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
Cambiar las perspectivas de las cosas es levantar la vista y entender que hay un horizonte mucho más profundo del que nuestros ojos pueden ver. Tal vez así se halle la salida a una situación a la que nos enfrentamos todos en estos tiempos de tecnología y digitalización: el mal uso del celular, y el desconocimiento de cómo utilizarlo.
Quizás no haya que pensar solamente en cómo hacer para restringir el uso de celulares entre chicos y jóvenes, no sólo en centros educativos, sino también en la casa o en las calles. Tal vez haya que cambiar la mirada y pensar en cómo educar a los grandes en el uso del aparato. Porque, convengamos, los mayores también están insertos en este laberinto, sólo que expuestos a otras situaciones, que en buena parte desconocen. “Los niños son educados por lo que hace el grande y no por lo que este dice”. A esto último lo afirmó Carl Jung, considerado el padre de la psicología analítica. Y dijo otra cosa interesante, que viene al caso: “Si hay algo que queremos cambiar en el niño, primero debemos examinarlo y ver si no es algo que podría ser mejor cambiar en nosotros mismos”.
Vivimos en una sociedad que está tendiendo a que todo se haga digitalmente. Incluso está exponiendo a gente que tal vez no tiene interés, o que no puede manejar un celular o no sabe hacerlo a determinadas cosas. Y hablamos de cosas cotidianas, como un turno del PAMI, una receta médica, un trámite bancario…
Entonces, así como por un lado estamos fomentando el uso de la tecnología, por otro lado estamos reconociendo el daño que hace, por ejemplo, a niveles educativos. ¿Qué hacemos con esta contradicción?
El celular en la mano, para un niño, para un adolescente, sin supervisión adulta -y es muy difícil la supervisión adulta-, abre un escenario sumamente complicado. Sacárselo es hasta causal de reacciones no deseadas. Lo sabemos todos. Pero estamos ante una dificultad, aquí y ahora. Todos lo sabemos, y debemos encontrar soluciones. Es probable que, siguiendo el plan de cambiar de perspectiva, la mejor idea no sea decomisar la tecnología ni demonizarla, sino establecer pautas claras en su uso. Porque no se trata de volver al pasado y negarla, sino de buscar formas que nos dé lugar a relacionarnos sanamente con nuestro entorno y utilizarla para mejorar nuestra calidad de vida, evitando distracciones. Como base, definir estrategias que fomenten un uso responsable y equilibrado.
El celular en la mano, para un niño, para un adolescente, sin supervisión adulta, es como dejarlo solo en una calle a oscuras. Queda expuesto, por ejemplo, a situaciones de grooming, de pitching, a las apuestas online. Y también a trastornos de salud mental. Según especialistas en psicología, se viene registrando un incremento en este rango etario, originados por este aparato: genera insomnio, afecta las horas de sueño, aísla.
Y aquí surgen otras situaciones, con las vacaciones en pleno curso: los consumos culturales de los chicos por medio del celular y el reemplazo de otras actividades por la pantalla. Natalia Gronda, psicóloga especialista en infancias, explica con claridad las consecuencias del uso excesivo de dispositivos electrónicos en el desarrollo de los niños. “Esta práctica reduce las oportunidades de interacción social y dificulta el aprendizaje emocional. El constante uso de pantallas restringe los intereses de los niños. Si no se les ofrecen alternativas de juegos o actividades fuera de línea, pueden consolidar un estilo de vida sedentario, contribuyendo a la falta de desarrollo de habilidades motrices”, indicó. Sus dichos avalan lo que opinan y viven los profesores de las colonias de vacaciones: en los últimos años esta actividad enfrentó una baja significativa en la cantidad de niños que participan, porque prefieren quedarse en casa frente a una pantalla.
Queda expuesta entonces la preocupante situación de chicos que pierden la creatividad para jugar, correr o saltar por permanecer muchas horas frente a las pantallas. Esto dificulta también que puedan interesarse por actividades deportivas. Se trata, en definitiva, de niños con incapacidad para interpretar y expresar emociones, complicando su desarrollo social y emocional.
La Unesco dijo en un informe reciente que uno de cada cuatro países ha tomado medidas para restringir el uso del celular. El fenómeno avanza, y se relaciona con que cada día más gente se da cuenta que el celular se ha convertido en un obstáculo, en un distractor profundo, aunque pueda tener usos pedagógicos. Relacionado a esto, más allá de las iniciativas oficiales, hubo en los últimos tiempos en varias provincias, incluyendo a Tucumán, acciones de los padres, de las familias, de las escuelas y de los docentes para que los chicos optimicen su tiempo en período de clases. Pero como toda cuestión de estas características, hay que ver con el paso del tiempo qué resultados arrojará.
Vale admitirlo: todo lo relacionado con el celular está construido con una economía o con una lógica bastante alejada de lo pedagógico. Puede suceder que el docente diga que en el aparato hay un texto de estudio. Pero, con el acto de entrar y verlo, también aparecen las redes sociales, los servicios de mensajería, una publicidad irresistible. La posibilidad de distracción para un alumno es altísima. Como es altísima para los adultos.
Hay alarmas por todos lados. Esta suena fuerte: Argentinos por la Educación, con más de 200 organizaciones, lleva adelante desde 2023 una campaña de alfabetización inicial en los primeros grados de primaria. Y el programa genera datos. Como que uno de cada dos niños que cursa tercer grado no comprende lo que lee de manera acorde a su edad y a lo que corresponde según los diseños curriculares. Y al momento de ofrecer motivos, el celular usado desde temprana edad aparece como uno muy potente.
Hay países que consideran que la lectura que se hace en las pantallas es siempre de carácter oblicuo, o sea, no demasiado profunda, porque es más difícil concentrarse. Algunos, como los escandinavos -de los cuales siempre se está siguiendo su perfil educativo-, ya están volviendo al papel, en un proceso que empezó en 2024. Sí, así como se lee. De esta manera y por primera vez los chicos se encuentran con libros físicos en sus escuelas. ¿Se puede replicar en países como el nuestro? Mmmm. Para hacerlo se necesita de una inversión grande, porque antes de considerar retirar el celular, no se puede soslayar que este “soluciona” muchas cosas, pero a la vez encubre una didáctica de la pobreza. Llegado el caso de aplicar esta idea en la Argentina, con escuelas y colegios que en su mayoría no cuentan con bibliotecas bien provistas, las familias son las que tendrían que reabsorber (como era común hasta hace algunos años) el costo de los libros. Y se sabe lo que esto significa en hogares castigados por una precariedad económica persistente.
En fin, hay un debate ético en ciernes en todo el mundo sobre los avances tecnológicos y sus implicancias morales. Quedarnos rezagados podría afectar nuestro día a día y la convivencia social. Un tema sensible es que también está faltando una regulación tecnológica. Por ello, salta a la vista que establecer límites claros, apelando a perspectivas éticas diversas, se hace obligatorio. Casi tanto como que esa perspectiva sea amplia, distinta e innovadora.