

La tregua de Navidad de la primera guerra en 1914
La primera gran matanza de la historia: la Primera Guerra Mundial en 1914. Un conflicto a una escala mucho mayor que en años anteriores nadie se habría imaginado. Las potencias europeas se disputaban el control de recursos, colonias y países aliados para expandir sus mercados. Desde 1878 se venía gestando el conflicto, como lo describiría Otto Von Bismarck: “Europa es hoy un polvorín y sus líderes son como los hombres que fuman en un arsenal. Una sola chispa desatará una explosión que nos va a consumir a todos”.
Empezaron discursos nacionalistas y de exaltaciones hacia la población de los países europeos. Los combates se iniciaron, las ciudades se evacuaron, los edificios se volvían fortalezas y las balas zumbaban por todos lados. Los soldados terminaban horrorizados del espectáculo que estaban protagonizando. Mil kilómetros de trincheras se abrieron en el suelo como una enorme herida en Europa. Entraba el invierno y la nieve empezó a causar estragos en las filas: gangrena, hipotermia, pie de trinchera y pulmonía eran las causas de muchas bajas (más que las cargas del enemigo). La noche del 24, los soldados aliados se sorprendieron al ver la trinchera del otro lado llena de decoraciones. Los alemanes habían decorado su puesto con arbolitos de Navidad y cantaban villancicos (quizá con un poco de alcohol en el cuerpo). Los aliados reconocieron la canción y respondieron uniéndose en su lengua natal.
Por una noche, lo que sonaba en el campo de batalla no eran las bombas y los gritos de los heridos, sino villancicos. Europa tuvo, verdaderamente, una Noche de Paz. Más de uno fantasea que a la mañana siguiente se firmaría el armisticio y todos volverían a casa. Entre la nieve y la neblina, surgió una figura de la trinchera enemiga; los soldados ingleses se prepararon para disparar, pero se sorprendieron al ver algo extraño: el soldado no tenía en su mano una granada o un rifle, sino un árbol decorado con velas. Fue a partir de la Tregua de Navidad que la tradición del Árbol navideño comenzó a extenderse en Europa, puesto que hasta ese entonces era desconocido fuera de Alemania. Curiosos, los soldados ingleses se asomaban hacia la Tierra de Nadie y veían a los soldados que consideraban sus enemigos lanzarles saludos y buenos deseos. Muchos salieron de las trincheras y ambos bandos se dieron la mano. Se permitió recoger a los muertos de la Tierra de Nadie y se les enterró juntos; los soldados rezaron el Salmo 23 (“El Señor es mi pastor, nada me faltará…”) e incluso en algunas partes del frente llegaron a intercambiarse regalos (cascos, abrigos, botas, etc.).
Pedro Pablo Verasaluse
pedropabloverasaluse@gmail.com
Por qué no crecen los países
El 31 de diciembre de 1943 un decreto del gobierno militar rubricado por Martínez Zuviría, primer ministro de Educación, y conocido antisemita, quien, bajo el seudónimo de Hugo Wast, restablece en el país la educación religiosa católica en los colegios y universidades públicas, algo que la ley 1.420 había abolido hacía casi 80 años. Recordamos, a propósito, que en el año 1870 Juan Bautista Alberdi escribía el brillante alegato pacifista titulado “El Crimen de la Guerra”, donde manifestaba que “no puede haber una sociedad pacifica si se santifica la guerra”, poniendo como ejemplo a Estados Unidos: “La gloria de George Washington no se debe a la guerra sino a la libertad” -decía-, reconociendo que los mayores avances en tecnología y el desarrollo industrial se han producido en sociedades donde han imperado la libertad académica y la separación de la vida civil y la educación de la esfera religiosa o dogmática. Ahora bien, y a propósito, rescataremos algunos párrafos del libro titulado “Por qué crecen los países”, del destacado historiador tucumano José Ignacio García Hamilton, quien analiza las circunstancias por las cuales “algunas naciones funcionan y otras no” y a qué se debe que la historia de América Latina, a diferencia de Estados Unidos, se haya caracterizado por el absolutismo, la intolerancia, la militarización y la improductividad. Enumeraremos a continuación, y en apretada síntesis, algunos puntos destacables: a) Sobre el “sentimiento nacionalista” apunta que “el patriotismo otorga a ciertos individuos un alivio espiritual que les permite expresar sin ambages el amor a sí mismos y la hostilidad hacia el prójimo, su vida y sus derechos. Esto funciona, prácticamente, como una licencia para odiar que halaga a los prejuicios y pasiones”. b) Este sentimiento nacionalista se trasladó, a principio del siglo XX, a la América española, y es por ello que el escritor Jorge Luis Borges señalaba, con ironía, que el nacionalismo era “una idea europea que los nacionalistas argentinos debían rechazar por foránea (extrajera)”. c) Durante la presidencia de Abraham Lincoln el tema de la esclavitud fue tratado a nivel constitucional, y después de la Guerra de Secesión, el Congreso dicto las leyes que abolían la esclavitud. d) En Latinoamérica, en cambio, la encomienda y el trabajo forzoso tuvieron vigencia durante todo el período colonial. La guerra de la independencia con el posterior período de caudillismo y el militarismo se impuso en casi todos los países. e) No obstante, y en algún momento, se produjo, en la mayoría de estos países un movimiento democrático y de laicismo que intentó, de algún modo, separar la Iglesia del Estado y crear instituciones republicanas, establecer la paz e instaurar el trabajo libremente contratado como la principal trama social. Jorge Estrella, profesor de Filosofía de la Universidad Nacional de Tucumán, solía recordar, con cariño, a aquellos dirigentes estudiantiles letrero que decia “yankees go home” solían colocar la frase “pero llévennos con ustedes”.
Arturo Garvich
Las Heras 632
S. M. de Tucumán
Albert Schweitzer, médico misionero, premio Nobel de la paz
Es tiempo de Navidad, es tiempo de fin de año, días de bondad, días de amor... y hablando de bondad digamos que, de vez en cuando cada 80, 100 o tal vez 150 años nace algún ser humano que, con auténtica vocación de servicio, amor al prójimo y portador de valores éticos dignifica el existir testimoniándolo con su propia vida. Al ser un gran ejemplo se erige como un faro que ilumina a la humanidad toda. Así sucedió con el Dr. Albert Schweitzer que justamente un 14 de enero de 1875 vino a este mundo hace tan solo 150 años. Tuvo una vida ejemplar y fue médico misionero en África. Un hombre bueno de verdad y si alguien merecía ser galardonado con el Nobel de la Paz, ese fue él. Lo recibió en 1952. Había nacido en la región de Alsacia-Lorena (del Viejo Imperio Alemán) y estudió en la Universidad de Estrasburgo (teología, música y filosofía) pero su vocación lo hizo dejar estas brillantes carreras para estudiar y graduarse de médico. Tenía el solo firme propósito de mudarse al continente africano y brindar allí su servicio humanitario y en salud. Se dio a la población sufriente, subalimentada, carenciada y postergada del Gabón. Se estableció en Lambaréné de la África Ecuatorial donde fundó y construyó un hospital, muy a pulmón, pero que llegó a tener 60 pabellones con 500 camas. Allí asistió a enfermos con todo tipo de patologías, pero sobre todo a cientos de leprosos y afectados por la Enfermedad del Sueño ocasionada por la picadura de la mosca Tsé-Tsé (y el parásito Trypanosoma gambiense). Multifacético fue un músico de primer nivel, concertista de piano y constructor e interprete organista. Buen cristiano, pastor, pacifista y antimilitarista que abogó siempre por la paz entre los pueblos. Curó a miles de enfermos con los pocos recursos con que contaba y su principio fundamental fue siempre: “El respeto por la vida”. Amaba a todo ser vivo, los animales, y su frase más célebre fue: “El éxito no es la clave de la felicidad. La felicidad es la clave del éxito. Si amas lo que haces tendrás éxito”. Mucha gente y sobre todo los más jóvenes no saben de quien se trató el Dr. Albert Schweitzer. En lo personal, justamente, creo que debemos ponderar y mantener vivo el recuerdo de esas personas que marcaron su huella de bondad en la historia de la humanidad. Él, como otros como Mandela, Gandhi, o Luther King, trabajaron en el siglo XX por la Paz Mundial. Todas estas son vidas contrapuestas a la de los dictadores, tiranuelos y mesiánicos que so pretexto del pueblo solo sembraron a su paso pobreza, desolación, tristeza, o muerte. El Dr. Schweitzer falleció a los 90 años en 1965 y fue enterrado en su querido Lambaréné. El mundo lo llamaba el “Apóstol de la Paz”. Pasaron y pasarán los años y seguro habrá de nacer otro, u otros como él. O tal vez ya sucedió... y no nos percatamos de ello.
Juan L. Marcotullio
marcotulliojuan@gmail.com
Parada de ómnibus
Quisiera reclamar al director de Transporte de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán que colocaron una parada de cinco líneas de colectivos en la puerta de un edificio sito en San Lorenzo 518, con lo que se convirtió la vereda en basurero y baño público. Les sugiero a las autoridades poner paradas similares en sus respectivos domicilios para que entiendan la manera en que se degrada la calidad de vida de los vecinos.
Esperanza Marta Dip
San Lorenzo 518 – 4°C
S. M. de Tucumán
Chupetes modernos y conventillo vulgar
“Un niño de cinco años apuñala a otro de su misma edad”. ¿Qué lo indujo a tomar tal decisión? ¿Sabía lo que iba a hacer y sus consecuencias? Su víctima está en terapia intensiva. ¿La fue a ver? Vengo leyendo las explicaciones de expertos sobre la violencia y ninguno se ha referido todavía a cómo estamos formando a nuestra descendencia, de la que somos responsables en parte. Y voy a referirme a la televisión y el celular, que sin saber leer manejan casi desde que nacen. La TV y en el celular, dos chupetes modernos de nuestro mundo actual que someten, desde temprana edad, a nuestros niños a pasar horas frente a sus pantallas, para tranquilidad de sus mayores, quienes han encontrado en la fórmula más eficaz para entretenerlos y que no molesten. Lo más reprochable es que no controla lo que sus niños ven ni comentan lo que ven. Sobran los dedos de una mano para encontrar dibujitos infantiles que formen a nuestros niños dentro de un marco de respeto, igualdad, compañerismo, solidaridad, bondad, piedad, compasión, ayuda mutua… en cambio, sobran los dibujitos violentos que saturan las pantallas con golpes, maldades, dientes apretados, estrellas que simbolizan el dolor causado… Y todo en el mejor color, por supuesto, y acompañado de sonidos de golpes y caídas. Todo un perfecto repertorio para ir formando niños insensibles, crueles, violentos… A este mundo visual tóxico debe sumarse el trato vulgar, al que se va a acostumbrando la familia, entre padres e hijos, hermanos entre sí, familiares y amigos que se dicen cualquier cosa y hasta se golpean; y usan un vocabulario donde el “bolu…” reina, así como “inútil, idiota, vago/a, estúpido/… incapaz…” A este cuadro deformante de la infancia debe agregarse, a medida que van creciendo, las series, las películas no carentes de crueldad y violencia y hasta de villanos simpáticos usando armas de fuego… ¡Una escuela de exquisita deformación! Y casi enseguida llegan los episodios sobre vida íntima de actores, modelos y deportistas, mezclados con escenas bochornosas de sexo, castigos, crímenes que se repiten hasta la saturación. ¿Qué hacer ante la avalancha de deformante de estos episodios que se reiteran uno tras otro sin respiro? A los adultos que aún tenemos el hábito de leer nos queda sumergirnos en la lectura de algún libro. Pero en las escuelas ya no se lee, ni en las casas tampoco. Por eso se habla cada vez peor y qué decir de escribir. Si hasta en los zócalos de las pantallas de la televisión aparecen errores increíbles. ¡Y pensar que los medios audiovisuales podrían ser agentes educativos y culturales extraordinarios! Seguro que me van a decir que no se hace lo que no se vende. Lo cultural y lo profesional aburren. Entonces hay que seguir y soportar lo morboso, lo violento, lo escandaloso de los dimes y diretes y del conventillo vulgar.
Elida Pascualini
Rondeau 762
S. M. de Tucumán