El Superclásico: una “entrada” insulsa

River y Boca entregaron un duelo sin emociones en la previa de los grandes juegos por la Copa.

TRABADO. Boca se replegó cerca de su arco y le impidió a River tener libertad para mover la pelota de tres cuartos de cancha en adelante. El duelo fue friccionado. telAM TRABADO. Boca se replegó cerca de su arco y le impidió a River tener libertad para mover la pelota de tres cuartos de cancha en adelante. El duelo fue friccionado. telAM

Los lugares comunes sirven para simplifican las explicaciones. River quiso pero no pudo (quedarse con la victoria), Boca directamente no quiso arriesgar (para llevarse los tres puntos) en el ensayo general librado en el Monumental de cara a las “semis” de Copa Libertadores.

Así las cosas, el Superclásico de la Superliga se saldó en un cero pobre e insípido, que le supo mejor a la visita. Nueve meses después de la final de Madrid, el choque entre los dos más grandes de Argentina pareció una burda imitación de aquel. Sin emociones, fue un partido chato, impropio de los nombres que lo animaron.

A Boca los hinchas locales le cantaron “equipo chico”. Y en verdad, el “Xeneize” se pareció al Arsenal de Gustavo Alfaro (que fue campeón, vale aclarar). Sobre todo por el planteo táctico de arranque, un 4-1-4-1 amarrete, funcional para el objetivo del entrenador de que su equipo prácticamente no pasara la mitad de la cancha con tal de frenar el circuito energético/futbolístico de su oponente. Es verdad, la tríada de lesionados conformada por Mauro Zárate, Eduardo Salvio y Ramón Ábila complicó sus opciones.

En el comienzo, River vivió su fiesta postergada, una versión obviamente “light” de lo que hubiera sido la coronación en Copa Libertadores ante el eterno rival si aquella segunda final se hubiera disputado en Núñez con igual resultado. Globos negros, como cotillón sustituto al mosaico con la histórica fecha del 9/12/18 prohibido por las autoridades de seguridad.

Cuando la pelota echó a rodar, River tuvo una primera media hora de bastante hambre, pero ningún bocado efectivo. Las aproximaciones se repetían (siete en total en la etapa inicial), pero el equipo de Marcelo Gallardo no supo lastimar. Apenas algunos tiritos, fáciles para alguien de la estatura de Esteban Andrada, el nuevo hombre récord del arco “auriazul”: en el Monumental desplazó de su sitial al mítico Antonio Roma y se adueñó del más largo invicto sin recibir goles en Boca, de 869 minutos. En consonancia, esa es la gran virtud del conjunto de Alfaro: a veces parece una quimera poder convertirle. A nivel creación, es otra historia.

El “Millonario” propuso mucho, pero le faltó la aceleración habitual e ideas frescas al pisar el área adversaria. Quizás, el desgaste del jueves en Asunción ante Cerro Porteño le haya pasado factura. Boca, armado para destruir más que para construir, contribuyó también de manera decisiva: todos corrieron, todos metieron, y recién en el complemento, siguiendo la ley del mínimo esfuerzo en ataque, tuvo dos chances más o menos serias: una llegada de Alexis Mac Allister y un tiro libre de Carlos Tevez.

Difícil de entender que el “Apache” haya guardado banco hasta el último cuarto de hora, y que los delanteros inicialistas fueran Jan Hurtado -les rebotaron casi todas las bolas- y Franco Soldano.

Daniele de Rossi cumplió otro sueño: jugar con la camiseta de Boca un Superclásico. Pero en realidad, casi no lo jugó. En su peor partido hasta ahora en Argentina, el “Tano” vio más bien pasar la pelota por sus costados.

En River se lucieron Lucas Martínez Quarta, Paulo Díaz -le devolvió con creces a Gallardo su confianza- y Milton Casco. No por nada se trata de tres defensores. Es que Ezequiel Palacios, Ignacio Fernández y Nicolás de la Cruz insinuaron más de lo que concretaron. El equipo anfitrión no estuvo fino en los últimos 20 metros. Con Matías Suárez en cancha, en la segunda etapa, hubo unos minutos en que Boca volvió a tambalear como en el inicio. Pero no pasó a mayores. Y Emmanuel Reynoso, del otro lado, ingresó cuando el empate a cero era una inercia casi inmodificable.

Fernando Rapallini “muñequeó” algunas sanciones (de hecho, amonestó a diez jugadores en total), pero Hurtado y Enzo Pérez deberían haber visto la roja. En su debut, sin embargo, el árbitro acertó en las jugadas clave.

Con la bajada del telón, llegó un largo entreacto, que durará prácticamente dos meses. Boca dejó escapar a San Lorenzo en la punta de la Superliga, y a River el líder ya lo aventaja por cinco puntos. Sin embargo, todo esto importa poco en relación a lo que se jugará en octubre, con el pase a una nueva final de la Libertadores en disputa.

Dentro de un mes exacto, otra vez en el Monumental, Boca tendrá que invertir un poco más en creación y ataque, si quiere marcar un crucial gol de visitante. Y River aceitar la maquinita, para que la posesión, el desgaste y las buenas intenciones deriven en los goles que son amores. El acto final y decisivo del largo Superclásico que comenzó este domingo se jugará el 22 de octubre, en La Bombonera.

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