Marcelo Androetto - Especial para LG Deportiva
Cuando el arquero boliviano rechazó el disparo desde los 12 pasos de James Rodríguez en Barranquilla, se escuchó el primer grito de la noche en el Monumental. Enseguida sobrevino un silencio sepulcral de decepción, porque el jugador de Real Madrid la había metido de rebote.
Tanto el grito como el silencio fueron compartidos, por única vez, por los hinchas argentinos y chilenos, que estuvieron de acuerdo en algo: el triunfo de Colombia no era buena noticia. Traducido: una hora después saldrían a jugar sabiéndose momentáneamente unos fuera del Mundial, los otros en puesto de Repechaje.
Justo cuando los muchachos de José Pekerman festejaban allá, acá se prendían los grifos de agua sobre el césped (¡peligro de barro!) y comenzaba a calentarse el ambiente. “El que no salta es un traidor”, cantaban los argentinos en tácita alusión a 35 años atrás, a la Guerra de Malvinas. “Chi, Chi, Chi, le, le, le”, respondían tradicionales aquellos que conformaban un pequeño mar “rojo”.
Los chilenos madrugaron, completaron su sector cuando el resto de las tribunas todavía estaban semivacías. Los dos recientes títulos de Copa América curaron de cuajo su complejo de inferioridad futbolística. “Los problemas de la AFA, la veda de los jugadores hacia la prensa. Psicológicamente están muy presionados para el partido de hoy”, analizó Patricio, absolutamente confiado en que Chile vencería a Argentina de visitante por primera vez.
A su costado, Javier da sus razones: “nosotros somos un equipo, en Argentina juegan individualmente, cada uno para sí mismo”. Ambos coincidieron en que le temían más a Ángel Di María y su vértigo que a Lionel Messi, que con la “albiceleste” no es el de Barcelona, sentenciaron con una sonrisa con dejo burlón.
Del lado local, como siempre, “mucha familia” apoyando a la selección. O amigos que vienen con sus respectivos hijos, como Hugo y Luis, que trajeron a sus nenes, compañeros de escuela en su Villa Gesell natal. Para todos ellos, fue su primer partido oficial de Argentina en cancha. Los tres pibes -Augusto, Galo, Thiago- lucían camisetas con un solo nombre grabado sobre la espalda: Messi. Todos dijeron que ganaría Argentina, todos confiaban en la magia del 10.
Pero también tenían algunas prevenciones: Luis temía un equipo demasiado largo. Hubiera preferido a Ever Banega. Hugo aseguró que el equipo del “Patón” ganaría 3-0, pese a Gonzalo Higuaín. “Ya confié y me decepcionó”, dijo antes de ingresar al estadio. Para ese entonces, unos y otros eran un manojo de nervios.
Brasil y Paraguay le dieron una gran mano a la Argentina, que ahora se acomodó en el tercer escalón del podio, tras la 13ª fecha de las eliminatorias sudamericanas. Temprano había ganado Colombia su partido ante Bolivia. Ese triunfo le había metido presión al equipo dirigido por Edgardo Bauza, porque hasta ese momento el equipo “Cafetero” superaba al argentino. Luego, los brasileños impidieron que los uruguayos se escapen en la tabla, con un rotundo 4-1 en Montevideo. Al mismo tiempo, los “Guaraníes” hacían su aporte: vencían 2-1 a Ecuador, y así evitaban que estos lleguen a 24 puntos, lo que hubiese implicado que superen a la Argentina. Más tarde jugaron Venezuela y Perú; y aunque el resultado no afectaba a nuestra selección, bien vino el empate, para que ninguno de los dos trepe.