En julio pasado, el Consejo Superior de la UNT aprobó la designación de la doctora en Letras Carmen Perilli como profesora Emérita. Finalmente hoy se le entregará ese título y en la previa de ese momento, Perilli dialogó con LA GACETA.

- ¿Cómo es su relación con la Universidad?

- Mi vínculo con la universidad es muy entrañable, aunque hemos tenido algunas disensiones, ya en algunos momentos me sentí rechazada y en otros momentos acogida, pero la mayor parte de mi vida, la de trabajo, la he pasado ahí, ¿no? O sea, no solo eso, sino que mi marido también trabaja en la universidad y ahora también mi hijo menor.

- ¿Cómo fue su ingreso?

- Yo he entrado a la universidad  en el 74, con 24 años, 25 años, y estuve hasta hoy salvo en un período, que fue del año 77 al 84, que me he tenido que ir Aguilares cuando secuestraron a mi primer marido. Después yo estuve del 86 hasta el 94 como adjunta, y desde entonces hasta el 2020 como titular. He sido la profesora titular, según creo, más joven de la facultad. Entré muy joven y, bueno, permanecí mucho tiempo. Siempre digo que yo soy de la época de los concursos, y ahora digo que este es mi último concurso porque este cargo es un título. En realidad te proponen, pero hay un jurado de tres profesores, algunos son de afuera, que te evalúan; o sea, no es simplemente una designación. Es  otro concurso. Y, bueno, para mí es una gran satisfacción.

- ¿Cómo fueron esos años lejos de la universidad, en Aguilares? Usted escribió un libro al respecto...

- Me dijeron que mis hijos corrían peligro, así que me fui a la casa de mi madre, donde seguí trabajando, pero solo logré entrar a trabajar a un colegio secundario hacia fines de los ‘70, pero no fue mucho tiempo, porque aún eso no estaba muy bien visto. El pueblo fue un enorme respaldo, digamos. Realmente, tuvimos mucha tranquilidad. Yo había salido de ahí a los 17 años para ir a estudiar. Los dos primeros años de la facultad volvía los fines de semana y por un tiempo estuvo bien, pero después ya no me gustaba tanto volver; pero, bueno, fue una experiencia fantástica de autonomía. Por más que vivía en la casa de una tía en la ciudad, significó mucho para mí en el sentido de la independencia. Además, participé, milité un poco en los grupos estudiantiles; era una época muy linda, muy confusa también.

Consejo Superior de la UNT: designaron profesora emérita a Carmen Perilli y profesor consulto a Horacio Saleme

- ¿Qué rol cumplió la literatura en ese exilio?

-  Bueno, yo seguí trabajando. Tenía contacto con María Eugenia Valentie, y ella formó un grupo, se llamaba “Mitos y Logos”, y yo venía a Tucumán solo a la mañana para eso, y me quedaba en la casa de mi abuela. El libro que escribí sobre eso se llama “Improlija memoria” y refleja esos años. Yo leía, escribía, veía películas, escuchaba música... Mi madre era una persona muy culta, y ella me ayudaba mucho, y mi familia era la historia, claro.

EL OFICIO DE LECTORA. Perilli sostiene la lectura constante, ya sea con libros físicos o con textos por internet.

- ¿El regreso a la universidad cómo fue?

- Yo volví con una beca al Conicet, e hice mi trabajo sobre (Jorge Luis) Borges. En el año 84 me reincorporaron al cargo que yo tenía en el 76, que era una simple Jefe de Trabajos Prácticos. Con eso no iba a comer, pero por suerte tenía vehículo. Y en el 86 bueno, cambia totalmente mi vida, porque yo me presento al concurso de adjunta de Literatura latinoamericana, que finalmente gano. La cátedra estaba prácticamente desmontada. De golpe, la cátedra se llenó, tenía más 100 alumnos y después yo armé una segunda cátedra, o sea, no alcanzaba con una. Hasta hicimos una segunda materia. Cambiamos todo en la materia. Teníamos la conciencia de que la palabra “latinoamericana” remite a un momento utópico, y tiene un origen también dudoso, en el sentido de que en realidad se coloca para diferenciar la zona en la que se habla en lenguas romances de la zona de la que habla inglés. Mi concepto de la literatura latinoamericana era el de un espacio sumamente plural en el que no hay una hegemonía del castellano ni del portugués o de España. Todo este proceso de la literatura latinoamericana derivó en la creación del instituto de investigación, el Iiela.

- ¿Cómo fue la creación de la revista “Telar”?

- En 2004 la fundamos con el equipo; hoy ya lleva 33 números y está reconocida como una de las revistas con mayor calidad en su área. Con esto, creo que en este momento, a nivel latinoamericano e internacional, hemos conseguido que el espacio de la cátedra de literatura latinoamericana de Tucumán sea reconocido como uno de los espacios más importantes. Esa era la idea, ¿no? La Argentina es un país con enorme concentración en el puerto. Yo le llamo la cinta de plata, porque es Rosario, Buenos Aires y La Plata. Eso vendrían a ser aquellos que nos devoran un poco. Donde todos los proyectos regionales fracasan frente al diseño del país. El país está diseñado, como decía Martínez Estrada, con una cabeza de Goliat: una cabeza grande y un cuerpo que sirve esa cabeza. Y acá un poco quedamos en una relación de total inferioridad, pero sobre todo como aislados.

Respuesta a Carmen Perilli

- ¿Por qué empezó a estudiar Literatura?

- Por (Gabriel) García Márquez. Mi gran amor era García Márquez. A mi último año para ser maestra lo hice en un colegio de monjas, que para mí fue la tortura más grande. Y en ese momento, llega mi papá y me regala “100 años en soledad”, y la verdad es que lo leí y quedé enamorada. Lo discutí mucho con mis compañeros que andaban con “Rayuela” bajo el brazo y creo que “100 años de Soledad” nos hablaba más a nosotros los tucumanos de lo que puede hablar “Rayuela”. Yo venía de un pueblo de ingenio, y venía del cierre de los ingenios. Todo eso está en Macondo. Macondo es más Tucumán que lo metropolitano.

- Usted hizo trabajos sobre la representación de la mujer en García Márquez y en Carpentier. ¿Cómo ve el rol de la mujer en la literatura de hoy?

- Bueno, el cambio es enorme. Creo que, de todas maneras, lo que muestran estos dos autores son esas figuras bastante míticas de mujeres de matriarcas, en el caso de “Nacional”, donde hay una nostalgia del matriarcado, porque muestra la crisis de ese patriarcado en esos soldados que no ganan ninguna guerra, en esos patriarcas que no protegen a la estirpe. Es Úrsula que sale a hacer todo, ¿no? O sea, en el caso de Carpentier, pasó lo mismo, pero hoy en día ha habido un proceso de muchos años. Ha venido una historia de mujeres muy celebrada en el mercado que ha seguido una línea del realismo mágico, que sería como Isabel Allende, Laura Esquivel; que no digo que sean malas escritoras, pero que, de alguna manera, han mantenido ciertos estereotipos. Lo que está pasando es, primero, que ahora escriben y son más visibilizadas, y segundo, se está rescatando a muchas mujeres. También ha habido un cambio en la noción de la masculinidad. Han cambiado las autorrepresentaciones, las representaciones de la mujer, y bueno, también está la importancia de la visibilidad que están que han adquirido otros sujetos, como pueden ser los homosexuales, las lesbianas y todo el colectivo. Aunque Mario Puig ya escribió sobre eso mucho antes.

- ¿Cómo ve la educación?

- Yo soy una gran partidaria de la educación pública. Entiendo que el financiamiento es otro tema para discutir. Yo creo que la educación tiene un gran impacto, que son las tecnologías. O sea, la aparición de la tecnología, que además crea una brecha porque los maestros y los alumnos no manejan la tecnología fuerte. Los alumnos, en general, manejan la tecnología más boba, digamos que es el celular. Muy pocos llegan a la computadora. Pero tampoco les han enseñado a usarla. Creo también que hay un desprestigio grande del libro, tengo grandes discusiones, sobre todo con mi nieto mayor, que en algún momento me decía que yo era arcaica por leer libros físicos. Ojo, ¿no? Yo leo Internet, leo en Google, compré libros online, porque no hay a veces manera de acercarse a ciertos libros, sino extrayéndolo a través de Google. También veo que a los chicos no les gusta la escuela, y para mí es muy impresionante.

-  ¿Cómo ve a los autores de Tucumán?

- Hay mucha escritura interesante. Yo he estado leyendo algunos, me ha gustado mucho, por ejemplo, la escritura de María Lobo, también Blas Rivadeneira. Creo que a veces lo que pasa con los autores locales es lo que decía una excelente crítica chilena, Lorena Amaro: deben aceptar la mediación de la crítica. Deben tener menos apuro en sacar los trabajos y aceptar la crítica. El libro va a triunfar en algún momento. Lo que pasa, hoy en día también es que con la tecnología también hay cantidades de libros, ¿no? La obligación de sacar libros no es bueno. Siempre hay que pulir y tener paciencia. Sí creo que hay gente muy creativa y a mí me parece muy interesante. Hay gente que está escribiendo teatro, por ejemplo, que me parece también interesante.

Perfil  

Carmen Perilli es doctora en Letras, investigadora y ensayista. Fue profesora titular de Literatura Latinoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, directora de la Maestría de Lengua y Literatura, directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios latinoamericanos y profesora visitante de las universidades de Valencia y Gotemburgo. Es editora de la revista “Telar” e investigadora del Conicet. Colabora en LA GACETA Literaria desde 1986. Es autora, entre otros libros, de “Imágenes de la mujer en Carpentier y García Márquez”, “Historiografía y ficción en la narrativa latinoamericana” y “Países de la memoria y el deseo. Jorge Luis Borges y Carlos Fuentes”.