Ghibli, Chat GPT y una idea de por qué nos volvimos locos

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Ghibli, Chat GPT y una idea de por qué nos volvimos locos

La vida por un meme. O al menos, nuestra privacidad. Hemos relegado un poco más de nuestra condición humana a las plataformas durante estos días, subidos a un fenómeno global inédito. Dimos nuestro consentimiento, nuestro rostro y el de nuestros familiares a un robot que a cambio nos regaló una simpática ilustración con estilo japonés.

La fiebre por el estilo Ghibli sorprendió hasta a los propios directivos de OpenAI. Brad Lightcap, responsable de operaciones y estrategia global en la compañía, aseguró en su cuenta de X que en la última semana se generaron más de 700 millones de imágenes en Chat GPT. Un caudal récord que sacudió hasta a la propia empresa, la cual tuvo que reconocer que el incremento en el uso había afectado temporalmente el rendimiento de algunos productos. Fueron cerca de 130 millones de usuarios los responsables en crear una marea de memes de todos los estilos, que luego invadieron las redes sociales.

Los datos indican que, al parecer, somos fanáticos del animé japonés y estábamos esperando el momento para convertirnos en uno de sus personajes. Más allá de la ironía y de las controversias sobre los derechos de propiedad intelectual que generó este fenómeno, Chat GPT ayudó a difundir el trabajo del mítico Hayao Miyazaki. Según la plataforma Google Trends, la cual ilustra las tendencias de búsqueda de los usuarios, durante estos días se registró el pico máximo de búsquedas sobre “Studio Ghibli” desde 2004. Es decir, un gran porcentaje de esos 130 millones de usuarios no sabían qué era Ghibli. La locura por tener un meme quizás haya servido para conocer el trabajo delicado y artesanal invertido en películas ya clásicas como “El Viaje de Chihiro” o “Mi vecino Totoro”. Una marea de usuarios también buscó “Chat GPT” en Google durante estos días y marcó un récord de interés, superior a momentos épicos de su corta, pero trascendente, trayectoria.

¿Pero por qué nos sumamos masivamente a esta tendencia? ¿Por qué lo hicieron empresas y gobiernos de todo el mundo? Sin dudas, el estilo Ghibli tiene un fuerte componente emotivo.

Aún así no conozcamos las películas, sus imágenes generan empatía y apelan de forma directa a la melancolía, a ese momento en el que los dibujos animados formaban parte de nuestras vidas y nos explicaban el mundo que apenas comenzábamos a entender. Pero también existe un concepto interesante que podría ayudar a entender la masificación de este fenómeno. El sociólogo estadounidense Damon Centola estudió en su doctorado cómo se generan los contagios sociales y para ello se interesó en el rol de las redes sociales. En su libro “How Behavior Spreads: The Science of Complex Contagions” analizó la teoría de los contagios complejos, una propuesta con la que desafío la noción tradicional de que los comportamientos, ideas o innovaciones se propagan de manera similar a los virus. Según Centola, existen “contagios simples”, los cuales se comportan como enfermedades y en el mundo digital se asocian a las noticias virales, las cuales pueden propagarse con un solo contacto. Al mismo tiempo, existen los “contagios complejos”, los cuales requieren un esfuerzo y compromiso más alto, como participar en una protesta o cambiar hábitos de salud.

Contagio simple

La generación de memes con IA serían, desde la perspectiva de Centola, un tipo de contagio simple ya que requiere una barrera de adopción baja. No se necesita un conocimiento complejo y tampoco expone a los sujetos en términos políticos o de valores. La acción es rápida, divertida y busca generar aceptación de su entorno. Además, un solo contacto que se sume a esa tendencia basta para convencernos. Y las redes sociales como Instagram se convierten en entornos que amplifican dichas tendencias por un algoritmo que entiende que esos contenidos están generando interacciones en un momento determinado.

La combinación entonces es perfecta: tiene bajo costo cognitivo y alto impacto emocional. Y como si fuese poco, se suma una presión, muchas veces inconsciente, de no quererse perder de ese momento viral: el famoso FOMO (Fear of Missing Out, o miedo a quedarse afuera). Lo que parece ser un juego de amigos puede generar ansiedad, un miedo a no pertenecer a una comunidad que, en este caso, magnifica a Ghibli y a la IA, las dos búsquedas del momento.

Ese temor reduce la resistencia al comportamiento, el contagio es más rápido y hasta irracional.

La locura por Ghibli seguramente será temporal. Vendrá otra con un componente técnico que nos habilitará a replantear el mundo creativo tal cual lo conocíamos. Ojalá que estas olas nos sirvan no solo para conocer legados como el de Miyazaki, sino también para recordarnos que, al fin de cuentas, somos una complejidad atravesada por emociones y razones, todavía difíciles de clonar.

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