¿Qué implicaría que la Argentina se dolarice? Esto dicen los especialistas

La idea fue lanzada por Javier MIlei hace una semana y formalizada mediante un proyecto de ley por un diputado de Juntos por el Cambio.

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En los últimos días se promovió la idea de una dolarización de la economía argentina, como un primer paso hacia la búsqueda de la normalización de la actividad. Esto se corporizó a través de un proyecto presentado por el diputado nacional radical por San Luis, Alejandro Cacace, que señala la intención de que la divisa estadounidense se convierta en moneda de curso legal en la Argentina como primer paso de un “cambio de paradigma económico”.

Entre otros puntos, la iniciativa establece que el Banco Central (BCRA) canjeará los pesos en circulación por su equivalente en dólares de acuerdo al tipo de cambio de conversión que surja de la relación propuesta.  "Esto es adoptar directamente el dólar como moneda oficial y exclusiva de la Argentina, eliminando el peso y eso hace que dejemos de pensar en términos del bimonetarismo como tenemos hoy y usemos solo la moneda que los argentinos prefieren", explicó el diputado que elevó la propuesta.

“Todas las operaciones financieras, tales como depósitos bancarios, créditos, emisión de títulos valores y cualesquiera otras realizadas por medio del sistema financiero, así como los registros contables del sistema financiero, se expresarán en dólares de los Estados Unidos de América. Las operaciones o transacciones del Sistema Financiero que se hayan realizado o pactado en Pesos con anterioridad a la vigencia de esta ley, se expresarán en dólares de los Estados Unidos de América al tipo de cambio establecido de acuerdo a lo dispuesto en esta ley”, señala el Artículo 5 de la iniciativa. Asimismo, se le prohíbe al Central ampliar la base monetaria.

El proyecto ha levantado una fuerte polémica en el ámbito político, pero también ha puesto en guardia a los economistas que, en su mayoría, consideran que no es momento para que la Argentina avance en el mismo camino que recorrieron, por ejemplo, Ecuador o El Salvador. “Sería bueno si uno pudiera realizarla a un tipo de cambio razonable”, manifestó el economista y consultor Orlando Ferreres que, paralelamente, aclaró que para que eso sea posible “hay que cambiar muchas monedas que están en pesos, las Leliq por ejemplo, y se requiere hacer un plan Bonex o algo así para poder modificar todo ese número sino no alcanzarían las reservas, porque después nos tenemos que manejar con el dólar como moneda corriente”.

Según el director del Centro de Estudios Económicos y Sociales del NOA, Daniel Abad, más allá de la acumulación de problemas fiscales y económicos, a la Argentina no le conviene dolarizarse porque, entre otras cuestiones, renunciaría a su autonomía financiera y perdería herramientas de políticas fiscal y monetaria. El consultor, en ese sentido, considera que la discusión es más ideológica y política que económica, “sobre todo por la envergadura de la economía de nuestro país mucho más grande que la de Ecuador o la de El Salvador, que están haciendo grandes esfuerzos para salir de la dolarización”. Abad se pregunta ¿qué cantidad de dólares se requerirán para reemplazar los $ 4 billones emitidas? Y la complementa: ¿qué se le dice o se le da a aquellos depositantes que tienen plazos fijos apalancados con Leliq? En ese aspecto, Abad coincide con Ferreres en el sentido de que se requeriría un súper Plan Bonex como el instrumentado en 1990 para llevar adelante este proceso. Desde la otra vereda, el titular del Cesnoa plantea cómo harán los argentinos de escasos recursos para acceder a los dólares que necesitará para comprar alimentos o indumentaria y a qué tipo de cambio. A su criterio, tendría que darse una megadevaluación para que las reservas internacionales del Banco Central alcancen para acceder a aquel sistema, con las consecuencias socioeconómicas que eso acarrearía.

El economista Eduardo Robinson, por su parte, plantea que, en general, la sociedad tiende a relacionar dolarización con convertibilidad. “Si bien ese proceso instrumentado en la década de 1990 ha contribuido a bajar la inflación, no hay que perder de vista que el país venía de dos hiperinflación que se readecuó con el esquema de tipo de cambio fijo. “De esta manera, la gente se acostumbró a que haya una economía bimonetaria de manera legal”, acota. Robinson observa que durante la convertibilidad la Argentina  prácticamente renunció a un Banco Central sin política activa. “No se podía imprimir billetes, pero se recurrió al endeudamiento”, recuerda como un problema subyacente que se ha sostenido a lo largo de estos años y que explica el persistente desequilibrio fiscal. Así, el problema se descontroló al salir de la convertibilidad con un gasto aumentando a un ritmo importante, que tomó una envergadura tal que sus efectos se sostienen. 

Robinson cree, al igual que Abad, que la Argentina no es ni Ecuador ni El Salvador porque cuenta con una economía relativamente más grande que esos dos países y porque, además, no ha demostrado conducta a la hora de emitir dinero, de tomar medidas que contribuyan a bajar el gasto público y a corregir los desequilibrios que disminuyan los efectos de las crisis y de la alta volatilidad ante los cambios globales.

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