San Martín de Tucumán visitó a Almagro en un clima raro y con un intruso en la cancha

Sobre el final, un hincha se metió en el campo de juego para pedirles actitud a sus jugadores; pero antes hubo barras “patrullando” la platea.

DE REGRESO. El hincha tuvo tiempo de volver a la tribuna. La Policía brillaba por su ausencia. capturas de video DE REGRESO. El hincha tuvo tiempo de volver a la tribuna. La Policía brillaba por su ausencia. capturas de video

Eran las 15.15 y en las inmediaciones del estadio “Tres de Febrero” no había casi nadie. Sin embargo, la presencia policial era grande y los controles estrictos. “No se puede pasar por acá”, decía un policía que evitaba que los periodistas cruzaran una valla para llegar al acceso de prensa que estaba a escasos 10 metros. Mala señal en el escenario donde se presentaría San Martín de Tucumán.

Pasaban los minutos y el horario de inicio se acercaba, pero nada. Los hinchas locales iban llegando casi a cuenta gotas y el clima parecía ser el de un juego amistoso. Cuando faltaban 10 minutos ingresó el grueso de la barra “tricolor”. Cantando, y agitando al resto del público, se ubicaron en la tribuna suroeste y colgaron un trapo imponente. “La Banda de Fuerte Apache”, rezaba la bandera.

El estadio está ubicado a unas 10 cuadras del barrio “Ejército de los Andes”, en el que nació Carlos Tevez y que sirvió de rodaje para la serie de Netflix que relató los primeros años de vida del ídolo de Boca.

Allí vive la mayoría de los integrantes de la facción más importante de la barra “tricolor”. Hace algunos años, cuando era presidente de Almagro, Julián Romeo les había “cerrado” las puertas del club. Pero hace un tiempo volvieron a escena y comenzaron a “caminar” los pasillos del estadio.

Iban 88 minutos cuando Brian Andrada se acercó al área “tricolor” y sacó un remate débil. Cristian Aracena se aprestaba para detener el disparo, pero se topó con un barra encapuchado que, con gestos ampulosos, le pedía más actitud a los jugadores. Mientras tanto, el resto de sus compañeros de tribuna cantaban con todas sus fuerzas: jugadores, jugadores no se los decimos más; si nos mandan al descenso, qué quilombo se va a armar. Acto seguido bajaron el contundente: la comisión, la comisión, se va a la p... que lo parió y el ya clásico que se vayan todos.

El árbitro Edgardo Zamora paró el juego e instó a la seguridad a que brindara garantías, porque de lo contrario iba a suspender el partido. Mientras tanto, los barrabravas estaban enardecidos en la tribuna, el intruso ya había regresado a su lugar sin ser capturado y se burlaba de la seguridad desde lo más alto de la tela olímpica.

En la platea, el resto de los hinchas miraban incrédulos. “Están locos estos tipos”, gritaba un hombre mayor, visiblemente ofuscado y que era calmado por algunos compañeros, quienes le señalaban hacia uno de los accesos a esa tribuna y le pedían que depusiera su accionar.

El primer tiempo había sido demasiado tranquilo y nada hacía suponer que la cosa podía terminar como terminó. Sin embargo, el horizonte comenzó a oscurecerse a la par de la tarde; justo en el entretiempo.

Un grupo de hinchas vestidos con camperas que tenían la leyenda “La banda de Almagro - Los Pibes de Siempre”, aparecieron por la zona y comenzaron a “patrullar”. “Ojo que estos vienen a marcar territorio. Acá hay algo raro; esto no huele bien”, aseguró un periodista que camina las canchas de ascenso del conurbano. Y no se equivocó.

Eran barras que habían llegado a esa zona a obligar a cantar a los plateístas y a tratar de “cazar” algún forastero que hubiera osado pasar desapercibido entre los hinchas locales.

Caminaban de un lado hacia al otro, miraban a su alrededor y hasta algunos se habían colocado casi encima del primer asistente y le gritaban qué debía cobrar.

En un momento, uno de los barras se acercó a otro y le dijo que estaba gestionando “un micro para el partido de Copa. Pero la cosa no estaba bien”.

Ahí nomás se levantaron de la platea y bajaron. Pero al rato subieron nuevamente; llamaron al resto de sus compañeros que estaban diseminados por casi toda la tribuna y tuvieron un cónclave parados en la escalera.

Ellos fueron los únicos que estaban en la platea que festejaron cuando el encapuchado apareció dentro del área chica local, casi como un líbero de Aracena.

Cuando el duelo terminó, esos barras tuvieron un altercado con un allegado a la utilería “santa”. Hubo un cruce de palabras y los fanáticos bajaron impetuosamente. “Te vamos a matar, qué venís a hacerte el loco acá”, gritaban mientras enfilaban hacia la zona de vestuarios.

Increíblemente, la primera puerta se abrió. Pero alguien los detuvo en el camino y los obligó a retirarse.

Fue una tarde complicada en “José Ingenieros”. Por suerte el ingreso del barra al campo sólo quedó en una pésima anécdota, en un estadio en el que ayer los barras se movieron como peces en el agua.

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