Un caso que debe servir como punto de partida

A medida que pasan los días se va disipando de a poco la polvareda de opiniones divididas que generó el caso de Fernando Báez Sosa, el joven de 19 años que murió a la salida de un boliche en Villa Gesell a manos de una patota de jóvenes que eran, entre otras cosas, jugadores de rugby. Cabe esta última aclaración para dejar en claro, una vez más y por si hiciera falta, que no se trata de estigmatizar al deporte ni a quienes lo practican. Sin embargo, tampoco sirve tirar la pelota afuera y concluir que la frecuente presencia de rugbiers en este tipo de incidentes es mera coincidencia. Aceptar que hay un problema es el primer paso hacia la solución.

El segundo paso es tomar acciones concretas, que no se agoten en lo inmediato, sino que apunten a la raíz de un problema mucho más complejo y profundo de lo que parece. Sólo así se puede evitar que haya más casos como el de Fernando. Porque sería un grave error creer que su muerte es el resultado de una noche de locura de unos cuantos inconscientes. No, es el final de una larga cadena que, directa o indirectamente, tiene muchos más responsables.

El ambiente del rugby no es el único que debe hacer autocrítica, pero ya ha comenzado a movilizarse. Amén de las cartas abiertas en las que jugadores y ex jugadores admitieron que hay cosas dentro de ese deporte que deben cambiar, algunos clubes han tomado cartas en el asunto. Por ejemplo, Biguá Rugby Club, de Mar del Plata, resolvió prohibir el consumo de alcohol en el tercer tiempo y ordenó llevar a cabo charlas de concientización y prevención de violencia, que serán obligatorias para sus jugadores.

Otra importante medida fue la de prohibir los “bautismos”, rituales de iniciación que todavía se practican en algunos clubes a los jugadores que llegan a debutar en el plantel superior, y que en algunos casos incluyen castigos físicos y/o humillaciones. En el fondo, no es más que violencia naturalizada bajo la excusa de ser “tradiciones”.

Desde la Unión Argentina de Rugby (más allá del comunicado en el que se calificó de “fallecimiento” lo que fue un homicidio) se anunció la puesta en marcha de un programa de concientización, que tiene por objetivo “erradicar las conductas violentas en todas sus formas dentro del deporte y sus ámbitos de influencia, formando personas con valores que se integren socialmente en igualdad de condiciones y respeto a sus semejantes”. Las autoridades de la propia Villa Gesell, ciudad en la que la situación ya se ha salido de control, también decidieron prohibir por decreto el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública, so pena de fuertes multas. El problema que queda pendiente por resolver es cómo evitar el consumo desmedido de alcohol y drogas puertas adentro, pero al menos es un comienzo.

Al respecto, este fin de semana, Tucumán tendrá el Seven de Tafí del Valle, uno de los torneos de rugby más convocantes del país. Mediando condiciones meteorológicas favorables, se espera que entre 15.000 y 18.000 personas visiten durante todo el sábado el circuito montado en la cancha de polo La Angostura. Hasta ahora, el consumo de alcohol ha estado siempre permitido (de hecho, uno de los principales patrocinadores es una marca de cerveza) y no se han reportado episodios de violencia en 21 ediciones. Tal vez, el verdadero déficit de valores no esté en los clubes, sino en los hogares.

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