La novela que García Márquez no quería publicar

obra simple y prescindible que está lejos del talento de su autor.

La novela que García Márquez no quería publicar
14 Abril 2024

NOVELA

EN AGOSTO NOS VEMOS

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

(Sudamericana - Buenos Aires)

En el mundo actual el lanzamiento de algunas publicaciones implica una serie de actos previos:  grandes anuncios, imágenes, etc. Mucho más si se trata de un Premio Nobel como Gabriel García Márquez que, como señala Ángel Rama, han sabido unir el pueblo y el público. La salida de En agosto nos vemos -el día que el autor hubiera cumplido 97 años- incrementó las expectativas de los lectores por su condición de texto póstumo. Se esperaba un reencuentro con la escritura del colombiano.  

Pero se agregaban otros elementos como el hecho de que el autor había dejado claro que no quería que se publique y el incompleto libro requirió de un editor para ajustar las 122 páginas, a partir de 5 versiones que no satisfacían al colombiano.   El prólogo de los hijos, acompañado de innecesarias fotografías se suma al epílogo de Cristóbal Pera que había trabajado en la edición de otros libros y escribe una larga justificación de su participación.  

No podemos dejar de tener cuenta que este relato que fue amasado durante tres décadas pertenece al período en que GGM iba perdiendo la memoria.  La novela se había convertido en una leyenda, en especial en la industria editorial, ávida de lanzar al mercado un nuevo éxito.  Se había publicado un fragmento en El País de España bajo el título de La noche del eclipse.

Los hijos afirman que, aun con el riesgo de traicionar al padre, decidieron entregar el libro a los lectores para que opinen. De manera poco convincente arguyen que la disminución nublaba el criterio del padre que lo desechaba -pero no lo nublaba para escribir y juzgar su propio libro, podemos agregar-. Salman Rushdie afirmó: “Él (GGM) no quería que esto se publicara. Escribió la novela mientras padecía demencia”. El libro propone un dilema distinto a otras obras póstumas porque el escritor renegó de ella.   Dicen que en los últimos años se veía obligado a leer sus propios libros para recordarlos.

García Márquez en contraste con autores como Juan Rulfo fue un escritor prolífico. Intentó continuar activo hasta sus últimos días, a pesar de su enfermedad. Algunos de los últimos relatos se ven opacados por la repetición de sí mismo. Caen a veces en la cursilería.  Quizá esto lo llevó a no continuar el primer tomo de sus memorias.  Le angustiaba el hecho que había dejado de soñar.

Ana está casada con un músico de renombre y tiene dos hijos, Micaela que quiere ser monja y un varón músico exitoso. Con 50 años siente la proximidad de la decadencia. La vida marital se ha tornado aburrida, el marido está demasiado abstraído en la música. Una de las visitas a la isla la cambiará, ya que tendrá un encuentro sexual con un desconocido, que, al irse, le deja dinero. Así la mujer volverá a la isla una y otra vez y siempre se entregará a la búsqueda de una aventura sexual. Ese anodino adulterio la intranquiliza, aunque no demasiado.  

El personaje es plano, no tiene nada que ver con las figuras a las que el escritor nos tenía acostumbrados. Curiosamente algunos críticos hablan de la obra “feminista”, lo que es un error. En todo caso el personaje se comporta con las reglas de un mundo al que no abandona. Podría decirse que es una historia de amor, pero también estaríamos siendo arbitrarios. Las relaciones de Ana no pasan de dos pobres encuentros sexuales, supuestamente provocados por la entrada a la vejez.

Sin rastros del genial Gabo

La novela cuenta una historia simple que se aleja de los textos anteriores. Un adulterio a medios tonos que se parece más a obras de autoras de historias de amor. Si no llevara la firma nadie diría que es de García Márquez. Hay inconsistencias, en un relato que recuerda a las telenovelas. Es triste que este sea el texto del final de la vida de quien nos dejó obras como La Hojarasca. El coronel no tiene quien le escriba o Cien años de soledad.  No hay un trabajo, como en otros textos, con los modelos literarios: Faulkner, Woolf, García Lorca, Hemingway, etc.  La forma descuidada, es casi infantil. El final se diferencia de los magníficos cierres de su literatura.  

Pocos textos más ajustados que el de Carolina Sanín, escritora colombiana: La pregunta es cuando muere un escritor cuáles son los derechos de los herederos.  Pensemos en la venta de toda la biblioteca a una universidad de Estados Unidos o a la versión de Cien años de soledad que hará Netflix -novela que él se negó a llevar al cine afirmando que prefería que mantuviera toda la potencia de la literatura-. Leer esta obra es agradable y fácil pero difícilmente encontramos al escritor en medio de tantos clisés. Quizá lo mejor que podríamos aconsejar al lector es que vuelva sobre las primeras obras, que relea las magníficas obras, en especial las primeras donde fulgura el genio de quien fuera el mayor intérprete de nuestro continente.

© LA GACETA

Carmen Perilli

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