Por Indalecio Francisco Sanchez
26 Junio 2013
Vivimos bajo el imperio de la noticia deseada. Aquella en la que la opinión pública quiere creer. El periodista y filósofo Miguel Wiñazki comienza con esa frase el libro "La noticia deseada: leyendas y fantasmas de la opinión pública", que escribió en 2004 para tratar de explicar, desde un abordaje propio de sus dos profesiones, por qué los argentinos deciden tomar por verdaderas cuestiones poco veraces y como no-acontecimientos hechos que efectivamente sucedieron.
En su escrito de 241 páginas, Wiñazki cita ejemplos: la probada muerte de Alfredo Yabrán, que para gran parte de la sociedad no es real (y el empresario anda por el caribe disfrutando de su fortuna), y el accidente de Carlos Menem junior (que según un colectivo imaginario fue más bien una especie de vendetta contra su padre), entre otros sucesos con documentadas pruebas de realidad (el autor las cita y revela en su publicación) y que, sin embargo, no son creíbles para lo que él denomina "tribu masiva". También cita: hay cosas que la opinión pública prefiere ignorar. Hay noticias indeseadas. Aunque sean verdaderas noticias. Y menciona el caso de los hijos de Fernando De la Rúa: estaba probado que habían incurrido en tráfico de influencias en la Universidad de Buenos Aires. Pero la impecable investigación periodística de Daniel Capalbo (Perfil) pasó desapercibida por el simple hecho de que De la Rúa era, en aquel entonces, el preferido de una amplia mayoría social que se negaba a creer que los herederos de aquel político que iba a "salvar la Argentina" eran malos. Prevaleció el mito sobre que todo se reducía a una operación mediática en contra del "bueno" de De la Rúa.
La larga explicación sobre la teoría de Wiñazki apunta a analizar hechos actuales. De Usuhaia a la Quiaca, gran parte de la "tribu masiva" cree que el portero no es el asesino de Ángeles Rawson. Es, quizás, demasiado "fácil" la resolución de un hecho aberrante. O quizás hay otros condimentos que posicionan a nuestra sociedad ante esta situación de incredulidad...
Vengamos más cerca, a Tucumán, para profundizar sobre este fenómeno de creer en lo que no existe y no depositar fe en lo que es real. Hay dos casos emblemáticos en nuestra provincia que, cualquiera sea la resolución judicial, será difícil que la "la calle" crea en otra sentencia que no sea la suya. Uno es el caso "Verón". El fantasma del clan Ale como partícipe del hecho será difícil de ahuyentar, al igual que los rumores malintencionados que involucran a Susana Trimarco en irrepetibles acontecimientos relacionados a la desaparición de su hija. La reacción social tras el fallo absolutorio de los acusados del caso "Verón" da cuenta de que -con pruebas o sin ellas- es una tarea titánica la de trocar un "fallo social".
Otro tanto sucede con el caso "Lebbos". Cualquiera sea la resolución de la Justicia, será una misión casi imposible que se exonere a los "hijos del poder" del homicidio de la joven Paulina.
Más allá de este "imperio de la noticia deseada" y de la existencia de "delirios tribales" -como cita Wiñazki-, que levantan o bajan el pulgar a personajes públicos según sus creencias no-chequeadas, la existencia de groseras fallas del Estado es la que abona el crecimiento de versiones y mitos que se ubican por encima de la realidad. ¿Por qué no avanzó antes el caso "Lebbos" o el "Verón"? ¿Qué llevó a la mala investigación de base de ambos sucesos? ¿Por qué ahora y no antes se desmintieron hipótesis? ¿Por qué ahora se indaga sobre pistas que antes desechaban? ¿Por qué casos similares (como el del profesor de tenis Pablo Aiziczon) se resolvieron con cierta rapidez y otros (como el del comerciante Jorge Armando Matteucci, encontrado muerto entre matorrales) no? ¿Se trata de homicidas más cuidadosos o de investigadores menos dedicados?
Con tantas preguntas abiertas y con un Estado que -por inacción u omisión- no transmite ni seguridad ni certezas a su tribu, la noticia deseada continuará siendo la que imponga una sensación de legalidad y sentencia ante una sociedad que se siente atropellada.