Cómo acompañarlos en medio del desconcierto
Por Zulma Prina
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
Uno de los problemas más preocupantes en pandemia es la limitación que tenemos de realizar encuentros, abrazarnos y compartir momentos, además del temor a la enfermedad. Un proceso que parece inacabable. Los niños, los adolescentes, son los que sufren más. Entonces tenemos la obligación de acompañarlos, de explicar que en la historia hubo otras pandemias, pero terminaron y la vida volvió a su cauce.
Es fundamental cuidar lo que decimos, tener nosotros mismos una idea esperanzada. La familia, los mediadores, más que nunca debemos hacernos cargo de nuestra responsabilidad. Estar más tiempo junto a ellos. Tendremos a mano libros, canciones, juegos que jugáramos cuando niños. Recordaremos anécdotas, canciones tradicionales, cuentos de hadas, miraremos fotografías de familia, viajes y buscaremos en los cajones, libros de cuentos y poemas. Jugar y proponer actividades divertidas.
A los más pequeños les contaremos cuentos maravillosos, de animales, cantaremos canciones como las que nos cantaron nuestras madres y abuelas, esas que nos conectan con nuestras raíces. Para los más grandes, leer o ver con ellos sagas y episodios que tanto les atrae. Y escucharlos, generar un clima de confianza para que puedan expresar lo que sienten y ayudarlos a resolver sus temores. La literatura y la música son el lenguaje del alma, van a nuestro ser interior y nos ayudan a crecer.
No podremos ocultar los momentos tristes, sino aprender a enfrentarlos con seguridad. Como los héroes de la literatura, que deben superar grandes peligros con valentía y perseverancia. Por eso es importante rescatar la Literatura infantil juvenil, ya que se relaciona con la imaginación, la capacidad creadora, la búsqueda de la libertad interior, viajar hacia la fantasía y hacer catarsis frente a los momentos más angustiantes. Poder sumergirse en los mundos internos para identificarse, madurar en las tomas de decisión y comprender el sentido de la vida.
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Zulma Prina - Profesora Normal y Especial en Letras, ex presidente de la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil.
El universo cultural está mutando
Por Mónica Cazón
Para LA GACETA - TUCuMÁN
Ante la evidencia del desgaste lector por un virus que puso al mundo de rodillas, los guardianes de la cultura denuncian que Internet está cargado de información, distracción, placer, disfrute, pero no de pensamiento, si entendemos por tal, la capacidad para volver sobre uno mismo y sobre lo que se ha visto. Este discurso, enuncia un lamento por los destinos del «saber», la «reflexión» y el «conocimiento».
¿Qué pasó por la cabeza de niños y niñas durante este proceso de aislamiento, soledad y enfermedad? No sabremos de manera inmediata hasta dónde la Covid-19 y las medidas para disminuir su propagación, han alterado el futuro. ¿La lectura, pudo contener el cambio? En general, no.
Realidad de la pandemia
Más de 100 millones de niños de todo el mundo están por debajo del nivel mínimo de competencia en lectura como consecuencia del cierre de escuelas debido a la pandemia, revela un nuevo estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El informe (es.unesco.org) detalla que los estudiantes anularon los avances logrados en veinte años. En Latinoamérica, de acuerdo al estudio, sólo el 42% de los niños eran capaces de leer sin dificultades al término del 2020, mientras que en 2019 esa cifra era del 55%. Datos que aterran.
Los chicos y la lectura
Ejercitar la lectura a través de juegos es una tarea fundamental, se adquiere el hábito lector con paciencia y constancia. Transitar pasillos poco ortodoxos para lograr lectores, será el desafío más importante al que debemos aspirar. Dos niños (6 y 7 años) que comenzaron la escolaridad en pandemia, nos comparten su opinión: No me gustan las clases virtuales, prefiero ver a mi seño y compartir. “Por suerte mamá me compró libros y ¡ya escribí un cuentito!”, Leonardo Gerban González; y, León Lascano Bach remarca: “era más divertido en tiempos normales, extraño compartir. No me molesta usar barbijo, sí que se haya acortado el recreo. Mamá me lee historias, y yo a ella”. Quizás debamos luchar contra molinos de viento, pero el intento vale.
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Mónica Cazón - Escritora, especialista en lectura y Literatura infantil juvenil.
La formación de los niños como lectores
Por María del Carmen Tacconi de Gómez
Para LA GACETA - TUCUMÁN
En este momento, en que vivimos un complicado contexto de pandemia, me parece oportuno hacer un aporte práctico para los padres jóvenes que desean hacer lectores a sus hijos. Tal vez creen que es suficiente comprarles libros y entregárselos a sus hijos para que los lean.
Es necesario hacer un camino más complejo, que tendrá que fundarse en una comunicación cálida entre padre y/o madre e hijo/s. Se empezará temprano con la repetición oral de textos muy breves, en los que la sonoridad sea el rasgo sobresaliente y el significado no interesa. En general, en esos textos destinados a los niños, a la sonoridad vigorosa se une algo de humor.
Ejemplos. “Cucú, cucú, / cantaba la rana. / Cucú, cucú, / debajo del agua...” o “Al colibrí, bilublí, bilublí. / Al colibrí, bilublí, bilublá...”
Poco después los oyentes se hacen lectores de cuentos en los que los protagonistas son animales humanizados.
Esos protagonistas quedarán en la memoria de los chicos para siempre; como ha ocurrido, en muchas generaciones, con Manuelita, la tortuga, de María Elena Walsh o la Hormiguita viajera, de Constancio E. Vigil.
Después se les podrá leer o contar cuentos como el titulado “De cuando los arboles caminaban” de Honoria Zelaya de Nader, protagonizado por un arbolito joven y descolorido llamado Acho. Hizo una enorme hazaña y fue premiado con los colores que hoy tiene el lapacho. Dejaremos que sea el niño el que descubra esta relación, como un ejercicio propio de la lectura.
Cuando se ha alcanzado la compresión de textos de este tipo, ya el oyente podrá transformarse en lector aficionado. Y en las librerías los padres encontrarán libros de tantos brillantes autores argentinos que generan miradas luminosas, llenas de esperanzas que abren caminos para las fantasías que van diluyendo los miedos. Y esta es otra de las funciones de la literatura infantil.
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María del Carmen Tacconi de Gómez - Miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras.
La otra cara del virus
Por Cristina Pizarro
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
Una sucesiva cadena de palabras desconocidas, estremeció a los niños del planeta. ‘Covid 19, virus, barbijo’. Aquejados por el encierro, lejos de los amigos en los espacios de aprendizaje y socialización, sin contacto físico con los seres queridos, la vida cotidiana se convirtió en lo inesperado. Observando su entorno familiar, comprendieron que la situación había modificado las rutinas esenciales: las compras, la higiene y el lavado de manos. Vislumbraron la complejidad de los centros médicos, atravesaron duelos sin el ritual de los velatorios. Los rostros alegres habían desaparecido. Solo permanecía una mueca de angustia ante sus ojos asombrados. Los efectos nocivos, indudablemente, se acentuaron en los sectores más vulnerables por los impactos socioeconómicos y falta de recursos tecnológicos.
Literatura en pandemia
La literatura, galaxia de significantes, se sitúa en un espacio imaginario de encuentro y de intimidad, en donde el lector renueva su esperanza. Mientras lee con avidez un texto de su agrado, lo lúdico de la escritura favorece la construcción de su identidad lectora en torno de una realidad inexorable.
Recomendaciones para padres
Siempre es relevante aprovechar los momentos para el diálogo, la escucha y la interacción, en el interior de la casa o el jardín, disfrutando del aire libre en contacto con la naturaleza. Nada es equiparable a ese tiempo de gratuidad cuando los adultos cuentan historias, leen libros sobre temas afines a las circunstancias, por ejemplo, el miedo, el amor, la muerte. Ejes fundantes para ayudar a los chicos a la conquista de su identidad; al mismo tiempo, que consolidamos la nuestra, en ese vínculo afectivo junto a los lazos que vamos entretejiendo con palabras mágicas.
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Cristina Pizarro - Escritora, profesora de Lengua y Literatura.