"El rati horror show", la película de Enrique Piñeyro que denuncia complot policial y mala praxis judicial en la "masacre de Pompeya" de 2005, será centro de análisis hoy en la Facultad de Derecho. El mismo cineasta ha sido invitado a hablar sobre su película, en momentos en que la Justicia ha vuelto a condenar al automovilista Fernando Carrera -acusado en ese entonces de dos asaltos y de las muertes de tres peatones a los que atropelló tras haber sido baleado por la policía- a 15 años de prisión. El año pasado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación había anulado la primera condena a 30 años de prisión y había pedido un nuevo fallo.

¿Qué ocurrirá con el caso, y qué tiene que ver con Tucumán? Sobre lo primero, no se puede especular demasiado: ayer un fiscal porteño pidió agravar la pena a 15 años contra Carrera, y comienza la danza de las apelaciones: o Carrera es, como dice su defensa (y la película de Piñeyro), una víctima de la policía, que se equivocó de sospechoso, lo baleó y le armó una causa, o bien las equivocaciones de policías, fiscales y jueces son menores y no alcanzan para afectar la investigación de los hechos en su momento.

Una de las juezas de la Cámara que lo condenó por segunda vez dijo que el documental de Piñeyro debía ser considerado como una "película ficcional", pero quien haya visto el filme entiende por qué la Corte Suprema consideró arbitraria la primera sentencia: son demasiado gruesas las irregularidades policiales y judiciales, y salen a la luz con simples cotejos de filmaciones de noticieros televisivos, declaraciones de testigos y el expediente judicial.

Tucumán registra muchas historias policiales que generan tanta incertidumbre como la de Pompeya. A veces es mala instrucción policial -hace pocos días un tribunal liberó a los cuatro acusados del crimen de "Dengue" y les pidió disculpas a dos de ellos por las irregularidades cometidas por el sistema en su contra-, y otras veces se sospecha de delitos cometidos por efectivos de seguridad. De esto hay mucho para contar: los 10 policías de la Brigada Norte acusados de pedir 30.000 pesos de coima a un agricultor chaqueño se amontonan ahora en la cárcel de Villa Urquiza con los policías de la Brigada de Investigaciones de la capital acusados de sacar presos para robar en countries y de cobrar a familiares de detenidos para tener visitas íntimas en la sede de la Brigada. También están allí agentes de la seccional 4a acusados de enviar a un preso a robar, y un ex jefe de la Brigada Norte sospechoso de irregularidades en la investigación del asalto al shopping Solar del Cerro. Incluso el comisario acusado por la coima de $ 30.000 está siendo investigado por el uso de una camioneta sin patente ("melliza" de otra que circula en el sur del país) que nadie sabe cómo llegó a la comisaría de Lules, donde este jefe policial actuaba hasta hace un año.

Estamos hablando de un funcionamiento policial relajado, arbitrario, descontrolado, impune, que tiene tantas irregularidades que es arduo explicar como casos aislados. El modelo policial es por lo menos funcional a esas irregularidades y la justicia no puede frenarlo. Lo planteó el camarista Pedro Roldán Vázquez, que ha criticado la pésima instrucción policial, causante de la anulación de varios procesos penales.

El "rati horror show" se refiere a la masacre de Pompeya, pero la arbitrariedad y la falta de control a la actuación policial que allí se denuncian se parecen demasiado a los casos que escandalizaron a Tucumán y en los que la realidad es más bien una ficción de terror. La película y esos escándalos muestran que hay otra historia diferente a la oficial y que demasiado a menudo es la verdadera historia.

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