04 Abril 2015

Peer Meinert - Columnista de la agencia DPA

Apenas anunciaron los negociadores el éxito de las conversaciones, Barack Obama compareció en la Casa Blanca. ¿Se encuentra ante el mayor triunfo de su mandato? ¿O dejará fracasar Teherán el acuerdo en los próximos meses? Los últimos meses fueron duros para Obama, con la derrota de los demócratas en las elecciones al Senado, las disputas con Rusia, el ascenso de las milicias yihadistas. En el rostro del mandatario se percibió el alivio por el “histórico acuerdo”, pero se mostró precavido y evitó cualquier triunfalismo. Según dijo, se alcanzó un “buen acuerdo” que evitará el acceso de Irán a las armas atómicas y hará del mundo un lugar más seguro. Pero esa es sólo una cara de la moneda. El discurso de Obama estuvo repleto de fórmulas verbales condicionales, de inseguridades sobre si el régimen de Teherán mantendrá realmente su palabra, sobre si Irán está dispuesto a renunciar a sus aspiraciones a la bomba atómica. “Si Irán traiciona, el mundo lo descubrirá”, afirmó, mostrando así las dudas sobre si la República Islámica volverá como en el pasado a los trucos y engaños. Sabe que hay mucho en juego y que mientras el acuerdo definitivo no esté cerrado por completo, el diablo está en los detalles. Pero el riesgo de fracaso no está sólo en Teherán; en Washington hay sectores que no confían. Para el republicano John Boehner, líder de la Cámara de Representantes, sería “ingenuo” creer que Teherán va a abandonar su programa nuclear. Cualquier mínima inclinación al engaño podría suponer un “no” en el Congreso y una catástrofe para Obama. En los seis años de mandato, tuvo poca suerte: la reforma sanitaria no le reportó el apoyo deseado; su intento de lograr la paz en Cercano Oriente fracasó y luego llegó la disputa con Rusia por el conflicto de Ucrania. Logró un golpe de mano con el deshielo de las relaciones con Cuba, pero si el pacto con Irán llega a buen puerto, tendrá asegurado un gran lugar en la historia.

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