
“Existen en la actualidad varios cambios recientes en la susceptibilidad de plagas clave en soja y en maíz, lo que requiere estar muy atentos a su evolución y a su comportamiento”, subrayaron Augusto Casmuz y Alejandro Vera, técnicos de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc), durante un conversatorio técnico en el cual se abordaron cuatro especies de gran impacto en la campaña 2024/2025.
• Rachiplusia nu: crece su impacto sobre la tecnología Conkesta. Con el restablecimiento de las lluvias durante la campaña actual, se observó un incremento en la presencia de lepidópteros plaga en soja. Entre ellos, Rachiplusia nu fue la especie que más se destacó, debido a su comportamiento inesperado frente a la tecnología Conkesta. Aunque esta plaga no era considerada un blanco específico de dicha tecnología, los daños registrados este año indican un cambio en su susceptibilidad. “Detectamos un aumento significativo en la incidencia y severidad de daños en lotes con Conkesta”, advirtió Augusto Casmuz.
Los ensayos de laboratorio realizados por el equipo técnico confirmaron un escenario distinto al de campañas previas, evidenciando una mayor supervivencia larval y un incremento en los niveles de defoliación. No obstante, Alejandro Vera subrayó que Rachiplusia nu continúa siendo susceptible a la mayoría de los insecticidas registrados para su control, lo que permite sostener alternativas efectivas dentro de un manejo integrado.
• Helicoverpa zea: una plaga que exige precisión. Otra especie que encendió alarmas esta campaña fue Helicoverpa zea, sobre todo por su relación con la proteína Vip3A. “Encontrar más de una oruga por espiga en ciertos lotes es un indicador preocupante”, señaló Casmuz. Vera añadió: “La ventana de vulnerabilidad de esta plaga es muy corta, y eso nos obliga a actuar con extrema precisión: monitoreos frecuentes y decisiones de control oportunas son fundamentales”.
• Spodoptera frugiperda: la tecnología aún resiste. En el caso de Spodoptera frugiperda, los resultados fueron más alentadores. “La tecnología Vip3A sigue funcionando bien, tuvimos otro año con buen control”, explicó Casmuz. Sin embargo, ambos señalaron que hubo fallas puntuales en aplicaciones foliares, aunque más relacionadas con factores climáticos y problemas en la calidad de aplicación que con resistencia a los insecticidas en sí.
• Dalbulus maidis: el vector que marcó la campaña. Para cerrar, los investigadores abordaron la situación de Dalbulus maidis, vector del complejo del achaparramiento del maíz, protagonista indiscutido de la campaña pasada. “La diferencia entre campañas fue abismal. Este año los incrementos poblacionales se registraron fuera del período de susceptibilidad del cultivo”, explicó Casmuz.
Frente a este escenario, destacaron que algunas prácticas culturales resultaron claves: “La elección de híbridos más tolerantes y el ajuste de fechas de siembra hicieron una gran diferencia”, sostuvo Casmuz. Ambos coincidieron en la importancia de sostener el monitoreo más allá del período de susceptibilidad del cultivo. “Generar información continua nos va a permitir anticiparnos y mejorar el manejo año a año”, añadió Vera.
Respecto al control químico, Casmuz concluyó con una reflexión práctica: “Aprendimos que actuar con baja incidencia marca la diferencia. El momento de intervención es clave, y llegar tarde puede condenar el resultado del manejo”.
Conclusiones
Debido a ello la campaña 2024/2025 deja una enseñanza clara. “Las plagas cambian, y con ellas debe evolucionar también la forma de monitorearlas y de controlarlas. La resistencia o pérdida de susceptibilidad ya no es una amenaza futura: es una realidad presente que obliga al monitoreo constante, a la rotación de tecnologías, y a decisiones agronómicas integradas. La clave está en adaptarse, anticiparse y actuar a tiempo”, finalizaron los expertos.