BUENOS AIRES.- Guillermo Barros Schelotto es el primer ídolo de la época dorada de Carlos Bianchi en cumplir su sueño de calzarse el buzo de técnico y consagrarse campeón en el club que lo hizo hijo pródigo. En Boca, compartiendo el podio con Martín Palermo y Juan Román Riquelme, pertenece a esa elite que el hincha de Boca va a respetar siempre, no sólo por sus 16 títulos, sino también porque siempre dejó todo, y algo más, con una camiseta que parecía que estaba hecha a su medida.
Casado y con tres hijos, nació hace 44 años en La Plata. Fue desde sus inicios, por su forma de juego y sus picardías dentro del campo, un personaje especial para el ámbito futbolero. Esa característica la mantuvo desde que se inició como técnico en Lanús en 2012, teniendo de ejemplo a dos de sus maestros: Carlos Griguol y Bianchi. Allí estuvo tres años y logró la Copa Sudamericana en 2013.
Pero Daniel Angelici, desde su llegada a la presidencia de Boca en 2011, siempre quiso tentarlo para que dirigiera al equipo. En marzo del año pasado, ante la salida de Rodolfo Arruabarrena, se cumplió el sueño de ambos.
Cuando llegó, marcó las primeras pautas y en una nota, cuando se recordó al Boca de Bianchi, dijo: “aquel vestuario lo manejaba Carlos. Y este lo voy a manejar yo.” Testigo de ello fueron jugadores como Daniel Osvaldo, Daniel Díaz y Agustín Orión.
Por su pasado y en un plantel que, salvo Fernando Gago y hasta que estuvo Carlos Tevez, no tiene nombres con historia y peso en el vestuario, se convirtió en el símbolo. El grupo de jugadores, con aciertos y errores dentro y fuera de la cancha, fueron tapados por la aureola del “intocable” DT.
Sus aciertos futbolísticos fueron ‘bancar’ a Ricardo Centurión y a Darío Benedetto, claves para el título, y tratar de recuperar en lo físico a Gago, otro de los artífices
A la hora del balance y de la vuelta olímpica, quedará enmarcado en la historia como la cara visible de un campeón que tuvo altibajos, pero que lleva su sello. (Télam)