“Go west, young man, go west”. Ve al oeste, muchacho, ve al oeste. Más que una frase es un eslogan o una pancarta que marcó a generaciones en los Estados Unidos y también en el mundo entero.

Fue popularizada por la banda de música disco Village People en 1978 y luego explotó en el 93 cuando los Pet Shop Boys hicieron una nueva versión.

Durante muchos años se disputó su autoría hasta que finalmente una investigación del Departamento de Historia de la Universidad de Indiana concluyó, en 2004, que pertenece a John Soule, un periodista, poeta y profesor que la publicó en un editorial de un diario de ese mismo Estado, el Terre Haute Express, en 1851.

Esta consigna no fue popular hasta que el genial Horace Greeley la hizo mundialmente famosa.

Greeley fue uno de los fundadores del partido Republicano y director del New York Tribune, el diario más influyente de Estados Unidos a mediados del siglo XIX.

Greeley fue uno de los líderes reformistas a favor del abolicionismo de la esclavitud, apoyó radicalmente al Norte en la guerra de la secesión, promovió distintas reformas agrarias, e incentivó a las clases populares para que poblaran el interior y sobre todo el oeste norteamericano.

Se opuso a todo tipo de monopolios, a la concesión de tierras a los ferrocarriles y era un convencido de que la industrialización del país enriquecería a todos.

Como director del diario más importante de EEUU contrató a varios corresponsales en Europa, entre ellos a unos muchachos no muy conocidos en América: Karl Marx y Friedrich Engels.

Greeley estuvo muy cerca de ser presidente, pero perdió las elecciones en 1872, pese a contar con el apoyo de los demócratas. Lideró una campaña en contra de la corrupción de otro republicano, el presidente Ulysses Grant.

Greeley introdujo las ideas del francés Fourier en Estados Unidos, un socialista considerado uno de los padres del cooperativismo, y apoyaba todos los movimientos utópicos y “causas perdidas” de ese tiempo.

La frase “go West, young man” representa mucho más que poblar el oeste. Es una bandera que levantaron numerosos movimientos, abolicionistas, feministas, reformistas y liberales (en oposición a los conservadores, no como se usa en Europa, en economía).

No es casual que una banda abiertamente pro gay como los Village People levantaran esa bandera en los 70. “Go west” no significaba sólo migrar hacia el oeste, sino marchar hacia la libertad, hacia las ideas nuevas, en contra de los esclavistas, de los reaccionarios, de los conservadores del Este y del Sur de EEUU.

El oeste tucumano

Nos acordamos de Greeley, de los Village People, de los Pet Shop Boys y de la popular canción “Go west” cuando vimos que en nuestro propio oeste están intentando plasmar proyectos disruptivos.

Como todas las ideas nuevas, revolucionarias, diferentes, tienen muchas más posibilidades de fracasar que de triunfar.

Ser conservador es más fácil, menos arriesgado. Es más cómodo y seguro quedarse sentado a esperar que las cosas mejoren por arte de magia o del Espíritu Santo, que madrugar, arremangarse y agarrar la pala, como suele decirse.

En los municipios de Tafí Viejo y de Yerba Buena, el oeste serrano de nuestra hermosa y maltratada ciudad, están ocurriendo cosas diferentes, más allá de la coyuntura, de la chatura política argentina.

Ayer se reunieron los intendentes Javier Noguera y Mariano Campero (¡un peronista y un radical!) para proyectar un sistema de bicicletas públicas que una esas dos ciudades.

“Están más locos que yo”, diría Greeley, quien consideraba que el transporte público debía ser gratuito para los estadounidenses, para que de ese modo el país creciera más rápido, la gente se conectara mejor y la economía fluyera sin burocracia.

No vamos a insistir con los beneficios de la bicicleta, porque necesitaríamos tres diarios y es un debate que ya está ganado en todo el mundo.

Francia acaba de anunciar una inyección de 20 millones de euros (1.500 millones de pesos) para que la bicicleta sea “la reina del desconfinamiento”. El plan, anunciado por la ministra de Transición Ecológica, Elisabeth Borne, incluyen medidas como subsidios de 50 euros para reparar bicicletas (cambio de cadenas, frenos, llantas o cambios), clases para aprender a andar en bici, ayudas de hasta 400 euros anuales a los trabajadores que se desplacen en bicicleta y la habilitación de ciclovías y nuevos espacios de estacionamiento.

Barcelona ha iniciado un ambicioso plan para ampliar la red de ciclovías y fomentar ese medio como transporte público. Y más de 150 ciudades en el mundo, como informamos en esta columna la semana pasada, están siguiendo el mismo camino.

Coinciden Noguera y Campero en que la pandemia es una oportunidad histórica para mejorar la calidad de vida en sus ciudades.

18 kilómetros al oeste

El desafío que se plantean estos municipios no es sencillo. La seguridad es el principal obstáculo que deben resolver y para ello proyectan reforzar los controles en el trazado, en los horarios pico, e instalar cámaras en todo el recorrido.

La ciclovía se extendería a los largo de poco más de 18 kilómetros, desde el centro de Tafí Viejo, pasando por Lomas de Tafí, hasta la avenida Perón. Constaría de unas 20 paradas, donde habría bicicletas de uso público, cada un kilómetro aproximadamente.

Sistemas como este ya funcionan en decenas de ciudades, como Rosario o Buenos Aires en Argentina.

Las bicis operan con GPS y mediante tarjetas digitalizadas, como las de ómnibus, lo que permite monitorear los recorridos, la frecuencia de uso, los horarios y así ir corrigiendo o mejorando el servicio.

La otra opción hubiera sido por la ruta 315 (Villa Carmela y San José) pero es un camino que requiere una inversión millonaria porque está absolutamente desbordado y en muy mal estado. Es un desembolso que sólo podrían afrontar la Provincia o la Nación.

“La bicicleta es un medio de transporte excelente pero además es un servicio público y un servicio público jamás puede ser exitoso sin acompañamiento político”, explica Mariel Figueroa, ex gerenta general de Tembici Argentina, una empresa brasileña líder en sistemas de bicicletas públicas compartidas, que opera en 34 ciudades latinoamericanas.

“Es importante no lanzarse si no se hicieron todos los estudios de factibilidad y sobre todo si no hay compromiso político”, dice Figueroa, mientras cita varios ejemplos de ciudades donde “cortaron la cintita” y después fracasaron, o cambió el color del gobierno y se abandonó el proyecto.

Fallar implica, afirma Figueroa, un costo de oportunidad desperdiciado, desaprovechar el impulso de la novedad, malgastar recursos, pérdida de credibilidad y explica que además las bicicletas “tienen que ser de muy buena calidad porque mucha gente se sube por primera vez a la bici y empieza a descubrir las ventajas, y si la experiencia no es buena no se sube más”.

Estos municipios del oeste también están desarrollando en conjunto otros proyectos innovadores, como la producción de aceite de cannabis medicinal, que encabeza Yerba Buena con colaboración del Conicet y la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT, plan al que se sumaría también Tafí Viejo, y que representaría, de concretarse, ingresos millonarios para esas ciudades.

También avanzan en el procesamiento y disposición de residuos y reciclaje, materia en la que Tafí Viejo lidera en la provincia con su nueva planta de tratamiento, entre otros asuntos comunes, como la seguridad, el desarrollo urbanístico, la economía y la opción de los monopatines públicos como otra alternativa de transporte.

Sólo se equivoca el que hace y sólo produce cambios el que hace algo distinto.

No hay grieta en el oeste y esa es una batalla que está ganada, un “proyecto” que ya ha triunfado. Y no es un dato menor en una de las provincias más mediocres de un país mediocre a causa de tanta división.

“Go west, young man” diría Greeley. Será cuestión de creerle, aunque esta vez iremos en bicicleta.

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