Una mirada sensible a la majestuosidad y el valor cultural de Tafí del Valle como la del arquitecto Osvaldo Merlini puso sobre la mesa las amenazas que afronta este oasis, que es al mismo tiempo una fuente de riqueza y de desahogo para los tucumanos sometidos a las estrecheces y los calores impiadosos. El profesional convocó a sus pares a hacer un mea culpa sobre la forma en la que habían intervenido este “paraíso” a partir de construcciones alejadas de su espíritu y de su historia. También habló del “estigma” negativo que acarrea la provincia en materia arqueológica como consecuencia del maltrato que propinó a los menhires hallados en el valle.
La convocatoria a reflexionar acerca del riesgo de “defunción urbanística” que acecha a Tafí recibió el apoyo de Juan Saravia, presidente del Colegio de Arquitectos, quien advirtió que el descuido llegaba hasta el punto de que la mayoría de las edificaciones carecían de planos firmados por profesionales matriculados y sujetos al control de la entidad intermedia. Manifestó que la destrucción de Tafí se inscribía en otra mayor y general: la pérdida y el deterioro del patrimonio tucumano. Y dijo que era imperioso fijar políticas públicas y cumplirlas. Por su parte el arquitecto Ricardo Viola, autor de un plano turístico y cultural de Tafí editado en 1990, coincidió con Merlini en cuanto al mea culpa y agregó: “estamos ante un escenario frágil y podemos perder el valle si dejamos que desaparezcan sus virtudes: la capacidad de ver, la perspectiva y la idea de amplitud”.
Sin duda las crónicas del verano ponen de relieve tanto la magnificencia tafinista como sus achaques y dificultades preocupantes, entre los que sobresalen el crecimiento descontrolado, la falta de instituciones apropiadas para hacer cumplir las normas y la afectación del silencio. A comienzos de enero, un diagnóstico muy completo sobre los problemas había sido enunciado por Marcela Funes Franco, presidenta de la Cámara de Propietarios de Hoteles y Afines de la zona.
La destrucción no es una condena inapelable. Tucumán dispone de una oportunidad única para dejar de lado las prácticas que generaron excesos y desbordes en todos los órdenes, y cuyos efectos negativos en Tafí se advierten con nitidez El potencial de los Valles es inmenso: Merlini considera, por ejemplo, que allí existe -todavía- un centro arqueológico de primer orden. El desafío mayor consiste en “tirar para el mismo lado”, y que los ciudadanos afligidos por el presente y el futuro de este entorno único se decidan a actuar. Políticos, empresarios, dirigentes sociales, educadores, deportistas, lugareños y veraneantes están obligados a hacer la autocrítica y la crítica que propuso el arquitecto, y a proyectar ideas para “salvar” a Tafí.
Si bien el voluntarismo y la actividad individual no son suficientes para revertir dolencias estructurales, la pasividad y la espera de un “mesías”, como dijo Merlini, han llevado al afianzamiento de los males que hay que combatir. Lo que hace falta es trazar un rumbo y alimentarlo día tras día mediante un esfuerzo contagioso. De esa pasión capaz de mover montañas depende el mantenimiento de un legado maravilloso, que el filósofo español Manuel García Morente describió de una manera insuperable: “no recuerdo lugar alguno más propicio que Tafí del Valle para abandonarse al vaivén de la imaginación”.