Literatura en celeste y blanco
Hubo un Bicentenario en 2010 y lo hubo, también, en 2016, ambos ligados a fechas fundacionales como la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia. A su manera, la Literatura Infantil y Juvenil se ocupó de sendos sucesos con una amplia variedad de publicaciones. Este 2020 trajo un nuevo aniversario, no ya centrado sobre un acontecimiento o una serie de acontecimientos, sino sobre una figura en particular: la de Manuel Belgrano. Grandes referentes de la literatura infantil y juvenil argentina acercan novedades, opinan acerca de la escritura y la edición, y destacan su trayectoria.
Por Hernán Carbonel
PARA LA GACETA - SALTO
A 250 años de su nacimiento y a 200 años de la muerte de Belgrano, convocamos a grandes referentes de la Literatura Infantil y Juvenil para que se expresen acerca de cómo se construyen este tipo de ediciones. Con una salvedad: que el proceso que acompañó estos libros, desde su escritura hasta su distribución, fue concebido en y para otro contexto, cuando aún no sospechábamos que el Covid19 arrasaría con nuestros proyectos y nos llevaría a una nueva normalidad.
Escribir y editar
María Fernanda Maquieira, Directora Editorial de Loqueleo Santillana, expresa que, si bien desde la educación formal el tema “pertenece a Ciencias Sociales, es muy interesante el abordaje desde la literatura. La ficción es para los niños y niñas una manera diferente y complementaria de acceder a esos eventos, porque se pueden ver aspectos más humanos de los próceres, conocer detalles de la vida cotidiana y recrear los hechos como una gran aventura”.
Edelvives, por su parte, salió con dos títulos: Planchadita, planchadita, del novelista y artista plástico Hernán Galdames, y Las batallas de Lucrecia, del prolífico Franco Vaccarini (Gerente Editorial del grupo SM desde hace unos meses). Natalia Méndez, editora de Edelvives, opina que “la narrativa histórica es un género que va más allá de los bicentenarios, cierto que alentado ahora por este interés, así que sirve también para rescatar otras obras que teníamos en catálogo pero no eran tan conocidas”.
Mario Méndez es uno de los autores que más publicaciones tiene en este Bicentenario: Patriotas, junto a Ana María Shua (Editorial Norma) y Mi amigo Manuel (Loqueleo), además de participar en la reedición de La historia se hace ficción (Norma), antología para público juvenil en la que también aparecen Bodoc, Falconi, Lorenz y Pomeraniec y Shua.
Ana María Shua, justamente, es otra de las autoras que ve su nombre en varias tapas este año. Entre ellas, El hombre que no podía mentir (Loqueleo). “Cuando se trabaja en cuento o en novela sobre acontecimientos”, sostiene Shua, “el autor elige a los personajes. En cambio cuando se trabaja sobre una figura histórica, es importante respetar lo que se sabe sobre el personaje. En cierto modo, la imaginación está mucho más limitada en una biografía novelada que en una novela sobre acontecimientos históricos”.
Liliana Cinetto, autora de Cielito de mi bandera (Loqueleo), opina que a la trama de su libro le resultó “sencillo crearla porque el protagonista ya estaba definido de antemano, algo que no me ocurrió al escribir mis anteriores novelas históricas”. Ángeles Durini también cree que “el hecho de que la trama gire alrededor de una figura y no sobre un acontecimiento, facilita la creación”. Respecto de Azulunala (SM) confiesa: “para esto, me parecía fundamental buscar un punto de vista. Quién cuenta la historia. Quién puede acercarse mucho a Manuel para poder sentir lo que es estar al lado suyo y así, poder contar. Entonces me dejé llevar por eso que dice la gente cuando quiere saber algo: cómo me gustaría ser mosca para meterme en todos lados y enterarme de las cosas. Y me convertí en mosca. Y lo seguí. Conclusión, la mosca y yo, nos enamoramos de este héroe”.
Editar y reeditar
Además de los ya citados, Loqueleo publicó A Rosario sin escalas, de María Inés Falconi, El árbol de los ruidos y las nueces, de Silvia Schujer, y Viaje a la bandera, de Cecilia Pisos. Y reeditó un clásico LIJ: Belgrano hace bandera y le sale de primera, de Adela Basch. Con más de 100.000 ejemplares vendidos, recorre los episodios más trascendentales de la vida del prócer de un modo ingenioso y divertido, viajes en el tiempo mediante, para repensar el pasado y reflexionar sobre el presente.
Norma editó La pasión como bandera, de Fernando Sánchez, y Soy Manuel, de Margarita Mainé. Por SM, Florencia Esses y María Inés Balbín publicaron Alta en el cielo. Y Planeta Lector reeditó Cuando Belgrano era chiquito, de Ricardo Lesser, especialista en biografías de próceres y costumbres de la época colonial, con varios ensayos en la materia.
Y están, claro, diversas obras de Laura Ávila, la gran voz de la narrativa histórica en la LIJ: la novela Historia de tres banderas (Edebé), donde tres jóvenes se involucran en el ejército criollo; y los cuentos “Los indianos”, del volumen Escondidos (Crecer Creando), y “Virginia y la Salamanca”, en La última rebelión (Ediciones Amauta), que refiere la educación que se daba a las niñas en los años de la Revolución de Mayo y la intención de Belgrano de modificar esa realidad discriminatoria.
Manuel se lo merece
Abogado, economista, periodista, político, diplomático, militar, impulsor de la Revolución de Mayo, activo participe en las luchas por la Independencia, creador de la Bandera Nacional, Jefe del Ejército del Norte y enfático impulsor de la educación, fue el primero y único en proponer a un noble Inca al frente de una monarquía constitucional. La opinión sobre Belgrano es unánime.
El escritor, editor y docente Mario Méndez cree que “en tiempos en que la política es mal vista, o denigrada, es fundamental ver a Belgrano como un hombre que hizo política. La hizo como funcionario del Consulado, como revolucionario y como ciudadano de a pie”.
Para la novelista y cuentista Ángeles Durini, “fue un hombre con una mente muy clara, adelantado para su época, con iniciativa y mucho empuje, que puso adelante la causa común en vez de su propia comodidad. Creo que me gustaría que se apareciera por aquí, 200 años después, y que hablara y propusiera sus proyectos e ideas, con su manera desinteresada. Estoy segura de que sería un gran ejemplo para nosotros”.
A la reconocida Ana María Shua la maravillan “sus concepciones de estadista. Sabía en qué país quería vivir. Tenía una idea de Nación. Quería independencia, pero de verdad, en lo político y en lo económico”. Con ellos coincide la narradora y escritora Liliana Cinetto: “Belgrano es una figura sorprendente y admirable. Era un visionario, y dedicó su vida a construir la patria sin otros intereses personales”.
Natalia Méndez elige para definirlo una analogía entre vida y literatura: “Me parece importante dar a conocer una época en donde todavía la idea de país se estaba conformando. Me parece que eso se relaciona directamente con lo que hace la literatura: permitirnos imaginar otros mundos posibles”.
Coda
A la crisis que arrastraba el sector desde hace unos años, se le suma, ahora, la insospechada coyuntura de la covid19. Son entonces los mediadores (padres, docentes, libreros, promotores), además de las mismas editoriales, quienes deben replantearse el camino para que los ejemplares lleguen a sus lectores, y sostener así la transmisión de los valores y la identidad patrios, revitalizar la inagotable figura de Belgrano y lograr que los libros no dejen de circular en medio de una circunstancia que no tiene comparación alguna. Como dice María Fernanda Maquieira, “dar de leer y con ello contribuir al desarrollo de infancias más felices”. O, en palabras de Liliana Cinetto, que “esos hechos y personajes de nuestra historia no queden circunscriptos al mero acto escolar, a las efemérides, a cumplir con la currícula: transmitírselo a los chicos para que crezcan respetándolo”.
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Hernán Carbonel – Periodista, escritor y librero.