21 Enero 2025

Comprendiendo la complejidad del tema, respetando y valorando los aportes de los lectores Méndez -“Genealogías”, 19/01) y Garvich (“Blasones”, 17/01)-, quisiera agregar algo, aun reconociendo mis limitados conocimientos, para enriquecer este importante debate histórico. Cuando España estuvo, durante ocho siglos, bajo dominio árabe, convivían pacíficamente moros, judíos y cristianos; luego de que la reina Isabel expulsó al último rey moro, decidió que España iba a ser un “único reino con una sola religión”: la cristiana. Entonces ordena la expulsión de los moros y de los judíos del territorio español que no aceptaran convertirse a la religión oficial. Los judíos que no renunciaron a su credo se dispersaron por toda Europa y por el imperio otomano; los conversos se quedaron en España (son los sefaradíes) pero siempre fueron vigilados y controlados por las autoridades que peyorativamente los calificaban como “cristianos nuevos”. En esa época la reina Isabel creó la inquisición y se organizaban persecuciones religiosas. El poder absoluto descansaba en la reina y en la Iglesia; muchos judíos conversos en realidad ocultaban sus creencias religiosas por temor a la hoguera; sin duda que varios de ellos fueron a América con la esperanza de reconstruir su vida sin temores; es muy difícil precisar el número pues ocultaban su identificación como judíos o como sefaradíes (los cristianos nuevos). El reinado de los Austrias primero y el de los Borbones después han sido absolutistas y compartían el poder con la Iglesia; la diferencia es que con la llegada de los Borbones toda Europa había cambiado; ya no existían las” guerras de religión” y la tolerancia religiosa que predicaba Voltaire era aceptada en todas partes. Los virreinatos que menciona el lector Méndez eran colonias de España, en donde los criollos y mucho menos los indígenas no tenían los mismos derechos que los españoles; recién en la última época de los Borbones se decidió considerar a los habitantes de América como “hijos de España” con los mismos derechos que los de la península. Tomaron esa decisión ante la amenaza del imperio británico, que en ese entonces estaba en guerra con Napoleón, quien había puesto a su hermano José Bonaparte como efímero rey de España. Finalmente, quiero aclarar que no comparto la “leyenda negra” de la colonización española y reconozco la labor de la Iglesia en la creación de hospitales y universidades. Los excesos de la conquista hay que compararlos con los ocurridos con las colonizaciones de los otros países europeos como Inglaterra, Bélgica, Francia, etc.

Luis Ovidio Pérez Cleip

luisperezcleip@gmail.com

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