08 Diciembre 2013
UN BUEN MOTIVO PARA ESTAR FELICES. Pese al sorteo favorable, Sabella y algunos integrantes del plantel se mostraron cautos a la hora de opinar. “Todos los grupos son complicados”, advirtió Messi. DYN (ARCHIVO)
Salgamos rápido de la obviedad de que un aspirante a llevarse un Mundial debe ganarle a los mejores: sí, desde luego, pero hay que ver cuándo llegan las tenidas con los mejores, en qué instancia y, sobre todo, con qué grado de desgaste y en qué punto de cocción.
Desde esta perspectiva, el sorteo del Mundial resultó inmejorable: de entrada la Selección se moverá en la geografía que pretendía su cuerpo técnico y con tres adversarios que son accesibles y, en todo caso, al menos accesible lo enfrentará para cerrar el grupo clasificatorio, es decir, cuando sería altamente probable que el pescado grande ya estuviera vendido.
De allí la satisfacción de Alejandro Sabella, una persona que hace un culto de la sobriedad y de la moderación del optimismo. Y no se trata de que el DT sea pesimista: se trata de preferir que los manantiales del optimismo circulen hacia adentro, hacia adentro de sí mismo y hacia adentro de su grupo de colaboradores y hacia adentro del plantel, mas no tanto hacia afuera, y eso por dos razones: por una cuestión de respeto primordial y por una cuestión de superstición tácita.
Perfeccionado en la fragua de Estudiantes de La Plata, el seleccionador repele la posibilidad de dar por cosechado aquello que apenas si está en la etapa de la indispensable siembra. Y para que la Argentina debute en el Mundial faltan más de seis meses.
Pero que Sabella declare que sí, que el sorteo fue “positivo” (sic) implica un mundo. Si él dice que fue positivo quiere decir que lo considera muy positivo o, incluso más, que en su fuero íntimo danzan las avecillas de la alegría.
En una palabra: el DT debe de estar contento, por más que esto no suponga más que una esperada señal llamada a dotar a la formación del equipo de un marco de tranquilidad que no hubiera existido de haber tocado un grupo con dos rivales temibles o por lo menos muy fuertes.
Nigeria es menos respetable por presente real que por la notable evolución que experimentó en la última década del Siglo XX y en la primera década del Siglo XXI; a Bosnia, debutante en los mundiales, se le ganó con relativa sencillez no hace mucho, y sin Lionel Messi; y de Irán, qué decir, con el debido respeto salta a la vista que es el representativo más débil de cuantos formarán parte del Mundial.
De manera que disipada la escena temida de los grupos de la muerte y etcéteras, la Selección podrá caminar hacia el Mundial ajena a crispaciones y confiada en consumar el de menos a más que se corresponde con todo equipo con fundadas pretensiones.
Que el camino está allanado, es un hecho; que hay potencial como para soñar con altas cumbres, también. Eso sí: todo lo demás, incluido lo que suceda en el campo con los primeros tres obstáculos, en los papeles inferiores, y por bastante, es de momento tan inabarcable que más vale dejar que los días y los meses vayan decantando lo que sea menester.
Desde esta perspectiva, el sorteo del Mundial resultó inmejorable: de entrada la Selección se moverá en la geografía que pretendía su cuerpo técnico y con tres adversarios que son accesibles y, en todo caso, al menos accesible lo enfrentará para cerrar el grupo clasificatorio, es decir, cuando sería altamente probable que el pescado grande ya estuviera vendido.
De allí la satisfacción de Alejandro Sabella, una persona que hace un culto de la sobriedad y de la moderación del optimismo. Y no se trata de que el DT sea pesimista: se trata de preferir que los manantiales del optimismo circulen hacia adentro, hacia adentro de sí mismo y hacia adentro de su grupo de colaboradores y hacia adentro del plantel, mas no tanto hacia afuera, y eso por dos razones: por una cuestión de respeto primordial y por una cuestión de superstición tácita.
Perfeccionado en la fragua de Estudiantes de La Plata, el seleccionador repele la posibilidad de dar por cosechado aquello que apenas si está en la etapa de la indispensable siembra. Y para que la Argentina debute en el Mundial faltan más de seis meses.
Pero que Sabella declare que sí, que el sorteo fue “positivo” (sic) implica un mundo. Si él dice que fue positivo quiere decir que lo considera muy positivo o, incluso más, que en su fuero íntimo danzan las avecillas de la alegría.
En una palabra: el DT debe de estar contento, por más que esto no suponga más que una esperada señal llamada a dotar a la formación del equipo de un marco de tranquilidad que no hubiera existido de haber tocado un grupo con dos rivales temibles o por lo menos muy fuertes.
Nigeria es menos respetable por presente real que por la notable evolución que experimentó en la última década del Siglo XX y en la primera década del Siglo XXI; a Bosnia, debutante en los mundiales, se le ganó con relativa sencillez no hace mucho, y sin Lionel Messi; y de Irán, qué decir, con el debido respeto salta a la vista que es el representativo más débil de cuantos formarán parte del Mundial.
De manera que disipada la escena temida de los grupos de la muerte y etcéteras, la Selección podrá caminar hacia el Mundial ajena a crispaciones y confiada en consumar el de menos a más que se corresponde con todo equipo con fundadas pretensiones.
Que el camino está allanado, es un hecho; que hay potencial como para soñar con altas cumbres, también. Eso sí: todo lo demás, incluido lo que suceda en el campo con los primeros tres obstáculos, en los papeles inferiores, y por bastante, es de momento tan inabarcable que más vale dejar que los días y los meses vayan decantando lo que sea menester.