Los vientos de cambio que soplan en tribunales se han transformado en un vendaval en la Policía. El accionar de los hombres de la fuerza, que en definitiva son los auxiliares de la Justicia, quedó en la mira de los fiscales. En menos de una semana confirmaron que seis uniformados terminaron tras las rejas acusados de haber protagonizado una serie de irregularidades.

La creación y puesta en marcha de las fiscalías especializadas generó buenos resultados más rápido que lo previsto. Hasta hace 15 días nadie sabía cuál era el destino de las nueve motos que se robaban por día, según el informe del Ministerio de Seguridad que sólo refleja los casos denunciados. Desde la fuerza, en una publicación de LA GACETA, se informaba que no se sabía de la existencia de bandas organizadas que se dedicaban a cometer este delito. Sin embargo, en una semana, se lograron ubicar dos talleres que habrían funcionado como desarmaderos. Para colmo, uno de ellos estaba ubicado a menos de dos cuadras de la seccional 7ª.

Diego López Ávila condujo el primer turno de la fiscalía de Robos y Hurtos. Atendió un poco más de 400 causas de delitos contra la propiedad que le permitieron concentrarse, analizar y sacar conclusiones para, por ejemplo, ubicar los lugares que compraban motos robadas para desarmarlas y vender sus piezas por separado. Antes no lo podía hacer porque por turno recibía al menos 3.000 expedientes para analizar y siempre había una causa más importante que se debía controlar. Si bien es cierto que los logros conseguidos son alentadores, queda en claro que aún queda mucho por hacer. Ahora, con este nuevo sistema, los investigadores deberán afrontar un gran desafío: descubrir los grupos o bandas que actúan en diferentes puntos de la provincia, cuáles son sus modalidades y características. En definitiva tratar de fijar pautas sobre políticas criminales, algo que no sucede en la provincia.

La especialización de las fiscalías también llegó con un ingrediente extra: la Policía estará más controlada. Hasta hace dos meses, un investigador revisaba el trabajo que realizaban los miembros de la fuerza. Ahora, al estar de turno un fiscal de Homicidios, uno de Robos y Hurtos, uno de Abuso Sexual, uno de Violencia de Género y el Multicausa; son 12 los ojos que están observando el accionar de la fuerza. Aquí también se notaron rápidamente los resultados: en menos de una semana, cinco policías fueron detenidos por haber cometido irregularidades en diferentes situaciones. Desde el área de Seguridad le restaron importancia, pero en Tribunales la preocupación está a flor de piel.

Tres efectivos de la seccional 13ª fueron detenidos por haber hecho figurar como contraventor a un detenido por robo. Aquí no hubo un error administrativo, sino toda una maniobra que consistió en fraguar actas e inventar declaraciones. Un hombre del servicio 911 quedó tras las rejas al estar acusado de ofrecer para la venta en Facebook una moto que había sido robada. En la localidad de Santa Ana, al sur de la provincia, se vivió otra insólita situación. Un preso fue detenido y trasladado por los vecinos hasta la comisaría donde la puerta del calabozo era trabada con un juego de esposas porque no tenían candado para cerrarla. A un policía le dieron la orden de cuidarlo, pero no lo hizo y el detenido se terminó fugando. En este caso no sólo hubo negligencia, sino también desidia y desinterés por cumplir con su función.

Desde la fuerza sostienen que esa desidia de algunos hombres no es casual, sino una respuesta a lo que están viviendo. Los uniformados se sienten abandonados por sus superiores. Piensan que solo les interesa salvar el puesto que ocupan y no estar atentos a sus necesidades. Están molestos por cómo actuaron con los policías que están involucrados en el crimen de Facundo Ferreira. Pese a estar imputados por homicidio, a ninguno lo separaron de la fuerza. Sólo le soltaron la mano a Nicolás González Montes de Oca cuando lo acusaron de haber cometido un motoarrebato. Y a otros, por cuestiones menores, los sancionan sin contemplaciones. Por eso, como ellos dicen, prefieran hacer la “plancha” en vez de actuar como corresponde. No les importa que la imagen de la fuerza vuelva a estar a nivel de los zócalos de las comisarías; saben que ese es el único recurso que tienen en sus manos para presionar y ser escuchados.

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