Informe de un economista revela cómo la operatoria de Scott Bessent generó ganancias para EEUU mediante el swap

Un análisis muestra que el rescate cambiario terminó en un arbitraje perfecto para Washington y en un pasivo adicional para el Banco Central.

Javier Milei y Scott Bessent. Javier Milei y Scott Bessent.
16 Noviembre 2025

Una compleja operatoria financiera salió a la luz tras las semanas de mayor tensión cambiaria previas a las elecciones bonaerenses, revelando una serie de decisiones que redefinieron el rol de los principales actores del mercado y expusieron la fragilidad del esquema cambiario argentino.

La turbulencia previa al proceso electoral en la provincia de Buenos Aires evidenció un proceso poco transparente y de profundas implicancias macroeconómicas: la intervención directa del Tesoro de Estados Unidos en el mercado local, la imposibilidad del Banco Central (BCRA) de cumplir su función estabilizadora y la posterior activación del swap para garantizar que Washington cerrara su posición sin pérdidas. Un movimiento sofisticado y, al mismo tiempo, un síntoma de la debilidad estructural del sistema.

Un informe del economista Christian Buteler, publicado en el diario "Ámbito", señaló que, en esos días, la búsqueda de cobertura por parte del sector privado derivó en una clásica corrida hacia el dólar. La divisa avanzó rápidamente hacia el límite superior de la banda cambiaria, forzando al Banco Central a vender más de U$S1.100 millones en apenas tres jornadas. Lejos de estabilizar el mercado, esas ventas marcaron el agotamiento del régimen de bandas, cuyo techo debía funcionar como ancla de expectativas.

Con un mercado convencido de que la autoridad monetaria ya no podía sostener la paridad, apareció un actor inesperado: el Tesoro de Estados Unidos, encabezado por Scott Bessent. Su intervención -comunicada tanto por el Secretario del Tesoro como por el equipo económico argentino- consistió en vender dólares en la plaza local para reforzar la señal de estabilidad. Pese a ese respaldo inédito, la presión compradora no cedió y las ventas continuaron.

La crisis no se gestó por una sola causa. A la tradicional búsqueda de refugio preelectoral se sumaron desaciertos de política monetaria que venían erosionando la credibilidad. La eliminación de las Lefis restó herramientas de regulación, la comunicación sobre el funcionamiento de las bandas fue errática y el mercado asumió que, cualquiera fuera el resultado, el esquema sería modificado o abandonado. Sin credibilidad, los instrumentos pierden efecto y la reacción del mercado se vuelve automática. La intervención estadounidense buscó revertir expectativas, pero no logró desactivar la idea de un dólar más alto, indicó el economista en su análisis.

Cada venta del Tesoro de Estados Unidos implicaba recibir pesos que luego se colocaban en una letra del BCRA con un rendimiento del 4% mensual. Aunque la única información oficial fue la intervención de Bessent, el resto de la operatoria debió reconstruirse a partir de datos del propio Banco Central y declaraciones posteriores del funcionario. La autoridad monetaria evitó responder consultas y no transparentó las cifras.

El resultado electoral de octubre modificó el clima político y financiero: el oficialismo logró una victoria contundente a nivel nacional y revirtió la derrota previa en la provincia de Buenos Aires. Acciones y bonos protagonizaron subas históricas, pero el tipo de cambio apenas retrocedió 4% tras los comicios. Incluso tres semanas después, se ubicaba a menos de 7% del techo de la banda. Para el Tesoro estadounidense, ese escenario era problemático.

Washington había vendido cerca de U$S2.000 millones. Ahora necesitaba recomprarlos, pero el mercado, con montos diarios cercanos a los U$S400 millones, no permitía absorber tal volumen sin provocar otra corrida y un eventual retorno al techo cambiario. Ante el riesgo de pérdidas y una nueva crisis, solo quedaban dos opciones: recomprar lentamente o activar el mecanismo previsto desde el inicio: el swap.

El swap funcionó como seguro: si el mercado no ofrecía condiciones para desarmar la operación sin pérdida, el BCRA vendería los dólares directamente al Tesoro estadounidense. Fue lo que ocurrió. Aunque el resultado electoral fue favorable al gobierno de Milei, el dólar no cayó lo suficiente, y el Banco Central entregó las divisas necesarias para que Washington cerrara su posición con ganancia y sin asumir el riesgo que sí enfrentan los actores locales.

Pese a que el BCRA no confirmó ni desmintió la operación, los balances mostraron el aumento del pasivo vinculado al swap y el giro neto de dólares. El resultado fue evidente: una operación que debería haber implicado riesgo para el Tesoro estadounidense se transformó en una deuda adicional para el Banco Central argentino.

El episodio configuró un arbitraje monumental: el Tesoro norteamericano vendió dólares en plena crisis, obtuvo un rendimiento del 4% mensual por los pesos recibidos y luego recompró las divisas sin riesgo gracias al swap, cuyo costo quedó en el balance del BCRA. La diferencia obtenida por Scott Bessent se convirtió en un pasivo adicional que recaerá finalmente sobre la economía argentina.

Más allá del mecanismo técnico, la crisis dejó una conclusión central: sin credibilidad en el régimen cambiario y sin reservas propias para intervenir, el Banco Central quedó reducido a un papel pasivo, dependiendo de asistencia externa y obligado a absorber los costos de operaciones que terminaron beneficiando a terceros.

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