Por Ezequiel Fernández Moores
26 Agosto 2020
Lionel Messi
Hace algunas semanas, había escrito en las páginas de LA GACETA que por primera vez creía que Messi tenía que irse de Barcelona, si él quería mover algo de su estructura y volver a ganar.
A él todavía le quedan dos o tres años de alta competencia. No está, por ejemplo, en la situación de Xavi, que se fue con los árabes al Golfo Pérsico, o Iniesta que se fue a Japón. Messi tiene una cuerda distinta para dar en el alto nivel. Se precipitó todo porque se acumularon derrotas de Barcelona, pesadas y seguidas. Y estuvo la de Champions, la última la más dura y tremenda de todas.
Se sumaron distintas situaciones, que terminaron desencadenando todo esto. Está el tema del cambio de era en el club; por primera vez un entrenador, no natural de lengua hispana, está marcando un cambio. También estuvo el asunto del espionaje interno del club a sus jugadores. Y el anuncio de que varios jugadores cercanos se iban.
A lo que pasa lo veo como un proceso lógico. Vendrá la negociación ahora. Sabemos que los clubes que lo pueden contratar son un puñado. ¿Quién puede, de los que están en la alta competencia, llevarlo? No es este un jugador jubilado. Nada que ver.
Manchester City es quizás el candidato número uno. Algún otro club inglés se podrá anotar. Y también está la gestión de Inter de Milán, que necesitará de una inyección china poderosa.
En un sentido, da un poco de pena todo esto. Son poco los jugadores que quedan de los llamados “One man club”, jugadores de una sola camiseta. Pero era un milagro que eso estuviese sucediendo. En su trayectoria ya hubo ofertas tremendamente jugosas para dejar a Barcelona. Y sólo la personalidad habitualmente calma y, diría, conservadora de Messi, le produjo que se mantuviera allí, sabiendo de que es rechazado.
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