Trastornos alimentarios: qué conceptos virales incitan a los chicos a dejar de comer

“Ana” y “Mía” son términos utilizados para fomentar la anorexia y la bulimia. Aunque las redes intervienen estas palabras, siempre reaparecen. Los profesionales dan consejos para prevenir estas enfermedades.

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PREOCUPANTE. Los casos de bulimia y anorexia aumentaron un 30% en los últimos años. PREOCUPANTE. Los casos de bulimia y anorexia aumentaron un 30% en los últimos años.

Inés M. reconoce que la anorexia de su hija comenzó hace cinco años, cuando ella tenía apenas 13. “Estábamos en la pandemia. Loli pasaba muchas horas conectada. En la mesa empecé a notar que dejaba comida en el plato y se había obsesionado con hacer ejercicio siguiendo páginas de internet”, detalla la mamá.

Aunque al principio no le pareció mal, mientras pasaban los días se dio cuenta que la joven se empeñaba en bajar de peso y lo estaba logrando. “Me dijo que sacaba recetas de internet para comer saludable. Entonces, yo le propuse ir a un nutricionista para que le diera una guía y así hicimos. Pero unos meses después, empezó a saltearse las comidas”, relata.

Pensó que la vuelta a clases, en 2021, iba a mejorar las cosas. Sin embargo, todo empeoró. “No quería salir para no comer; en casa todos los días era una pelea en la mesa”, explica la mamá. El nutricionista observó que el peso de la adolescente estaba por debajo del límite saludable y les indicó ver a un especialista en salud mental para que valorase un posible trastorno de conducta alimentaria (TCA).

“No lo podía creer. Mi hija, que era excelente en todo lo que hacía, tenía un trastorno”, expresa. Cuando empezó el tratamiento, descubrieron que las redes sociales potenciaron en gran parte el problema que tenía Loli. En estos espacios, ella seguía consejos de chicas que también presentaban trastornos con la alimentación. “Tenía facilidad para acceder a mucho material. Estaba muy enganchada. Pasaba horas y horas navegando por ese contenido”, explica la mamá.

A los 15 y con su altura de 1.67 metros, llegó a pesar 41 kilos. Fue un camino muy largo que tuvieron que recorrer con su familia para ayudarla a salir de la pesadilla. De hecho hoy sigue en tratamiento.

Qué pasa en la web

Aunque las redes aclaran que no se permiten contenidos que fomenten o promuevan los trastornos alimenticios, con etiquetas y diversas abreviaturas los usuarios encuentran maneras de eludir los filtros y continuar compartiendo experiencias, así como métodos efectivos para adelgazar o motivarse a perder peso.

Inés, que pasó días investigando en las redes, se encontró con los términos “Ana” y “Mía”, códigos utilizados para referirse a la anorexia y a la bulimia. Detrás de una apariencia inofensiva, estos términos encubren comunidades que incitan a niños y adolescentes a adoptar hábitos extremos de restricción alimentaria, promoviendo los trastornos de la conducta alimentaria como un estilo de vida. Aunque las redes tratan de intervenir estos conceptos, que empezaron a circular hace unos años, siempre logran reaparecer con videos e imágenes, brindando consejos para dejar de comer, enseñan a utilizar laxantes y dan tips para esconder los trastornos a los adultos.

Preocupación

Los profesionales que trabajan con trastornos de la conducta alimentaria no lo dudan: las redes sociales tienen un gran impacto en el aumento de casos de bulimia y anorexia entre los jóvenes, una tendencia que se ha vuelto aún más evidente en los últimos años.

En todo el mundo, se calcula que los casos de TCA aumentaron hasta un 30%. Según una investigación publicada por Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), Argentina es el segundo país con más cantidad de casos de trastornos de conducta alimentaria en el mundo. Uno de los principales motivos es la exacerbación de los cuerpos ideales en redes sociales.

Mariela Córdoba, nutrionista especializada en obesidad y trastornos alimentarios, sostiene que redes como Instagram y Tik Tok influyen muchísimo en los niños y adolescentes.

Según explica, para que se desencadene un TCA tienen que coexistir diferentes factores: la genética, la familia y la sociedad. “En este caso de las redes, la sociedad se mete en la mente de los chicos a través de una pantalla de celular”, apunta. Por eso, el consejo más importante para los padres es que ellos deben saber cuáles son las cuentas que sus hijas siguen y pedirles que dejen de seguir cuentas que solo hablan de no comer, de hacer dietas, de hacer retos de actividad física, y aquellas que muestran publicidad engañosa de productos para perder peso. También recomienda limitar el uso del celular a un número razonable de horas por día.

Pero también hay que guiar a los hijos desde que son chicos para que acepten lo que es una alimentación saludable. En ese sentido, según la médica, a los niños no se los hace hacer ninguna dieta, por más que tengan sobrepeso u obesidad. “Lo que se maneja es ambiente seguro donde no haya alimentos disparadores de descontrol, se hace educación emocional si es necesario con psicoterapia. No hay que prohibir alimentos, sino ofrecerles siempre opciones saludables”, señala.

“Justamente el riesgo de hacer una dieta en una edad vulnerable como es la niñez o la adolescencia es desarrollar un TCA. Los trastornos comienzan con una dieta o con un comentario sobre el cuerpo”, añade.

Luego habló sobre la influencia de las redes respecto a la construcción de la autoestima: “tienen mucho que ver porque cuando hablamos de TCA, la imagen corporal está afectada. Se distorsiona porque se enferma una estructura cerebral que se llama ínsula. El efecto de las redes es la comparación permanente con cuerpos que en la gran mayoría de las publicaciones están en pose para disimular zonas no aceptadas del cuerpo y con filtros. Entonces, nuestras adolescentes se están comparando permanentemente con imágenes irreales de cuerpos que ven pero que no existen. Por lo tanto están viendo un ideal de belleza imposible de alcanzar y de sostener en el tiempo. Eso las enferma aún más”, concluye.

Agustina Murcho, licenciada en nutrición especialista en trastornos alimentarios, coincide en que las redes sociales afectan la autoestima de los jóvenes al exponerse en ellas constantemente imágenes idealizadas y cuerpos irreales.

De acuerdo con un informe de la Agencia de Calidad de Internet, en la Red circulan más de cuatro millones de publicaciones con las etiquetas #ana (anorexia) y #mia (bulimia). Muchas personas afectadas por estas enfermedades emplean estos hashtags para intercambiar trucos, experiencias o métodos para adelgazar. Lamentablemente, según explica Murcho, personas vulnerables a desarrollar trastornos alimentarios se sienten atraídas por estas cuentas, lo que aumenta significativamente el riesgo de que desarrollen un desorden alimenticio.

A tener en cuenta: qué hacen las redes sociales para combatir la bulimia y la anorexia

Cada vez más, redes sociales como Instagram y TikTok son presionadas para que tomen medidas contra los contenidos que se divulgan en sus plataformas y que podrían ser perjudiciales para los adolescentes.

TikTok, por ejemplo, implementó medidas de prevención, como redirigir a los usuarios que buscan los términos “Ana” o “Mía” a un mensaje de ayuda que expresa: “No estás solo/a. Si tú o alguien que conoces está pasando por un momento difícil, siempre hay ayuda disponible”, seguido de recursos sobre trastornos alimentarios.

Trastornos alimentarios: qué conceptos virales incitan a los chicos a dejar de comer

Instagram y Facebook también endurecieron medidas para combatir la anorexia y la bulimia. Por ejemplo, censuran determinadas imágenes que contengan costillas marcadas, barrigas con forma cóncava y los conocidos como thigh gaps, o hueco entre los muslos. Pero según los especialistas, estas medidas no alcanzan. Las redes sociales tienen una influencia muy fuerte sobre los adolescentes y hay muchas cuestiones que escapan a los controles.

Para tener en cuenta, estas son las señales de que un hijo podría tener un trastorno de la conducta alimentaria:

•Cambios bruscos en la alimentación, como dietas extremas o evitar ciertos alimentos sin motivo claro.

•Atracones o compulsión.

• El intentar saltarse comidas, comer en secreto, esconder o tirar comida. Un caso típico es cuando uno encuentra restos de comida guardada en la habitación.

•Ejercicio físico excesivo y compulsivo.

•Obsesión con el peso o la imagen corporal. Hablan con demasiada frecuencia de comida, calorías y lo que dicen las balanzas.

• Aparece la amenorrea (ausencia de períodos menstruales).

•Cambios emocionales, como irritabilidad, ansiedad y retraimiento social.

• La pérdida de peso rápida. El crecimiento (peso y altura) se detiene.

• Hay cambios en el rendimiento escolar (aumento del tiempo dedicado al estudio o bajo rendimiento).

• Hay un aumento de interés por webs específicas o cuentas en redes sociales que difunden sobre dietas, imagen corporal y autolesiones.

Ante cualquiera de estos síntomas, la licenciada Agustina Murcho sostiene que es vital acercarse de manera empática y evitar comentarios que puedan resultar invasivos o que refuercen la obsesión con la apariencia física. Buscar ayuda profesional es el primer paso para un diagnóstico adecuado y un tratamiento efectivo, puntualizó.

Consejos: antes de juzgar y prohibir, hay que conocer, aprender y escuchar

El daño que provocan las redes en la salud mental de los menores está preocupando cada vez más a los especialistas. Los términos ‘Ana’ y ‘Mia’ forman parte de una dinámica propia de esta época. Se crean términos en las redes para definir y conceptualizar cuestiones importantes. Esto también quedó en claro en la serie “Adolescencia”, que se estrenó hace poco en Netflix y de la cual el mundo entero está hablando.  Roberto González Marchetti, psicólogo y presidente de la Federación de Entidades Profesionales Universitarias de Tucumán (Feput, sostuvo que antes de juzgar o prohibir a nuestros hijos estar en las redes, tenemos que conocer, aprender y escuchar. “Entonces, sabremos si podemos prohibir, fomentar usos saludables, o permitirles que puedan expresarse con el adulto, sin ser juzgados”, señaló.

Trastornos alimentarios: qué conceptos virales incitan a los chicos a dejar de comer

“Es necesario entender a un adolescente, y por eso debo preguntar, asesorarme con ese joven, pero fundamentalmente, aceptar, que están en un proceso de aprender a construir la responsabilidad de sus propias decisiones, y por eso le tenemos que dar seguridad”, aconsejó.

¿Qué hacer con las cosas que no entendemos? Por ejemplo, lo que significan para ellos algunos emojis o términos que usan. “Son códigos. Si no entendemos, el fenómeno de ese código, es porque el adulto no está, y  no podremos hacer mucho, o, se hará desde la urgencia y el miedo, y nos vamos a equivocar”, apuntó.

“La pregunta que debemos hacernos es si damos las herramientas al adolescente, cuando sufre un rechazo, y ojo, el rechazo, lo damos también nosotros como padres, que no tomamos 5 minutos del día para compartir, con ellos. O damos mensajes de rechazo a nuestra propia pareja (hombre o mujer), a nuestros padres que viven con nosotros, o rechazamos, al vecino, que viene a saludar, o pedir ayuda, o rechazamos, desde nuestra intolerancia, otros discursos y formas de pensar.

En definitiva, debemos vencer nuestros miedos, aceptar nuestras limitaciones, y aprender a ser padres, de hijos tecnológicos, y sabremos así, en que momento es necesario escuchar, apoyar y prohibir”, recomienda.

Por otro lado, González Marchetti habla sobre la creencia de algunos padres que dejan que sus hijos se encierren en la habitación la computadora creyendo que están en un lugar seguro. Y es todo lo contrario. En un mundo virtual, sin la presencia de un adulto, el niño o adolescente aprovecha el anonimato, que le da impunidad para expresar impulsos y conductas de riesgo, remarca.

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