El lagarto Salvator, un posible “eslabón perdido”

Científicos tucumanos estudian si el lagarto overo puede generar calor por sí mismo como lo hacen los mamíferos

EL CRIADERO. La bioquímica Silvia Chamut (de chaleco blanco), junto a su equipo, observa los lagartos adultos que hay en la finca de El Manantial. la gaceta / fotos de Inés Quinteros Orio EL CRIADERO. La bioquímica Silvia Chamut (de chaleco blanco), junto a su equipo, observa los lagartos adultos que hay en la finca de El Manantial. la gaceta / fotos de Inés Quinteros Orio
06 Noviembre 2017

Los ejemplares adultos miden unos 120 centímetros (pueden alcanzar los dos metros) y rondan los siete kilos. Son los lagartos Salvator (conocidos también como lagartos overos), y vistos de afuera se parecen a muchos otros. Pero los científicos están cada día más convencidos de que pueden ayudar a responder una de las grandes preguntas sobre la evolución de las especies. Eso, sin contar las enormes “virtudes” gastronómicas de su carne, lo valioso de su cuero y las propiedades farmacológicas y dermatológicas de su grasa. Pero vamos por partes.

Un breve repaso por la zoología permitirá recordar la clasificación de los vertebrados: peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos (a partir de su capacidad de sobrevivir fuera del agua, como señal de evolución). “Pero se puede hacer otra clasificación en función de cómo se adaptan a la temperatura”, explica la bioquímica Silvia Chamut, a cargo de la cátedra Biología del Desarrollo de la carrera de Ingeniería Zootecnista de la UNT. “Las aves y los mamíferos son capaces de producir temperatura corporal y regularla mediante la aceleración o la disminución del metabolismo (son endotérmicos). Los restantes son ectotérmicos, o sea, se adaptan a la temperatura del ambiente. En el caso de los reptiles, tomando sol cuando lo hay o hibernando cuando hace frío”, añade Chamut.

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Cada uno parecía estar en su lugar, hasta ahora. Pero empezaron a aparecer datos que, si bien desordenan el tablero, pueden empezar a explicar cómo fue el camino evolutivo de especie en especie. Quizás hayan encontrado una suerte de “eslabón perdido”.

Biólogos brasileños y canadienses descubrieron, durante una investigación en el Instituto de Biociencias de la Universidad Estadual Paulista, de Brasil, que nuestro lagarto es, hasta ahora, el único capaz de generar calor en determinadas circunstancias. “Es lo que se llama ‘endotermia facultativa’”, explica Valeria García Valdez, ingeniera zootecnista.

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El hallazgo empezó a confirmarse una teoría postulada en 1998 por la bióloga Colleen Farmer, de la Universidad de Utah, EE.UU. Pero el origen del calor que generan -técnicamente expresado, la fuente de la termogénesis en estos lagartos- sigue siendo un misterio.

Tucumán pieza clave

“Gracias a los resultados de las investigaciones que llevábamos publicados, la doctora Farmer nos contactó (según sus propias palabras, somos ‘un grupo serio’) y decidió venir a Tucumán para hacer un trabajo conjunto”, cuenta entusiasmada García Valdez. Mientras tanto, Francisco Cortez y Eliana Gomez (también zootecnistas), chequean el estado de los nidos, la vitalidad de las crías jóvenes, el alimento... El grupo se completa con el biólogo Fernando Campos Casal y la veterinaria Olga Sánchez Loria.

“Esta posibilidad de mirada interdisciplinaria es una de las fortalezas del equipo”, destaca Chamut. Y la interdisciplina se juega con ganas aquí: Farmer es física y se dedica a estudios evolutivos.

“Nuestro criadero ya tiene más de 20 años (Ver “El criadero...”). En ese tiempo hemos logrado sistematizar modelos de cría, y garantizar salubridad y buen manejo. La doctora Farmer nos propuso participar de sus investigaciones para tratar de detectar dónde y cómo estos lagartos producen la temperatura”, cuenta Campos Casal.

Y entre todos reconstruyen el puntapié inicial de su nuevo desafío: Farmer estuvo 10 días en Tucumán. Trajo consigo equipamiento muy costoso y, por supuesto, su saber. Bajo su dirección, en la finca de El Manantial de la Facultad de Agronomía y Zootecnia (y con su apoyo institucional y financiero), se puso a punto todo: se seleccionaron los animales, se les colocaron sensores de dos tipos que están midiendo constantemente su temperatura corporal; se colocaron sensores térmicos en los nidos, y se armaron los protocolos que sistematizan el manejo de los lagartos para asegurar resultados confiables. “En el hospital de la carrera de Veterinaria hacemos las cirugías para colocar los implantes”, destaca Sánchez Loria.

Fue un trabajo vertiginoso e incesante, pero puso la maquinaria a andar. Mil preguntas se abren: ¿cómo varían la temperatura corporal y la capacidad de generar calor a lo largo del año?, ¿esa capacidad se relaciona con cambios hormonales?, ¿las hembras generan mayores niveles de calor en el periodo de incubación? Si es así, ¿cuánto generan y por cuánto tiempo?; ¿la temperatura de incubación tiene efectos en la descendencia (porcentajes de nacimientos, sexo, etcétera)? son solo algunas de ellas. Es enorme -y apasionante- el desafío.

Farmer volvió a Estados Unidos a conseguir más fondos. “Para nosotros conseguir financiamiento aquí es muy difícil”, reconoce con tristeza Chamut. Pero ese sentimiento desaparece: cuando ve a su gente trabajando, la embarga el orgullo que reina en todo el equipo.

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