Por un Tucumán sin fuegos artificiales sonoros en 2023

Sigue disminuyendo el uso de pirotecnia que emite ruidos fuertes al estallar, pero aún muchas personas y animales sufren por los estruendos.

MÁS LUCES, MENOS RUIDO. El uso de la pirotecnia luminosa no debe asociarse con los estruendos que tanto afectan a ciertas personas y mascotas. MÁS LUCES, MENOS RUIDO. El uso de la pirotecnia luminosa no debe asociarse con los estruendos que tanto afectan a ciertas personas y mascotas.

No podemos hablar de las fiestas sin hacer referencia al uso (y a veces abuso) que se hace de la pirotecnia para celebrar la Navidad y la llegada del Año Nuevo. Es sabido que afecta a las personas, con Trastorno del Espectro Autista (TEA) y con otras problemáticas de salud; a los animales, que no resisten los fuertes ruidos y al medio ambiente. Y aunque la concientización en Tucumán está ayudando (para Nochebuena las ventas no fueron las esperadas), todavía falta mucho por hacer. El pedido de las familias de personas con TEA es uno: un futuro sin cohetes sonoros.

Desde hace unos años y por diferentes ordenanzas (algunas impulsadas justamente por familiares de personas con TEA), en varios municipios de la provincia se ha prohibido la comercialización y venta de elementos pirotécnicos que superen los 70 y 90 decibeles. Aún así -y como explicó hace unos días a LA GACETA personal de una empresa de pirotecnia- no existe la pirotecnia sin ruido. Al menos en la Argentina porque, en rigor, en varios países del primer mundo (como China o Italia) está terminantemente prohibido cualquier tipo de cohete que emita ruido.

Los fuegos aprobados son de bajo impacto sonoro, pero todavía hacen ruido; también se comercializan de forma ilegal cohetes con grandes estruendos, en su mayoría importados desde Bolivia. El problema, entonces, es que aunque el volumen de los estallidos (legales) haya disminuido, las personas y los animales afectados todavía sufren las consecuencias de este tipo de sonidos. Y también sufren por los ilegales que se venden.

Fanny María Miranda es mamá de Brandon, que tiene 16 años; además tiene otra hija con autismo y una niña (de cinco años) con hipersensibilidad auditiva. “Llegó un momento, el 24 a la noche, en que nos tuvimos que encerrar en la pieza. A mi hijo tuvimos que medicarlo para que se pueda tranquilizar; estaba muy nervioso y, como a veces no saben controlar sus emociones, empieza a autoagredirse. Empezó a arañarse los brazos; prendimos la tele y esperamos que pase todo”, relata a LA GACETA.

Fanny admite que sí es notable la disminución en el uso de fuegos artificiales sonoros, pero no todo lo deseado: en su barrio los estallidos no cesaron por un buen rato esta Navidad, y eso pese a que llovía. “Hay muchas mamás del grupo (ella integra la organización Azul Cea, de padres tucumanos de hijos con TEA) que lo pasaron bien, y eso es gracias a la campaña Más Luces, Menos Ruido, pero todavía falta mucho por hacer en la sociedad -relata-; no es un capricho lo que pedimos, realmente les hace mal (a los chicos). Al otro día, mi hijo estaba muy alterado, temblaba incluso hasta para comer”.

Lo que sucede -comenta Celia Gerardi, psicopedagoga y presidenta de la Fundación Autismo y Discapacidad Tucuman- es que “los chicos con autismo escuchan a 140 decibeles, mientras una persona corriente lo hace a 90. Entonces, en ellos, el impacto sonoro es grandísimo, por eso bregamos por la pirotecnia sonora cero; si bien no pudimos conseguir ese objetivo, llegamos a un consenso (por la ordenanza de San Miguel de Tucumán, que no permite pirotecnia con sonido de más de 70 decibeles) de bajo impacto sonoro”. Ese es solo el principio: “habría que ‘cortar’ con el tema de los fuegos artificiales”, resume.

La merma en el consumo, en la venta y en el uso de fuegos artificiales -resalta- tuvo también que ver con lo que define con el “efecto pandemia”. “No estaban los ánimos para celebrar, y hubo además celebraciones virtuales; todo eso aportó”, alerta.

Para el futuro

Ambas coinciden en que las campañas están dando sus frutos. “Pero falta mucho; no se trata sólo de concientizarnos por el fin de año, sino también por las fiestas patronales, en las celebraciones de cumpleaños, en un mundial de fútbol... Es un cambio de paradigma lo que se está dando, un cambio de mentalidad -reflexiona Celia-; hay menos ruidos, pero todavía hay muchos papás que no toman consciencia de lo que pasa, y por eso hay que seguir haciendo este tipo de campañas. No solamente apuntamos a personas con autismo, sino también a los pacientes con problemas neurológicos, a adultos mayores y a los animales”.

Para estas fechas -dice la psicopedagoga- se aconseja prever una habitación tranquila para alejar a las personas afectadas del ruido, y prender algún aparato electrónico o auriculares. “Se trata de tratar de contenerlos un poco, pero tampoco aislarlos. No deja de ser una celebración -reflexiona-; pero no hay que olvidar que mientras unos se divierten, otros sufren”.

Acciones

Pensar en un 2023 sin fuegos artificiales ruidosos -confirma Fanny- sería una gran alegría. Para seguir concientizando para esta Nochevieja y para las fiestas que vengan, miembros de varias organizaciones darán cierre a la edición 2022 de la campaña Más Luces, Menos Ruido, que se realiza junto a la Municipalidad de San Miguel de Tucumán.

Estarán hoy de 9 a 13 en la Peatonal Muñecas (frente al árbol navideño). Quienes lo deseen, podrán acercarse a recibir información y a sentir cómo una persona con TEA recibe este tipo de sonidos fuertes.

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