Lo que el fútbol se llevó

Por Ezequiel Fernández Moores

07 Abril 2013

Suele decirse que el fútbol funciona como refugio de identidades. ¿Qué identidad podrá presentar el fútbol argentino cuando este viernes se cumpla un nuevo aniversario de su bautismo oficial? Un 12 de abril de 1891 jugaron Buenos Aires FC 2 vs. Saint Andrews 5, y Old Caledonians 6 vs. Belgrano FC 0. Los historiadores señalan esa doble jornada como el inicio de la era oficial de nuestro fútbol. Fue una competencia organizada por la novel Argentine Association Football League. Más que de fútbol argentino, es cierto, debería hablarse tal vez de fútbol británico en suelo argentino.

Era lo que había. También en abril, exactamente el 19 de abril de 1905, se iniciaban las gestiones para castellanizar las reuniones en lo que era la AFA inglesa. Y otra vez en abril, el 24 de abril de 1913, se disuelve el mítico Alumni Athletic Club. No fue un drama. Dos años antes, y otra vez en abril, el 14 de ese mes de 1911, se produjo el debut en Primera de Racing Club, empate 1-1 con Belgrano. Con el anglófilo Alumni de los hermanos Brown se terminaba una era. Pero con el Racing que ganó el apodo de "La Academia" comenzaba otra.

Es cierto, la fecha fundacional más recordada en el fútbol argentino es la del 20 de junio de 1867. En el mediodía de un feriado de Corpus Christi 16 jóvenes de origen anglo, "clercks" (oficinistas) y "merchants" (comerciantes), casi todos jugadores de cricket, jugaron fútbol ese día muy cerca de donde hoy está el Planetario, en Palermo, pleno pulmón verde de una Buenos Aires que hoy huele casi sólo cemento.

Jugaron dos horas una mezcla de rugby y de fútbol (los reglamentos aún no estaban claros) con una pelota más ovalada que redonda, que tomaron con las manos y con los pies, sin travesaño, árbitro, arqueros, ni saque de arco ni córner y con dos equipos de ocho jugadores cada uno, diferenciados con gorras de colores. "¿Tiene futuro ese deporte en Argentina?", preguntó Edward Mulhall, editor del diario "The Standard", a Thomas Hogg uno de los pioneros. "A mi juicio -contestó Hogg-, este juego tardará mucho en extenderse entre los residentes británicos, pero pienso insistir porque lo considero el mejor pasatiempo, el más fácil y barato para la juventud de la clase media, como también para el pueblo, aunque esto parezca una perfecta ilusión para muchos".

Algunos historiadores, hay que decirlo, no consideran ese torneo de 1891 porque no hubo certamen al año siguiente. Pero fue el primero oficial. Se debió al impulso del empleado ferroviario Alec Lamont, que animó a sus compañeros de trabajo del Saint Andrews. Old Caledonians, el otro finalista, estaba integrado por trabajadores de la empresa que colocaba las instalaciones sanitarias en Buenos Aires. Se cuenta que la figura de ese campeonato fue un tal Jack Sutherland, cuya característica principal era la "gambeta". Era escocés, y a los escoceses solía gustarles jugar más con pelota al piso que a los ingleses. También escocés era Alexander Watson Hutton, considerado "padre" del fútbol argentino. Fue el fundador del Alumni glorioso que ganó nueve campeonatos de 1901 a 1911. Watson Hutton usó al fútbol para formar "gentleman", caballeros practicantes del fair play, dentro y fuera de la cancha y que jugaban por placer, no por dinero.

La Inglaterra victoriana, el viejo imperio, quería así trasmitir lo que denominaba sus "valores" de clase al resto del mundo. Pero en la propia Inglaterra había ya obreros que querían jugar al fútbol sin perder su salario y que por eso exigían dinero para salir a la cancha. El fútbol se hizo profesional ya en 1885 en Inglaterra. Entre nosotros, casi tres décadas después, el Alumni de Watson Hutton advirtió que también en Argentina el fútbol avanzaba al profesionalismo. Se retiró en 1913, justo el año en el que comenzó el Racing criollo. "La Academia" se coronó campeón ese año sin un solo jugador de origen británico. El fútbol ya había dejado de ser patrimonio de las escuelas de elite británicas. Aparecían apellidos como García, Martínez, Ohaco, Olazar, Chiappe, Calomino, Laforia, Isola, hijos de inmigrantes italianos y españoles que, en lugar de tirar pelotazos y correr, eligieron mostrar sus habilidades, jugar a ras del piso, gambetear, tocar corto, casi bailar tango pero con una pelota. Un fútbol acaso menos colectivo, con permiso para el lucimiento individual. Un fútbol que, como escribió "El Gráfico" en los años 30, en un hermoso debate animado ante todo por las firmas de Borocotó y Chantecler, marcó el nacimiento de "la nuestra". Había que diferenciarse de alguna manera de los fundadores ingleses. "La nuestra", aunque idealizada, sirvió para marcar una identidad. Seguramente no todos los jugadores eran tan técnicos. Pueden leerse crónicas de partidos malos, con jugadores más esforzados que habilidosos, pero esos años dejaron marcado a fuego lo que parecía una verdad: el fútbol ya no se enseñaba en un pizarrón. Como escribió "El Gráfico": todo lo contrario, había que faltar a la escuela, porque el fútbol -decía la crónica- se aprendía en los potreros

Después de creer durante décadas que aquí se jugaba el mejor fútbol del mundo, Argentina cayó eliminada en primera rueda del Mundial 58, el llamado "Desastre de Suecia", 6-1 ante Checoslovaquia. Fue una humillación y una crisis de identidad. Se estableció que debíamos correr como los europeos. Justamente el hombre que más hizo para restablecer el discurso de "la nuestra", César Menotti, dirigió a la Argentina que por primera vez fue campeona mundial, ya no en el discurso, sino en los hechos. A la conquista del Mundial 78 (aún con las sombras de posibles arreglos de la dictadura) le sucedió la de México 86, con un fútbol distinto, sí, comandado por Carlos Bilardo, pero también, y ante todo, con Diego Maradona exhibiendo potrero. 

Los tiempos ya eran otros. Maradona brillaba en Europa, como casi todos los integrantes de la Selección. Diego, al menos, jugó aquí en Argentinos y en Boca. Su sucesor, Lionel Messi, ni eso. Se fue a los 12 años. Todos nuestros mejores jugadores se van rápido a Europa. Por eso, hoy, mientras la selección mayor va por un lado, la competencia interna va por otro. Si Messi lidera en la Selección un ataque con jugadores habilidosos y goleadores que son la envidia de todos, en nuestro campeonato se corre y se lucha, pero se juega poco. Y los goles son un bien escaso. La selección Sub 20 sufrió en enero pasado una inédita caída en primera rueda en un Sudamericano jugado en casa. Algo parecido está sucediéndole en estos días a la selección Sub 17. Resultados impensables sólo unos años atrás.

Messi y compañía ayudan a tapar una crisis de formación y de técnica. Pero los resultados de las selecciones juveniles son una muestra más que evidente de la crisis. Pasó la etapa de la fundación inglesa. Pasó la etapa del potrero criollo. Tal vez haya llegado el momento de reiniciar otra etapa.

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