Mucho ruido y pocas nueces para sostener el relato

Con el relato y el peso devaluado, si la actual crisis fuese un match de boxeo, se diría que el kirchnerismo aún conserva el centro del cuadrilátero. Por Hugo E. Grimaldi - Columnista de DyN

19 Octubre 2014
BUENOS AIRES.- El pago a los fondos buitre en 2015, versión que hizo correr nada menos que el nuevo presidente del Banco Central, las especulaciones por la conformación de una nueva Corte Suprema para el año próximo o sobre aquello que queda del peronismo, que se hizo más que visible tras la muerte de Antonio Cafiero y con los módicos actos por el 17 de octubre, junto a la disputa que impuso el Gobierno por el verbo “derogar” y la aparición del patético Alex Freyre como caricatura K, la grandiosidad propagandística de la llamada “soberanía satelital” y el reposo obligatorio de la Presidenta le pusieron demasiada pimienta política a estos últimos días, aunque hechos y conjeturas poco tuvieron que ver con los verdaderos problemas de la sociedad.

Con el relato y el peso más que devaluado, si la actual crisis de la Argentina fuese un match de boxeo, ante esta enorme lista de cuestiones que parecen casi todas de tono menor si se las compara por ejemplo con la no formulación de un Programa económico, podría decirse que el kirchnerismo aún conserva el centro del cuadrilátero, pero que de contra recibe más de un zapallazo que lo hace temblar, pero que aún no alcanza para quebrarle las rodillas.

Sin embargo, es notorio que mientras los militantes del ring side (antes gorilas y hoy buitres) están viendo una pelea y los de la popular tienen una percepción diametralmente opuesta, la mayoría, a la que poco le interesa lo que pasa allá arriba, sigue corriendo detrás de la subsistencia y rezando por llegar a fin de mes, evitar que los asalten y conservar el empleo.

El punto en el cual el Gobierno se pierde es que se acabaron las vacas gordas y que ya no vale con decir que aún están a mano porque el elixir de la credibilidad del relato ya se le acabó. En un país en el que el estatismo está metido hasta la médula y donde los derechos le ganan a las obligaciones es fácil aplaudir al mecenas que otorga cuando hay y darle la espalda cuando se ha fumado los recursos. Es exactamente esto lo que hoy le pasa al kirchnerismo, tal como le sucedió a Menem en el fin de ciclo y al tándem De la Rúa-Cavallo en la explosión.

Para seguir con el símil boxístico, tras años y años de gobiernos civiles y militares que mantuvieron la misma receta, como ha sido el acostumbramiento de la sociedad al esquema de chupar siempre de la teta del Estado, una marca cultural casi de fábrica tanto como el expediente de pedalear o de no pagar las deudas y una pretensión que los políticos avalan mientras pueden ir financiando los déficits con emisión o endeudamiento, hace que la Argentina siempre esté buscando a un nuevo campeón del mundo. En paralelo, los dirigentes opositores poco hacen para demostrar que tienen la preparación o las ganas para no dejarse llevar más por la ola del no despegue y siguen apostando a la seducción de aquello que saben que quiere la gente en el corto plazo, sin atreverse a hablar en algún momento del sacrificio que se necesitaría hacer para reencauzar el rumbo. De allí, que todos se hayan enredado en la cuestión de lo que habría que reformular para seguir adelante. En verdad, la polémica por aquello que eventualmente la oposición iría a cambiar en caso de un hipotético gobierno ya tenía unos días de vigencia cuando durante la última semana el oficialismo planteó una desmesurada campaña para descalificar a la vereda de enfrente, primero a través de las tapas de los medios alineados bajo el viejo truco de “la continuidad o el precipicio”, un tema que se da siempre en tiempos electorales, tal como se ha vivido en Brasil recientemente.

La Agencia DyN había hecho un relevamiento y varios diputados de UNEN, la UCR, los massistas o el PRO ya hablaban por entonces de “revisar” algunas normas sancionadas por el kirchnerismo, como el Código Civil, la Ley de Medios o la Ley de Abastecimiento.

Recién a partir del martes, se hicieron sentir las voces kirchneristas de siempre y hasta la presidenta de la Nación jugó la carta de las cosas que hipotéticamente podrían ser cambiadas, como el eventual cese de la Asignación Universal por Hijo o la vuelta atrás de la estatización parcial de YPF o las moratorias previsionales o al eventual regreso a la jubilación privada.

En medio de la ofensiva de los políticos profesionales del kirchnerismo, apareció la estupidez de Freyre quien, por las suyas, siguió el libreto oficial de “nosotros o el caos” con un tema ultrasensible: la medicación retroviral para combatir el HIV, toda de origen importado. ”En 2016 morirá Aníbal Pachano… cuando no se entreguen más medicamentos” le gatilló por Twitter al coreógrafo, quien le había hecho un guiño al massismo.

Sin tener en cuenta que hay una Ley de la década del 90 que ampara esa cobertura y que es ahora, en estos tiempos de escasez de dólares, cuando existen otros medicamentos que esperan turno en la Aduana porque las actuales autoridades no permiten su ingreso, el mediático siguió metiéndose hasta el cuello y dejando cada vez más en off side al Gobierno.

Freyre se enredó tanto hasta que se descubrió que maneja una ONG que quería sumar 400 cargos políticos para buscar en todo el país a quienes hayan sido perseguidos por la dictadura militar por su condición sexual, en un procedimiento que siempre es sospechado por los vueltos que originan esos nombramientos. Se empeñó en desmentir que fuese funcionario, pero también se supo que es ñoqui del Senado. Pese al pelotazo en contra que le significó al Gobierno todo este episodio, el tema de la derogación de leyes siguió adelante hasta que Daniel Scioli y Julián Domínguez dieron un pequeño paso el costado que se entronca con su necesidad de estar adentro del alicaido peronismo para captar eventuales votos “K”, aunque sin mezclarse en todas esas patriadas infladas por el aparato de propaganda oficial que, para colmo, se terminan estrellando por culpa de un irresponsable como Freyre.

Lo que parece más acorde a la realidad es que la gran bronca opositora se da con las leyes sacadas a las trompadas y “sin cambiar una coma” que el kirchnerismo ha impuesto casi sin debate en estos años con el argumento numérico de las mayorías en ambas cámaras, resabio de aquel 54% que la Presidenta se resiste a perder.

Y ésta es la diferencia con respecto a Brasil, ya que en la Argentina, el proceso del mete miedo se ha adelantado no por la inminencia de las elecciones, sino porque Cristina tiene la necesidad política de demostrar que ella nunca será un “pato rengo” y de alejar de su propia cabeza el fantasma del helicóptero.

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