

Con 750.000 habitantes, el área metropolitana de Salta (Gran Salta), que conforman ocho municipios, cuenta con la mitad de la población que el Gran Tucumán.
Pese a esto, en la metrópolis salteña operan 70 líneas de ómnibus, de distinta envergadura, algunas con sólo seis unidades y recorridos más cortos, y otras con más de 30 coches, que realizan trayectos más prolongados.
En el Gran Tucumán funcionan menos de la mitad: 32 líneas, 14 en la capital y 18 en el área metropolitana.
Una de las principales diferencias con el transporte público de la provincia vecina, es que es administrado por la Sociedad Anónima del Estado de Transporte Automotor (Saeta), cuya área de cobertura incluye a 11 municipios, los ocho del Gran Salta, más otros tres municipios y las localidades aledañas a la metrópolis.
Saeta informa que realiza entre 550.000 y 600.000 viajes diarios, según el día y la época del año, mientras que en el Gran Tucumán se registran en total 160.000 cortes de boletos cada 24 horas.
La primera pregunta que surge ahora mismo y se nos viene a la cabeza es: ¿por qué con la mitad de población en Salta se producen casi cuatro veces más viajes en colectivo?
Algunas respuestas
El viaje es $ 60 más barato ($ 950 contra $ 890), lo que no parece, a simple vista, mucha diferencia.
Con ese boleto de $ 890 un salteño puede recorrer grandes distancias, como por ejemplo ir desde Coronel Moldes hasta la capital, que está a 55 kilómetros.
Si un salteño debe combinar dos líneas para llegar a su destino final lo hace con el mismo pasaje, si el trasbordo lo realiza en un lapso menor a una hora. Para hacer lo mismo un tucumano deberá abonar $ 1.900 en el menor de los casos (dos líneas urbanas).

El boleto interurbano en Tucumán oscila entre $ 1.200 y $ 1.700. A esto se le puede sumar la combinación de dos líneas, con lo que se duplica o cuatriplica si se cuenta ida y vuelta.
Un viaje similar al de Coronel Moldes a Salta, por ejemplo, podríamos decir a Monteros, un tucumano paga $3.500, sólo de ida.
Con 70 líneas para la mitad de la población, el Gran Salta cuatriplica en cantidad de líneas al Gran Tucumán, que posee la mitad de empresas pero para el doble de gente.
Con esa exorbitante diferencia se desprende que las frecuencias son bastante mayores, las esperas menores y los viajes más rápidos.
Demasiadas ventajas
El concepto de Saeta no es original y está lejos de ser óptimo, pero los datos confirman que es bastante más exitoso, eficiente, barato y por lo tanto más utilizado.
600.000 viajes por día en ómnibus representan una importante descongestión de vehículos particulares, autos y motos, un tránsito más fluido, menor contaminación, y el bolsillo del vecino más cuidado, con pasajes más baratos para mayores distancias y con la posibilidad de combinar líneas con el mismo boleto. Y este último dato no es menor, ya que Saeta realiza 2,6 millones de viajes mensuales por trasbordo; es decir, pasajes que no desembolsó el usuario.
Ante semejante problema de transporte que enfrenta Tucumán ninguna solución o mejora será sencilla, pero está a la vista que es posible. Y no en el primer mundo, acá cerca, a unos pocos kilómetros.
El área metropolitana, cada vez más fragmentada
El problema del transporte público en Tucumán es principalmente político. Salvo algunas excepciones, como la recolección y tratamiento de la basura o la recuperación de neumáticos en desuso, denominado Neumatón, no existe en el Gran Tucumán una política seria en materia de gobernanza metropolitana. Por el contrario, con el lanzamiento de dos nuevas tarjetas diferentes para viajar en la capital y para el resto del área metropolitana y la provincia (SUBE e Independencia) se agrava la fragmentación o, en el mejor de los casos, sigue igual. ¿Por qué no se implementó una sola tarjeta, con un mismo software que arroje una información mucho más completa y que además permita los trasbordos, como ocurre en tantas ciudades? Esta situación se replica en todos los órdenes: caos vehicular, servicios ineficientes, inseguridad, inundaciones, etcétera. La carencia de una gobernanza metropolitana, que es una tendencia urbanística mundial para resolver problemas comunes a una misma ciudad, es la madre de los padecimientos tucumanos de este nuevo siglo