

“¡La vida festejemos, agradeciendo a la tierra, la abundancia que tenemos, joi joi joi joi joi!”. En lo alto de Rodeo Grande, a siete kilómetros de Tafí del Valle, una mujer canta al ritmo de una caja y se presenta como una guardiana de semillas y tradiciones ancestrales. Ángela Romano es tafinista de nacimiento y agricultora. Su madre, una pastora que vivía en los cerros, la dejó al cuidado de su abuela cuando Ángela tenía 8 años y, al fallecer la mujer, quedó con el esposo de esta, quien le enseñó todo lo que sabe. “Fui criada por un hombre y con él no aprendí a lavar platos y limpiar, sino a trabajar la tierra”, recuerda con orgullo.
“La casa de mi tata”
El destino quiso que el lugar donde hoy vive le fuera regalado. Ella lo bautizó como “La casa de mi tata”, en honor a sus raíces. Ahí, en un campo de más de dos hectáreas, cultiva maíz, diversas variedades de porotos y verduras, todos productos regionales que cosecha para vivir junto a su marido. Gracias a esta actividad, criaron a sus cinco hijas. “Yo no sé si sé mucho, al menos lo sé hacer”, reflexiona.

En el invierno de 2008, su camino tomó un giro inesperado cuando una pareja de turistas la animó a conocer el Movimiento Nacional y Latinoamericano de Salud Laicrimpo. En ese entonces Ángela organizaba junto a otras mujeres tafinistas un encuentro de conservación y rescate de maíz con el INTA. “En esos eventos, escuché por primera vez que con mi trabajo estaba defendiendo la vida y desde 2009 soy alumna con asistencia perfecta”, cuenta la mujer. Desde entonces, su compromiso con la agroecología se fortaleció. “Nuestro objetivo es ‘guardianar’ las semillas que usamos, semillas criollas que no compramos”. También forma parte del Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (Maela), donde dicta talleres y comparte experiencias con muchas mujeres que, como ella, trabajan la tierra de manera sustentable.
El tiempo ha traído cambios. Antes, ella y su esposo trabajaban en una chacra de dos hectáreas, pero ahora, con más de 70 años cada uno, decidieron limitar el cultivo a una porción menor. “Somos mayores y nos cansamos más que antes, así que decidimos, hace unos años, sembrar sólo la parte más pequeña de tierra”, dice con serenidad y cuenta que sus hijas ya están criadas, todas son profesionales universitarias. “Siempre hicimos un buen equipo con mi esposo, somos compañeros”, remarca.

En Tafí del Valle hay grandes productores agrícolas, pero Ángela no busca riqueza ni expansión, ella es productora agroartesanal. “Lo mío es de otra manera, no sé si tengo sueños muy limitados, pero para mí es una forma de vivir”, reflexiona la tafinista sobre su labor en la ecohuerta orgánica, sin agrotóxicos y 100% autosustentable de su hogar.
En reconocimiento a su labor, en 2024 fue candidata a la distinción otorgada a las mujeres rurales del país en el primer Foro Internacional de Género y Ruralidad. Además, en abril de 2024 representó a la Argentina en el Encuentro Mundial por la Salud del Pueblo en Mar del Plata, donde participaron cientos de exponentes de 67 países. “Yo crecí, crecí todos estos años, no sólo me capacito constantemente desde 2009 sino que gracias a la agricultura mandé a mis cinco hijas a la universidad y cumplí mis sueños”.
Turismo sanador
En “La casa de mi tata”, el turismo tiene un significado especial. Los visitantes, en su mayoría citadinos de todo el país, no son meros espectadores; trabajan junto a Ángela, “desyuyando”, sembrando y cosechando, a cambio de hospedaje. “Hay quienes vienen y sueltan mucho dolor”, dice, y recuerda a una turista santafesina que pasó más de diez días en su hogar para sanar el duelo por la pérdida de su hermano discapacitado.
“Antes me emocionaba con las historias y dolencias de los turistas, pero con el tiempo me hice más ‘dura’ y aprendí a escucharlos para ayudarlos a sentirse mejor. Me gusta caminar con ellos y mostrarles mi hogar, compartir lo que sé y conocerlos”, admite pero esto no es del todo cierto. Unos minutos después Ángela se seca las lágrimas y habla de un compañero que fue importante en su vida: su caballo. Entre sus recuerdos más entrañables está El Moro, que les ayudaba a labrar la tierra y murió en 2020. “Dicen que era viejito, vino a verlo un veterinario, enfermeros y hasta un curandero cuando enfermó”. No lograron salvarlo, pero su memoria permanece viva. Aunque alguna vez pensó en tener otro caballo, desistió de esa idea. Prefiere trabajar menos y disfrutar más de sus logros.

El recorrido de los visitantes que llegan durante todo el año se inicia con risas de parte de los dueños de casa. Recorren todas las plantaciones del campo, la anfitriona les explica cada producto que tiene y cómo los produce, los invita a caminar entre el maizal, a oler las plantas aromáticas que crecen naturalmente, describe las propiedades medicinales de cada una y cómo las consumen. “Todo lo que crece en la tierra sirve, se agradece. Si vemos simplemente parece maleza, pero no lo es”, explica la agricultora
La milpa, el policultivo que tiene Ángela, incluye maíz, porotos de diferentes variedades como pallar blanco y negro, el jaspeado, alubias rojas, poroto negro brasileño y porotos blancos boca azul; además, zapallos y verduras. “Estoy profundamente agradecida a esta tierra generosa. Gracias a ella soy abundante”, dice con los brazos abiertos ante la belleza de su hogar.
La “guardiana de las semillas” resalta la importancia de la mujer que siembra como figuras indispensables y popularmente invisibilizadas en las economías locales. “Ser campesina no es motivo de vergüenza. Yo aliento a otras mujeres a transmitir sus conocimientos. Somos importantes”, puntualiza.
Desde el corazón de Tafí del Valle, Ángela Romano cosecha mucho más que maíz: cosecha valores, tradición y esperanza de cada semilla que “guardianan” sus manos.