policía, como ya ha pasado con varios compañeros?".
Pese a todos esos cuestionamientos, Sergio se siente reconfortado por haber obrado a favor de esas dos mujeres, a quienes ni siquiera conocía. "Ellas me dieron las gracias y para mí eso es más que suficiente".
Lo más popular