Tan seductor como dañino. El vapeo se presenta como la evolución moderna del cigarrillo: un dispositivo elegante, con pantalla, con luces LED y con aromas frutales, que promete placer sin culpa. ¿La realidad? Una mentira reconfortante que muchos prefieren creer. Porque detrás de su estética minimalista se oculta algo más oscuro: metales pesados y sustancias químicas tóxicas que se inhalan directamente a los pulmones. Lo más alarmante es que esta moda -vendida como inofensiva- se impuso con fuerza entre los adolescentes. Y así, una vez más, se cumple una vieja regla: “Cada generación se burla de las modas pasadas, pero sigue con devoción las nuevas”.
Pocos saben que la idea de "fumar sin humo" no es nueva. Ya en 1963, el estadounidense Herbert A. Gilbert patentó un “cigarrillo sin tabaco y sin combustión” que funcionaba calentando un líquido para producir vapor en lugar de humo. Su invento nunca llegó al mercado, pero sentó las bases del vapeo tal como lo conocemos. Fue recién en 2003 cuando el farmacéutico chino Hon Lik logró concretar ese viejo anhelo y desarrolló el primer cigarrillo electrónico moderno, tras perder a su padre por una enfermedad relacionada con el tabaquismo. Así, lo que comenzó como un intento de encontrar una alternativa “más segura”, terminó dando origen a un nuevo negocio que hoy seduce a millones, especialmente a los más jóvenes.
Según la quinta edición de la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Jóvenes realizada en Argentina, el 7,1% de los adolescentes de entre 13 y 15 años usa cigarrillos electrónicos de forma habitual, y el 14,4% de los estudiantes ya los ha probado al menos una vez.
Victoria Fernández Gómez, neumonologa a cargo del consultorio de cesación tabáquica del Hospital Padilla, advierte que los adolescentes y jóvenes son el grupo más afectado por el vapeo en Tucumán. Se trata de una población especialmente vulnerable porque muchos empiezan a vapear por curiosidad, por presión social o por creer que es menos dañino que fumar un "pucho". Sin embargo, estos aparatos pueden contener nicotina y otras sustancias nocivas como saborizantes químicos y metales pesados. La nicotina, en particular, interfiere con el desarrollo cerebral en esta etapa de la vida, lo que puede provocar dificultades en la memoria, la atención, el aprendizaje y el control de los impulsos.
Los estudios muestran que los menores de edad que vapean tienen tres veces más probabilidades de iniciarse en el consumo de cigarrillos convencionales y desarrollar adicción al tabaco.
Los efectos del vapeo no son una especulación alarmista, sino una realidad clínica que ya enfrentan los consultorios. Los cigarrillos electrónicos pueden generar síntomas inmediatos como tos, sibilancias, falta de aire, cefaleas, mareos, náuseas, vómitos y alteraciones cardíacas. Muchos usuarios, especialmente jóvenes, experimentan además ansiedad, irritabilidad o nerviosismo cuando intentan dejarlo: signos claros de un síndrome de abstinencia provocado por la nicotina, una sustancia altamente adictiva. A largo plazo, el panorama es aún más preocupante: empeoramiento del asma o la bronquitis crónica, riesgos cardiovasculares, potencial relación con el cáncer, deterioro de la salud mental, daño bucal y alteraciones en el desarrollo cerebral. Frente a esta evidencia, seguir llamando al vapeo una “alternativa más sana” no es solo un error, es una irresponsabilidad.
Los vapeadores están al alcance de cualquiera. Pueden conseguirse desde $10.000 en marketplaces como Facebook o en showrooms. Incluso son los propios jóvenes quienes se encargan de distribuirlos entre amigos y compañeros.
¿Demasiado tarde para terminar con el vapeo?
El vaping ya no es un hábito aislado: se instaló con fuerza en las escuelas y colegios de la provincia. Los adolescentes acceden con facilidad a estos dispositivos, que ganaron popularidad bajo la falsa premisa de que son "inofensivos" y con el atractivo de ser "copados". ¿Las normativas llegan siempre tarde? Esta semana, la Legislatura comenzó a debatir una modificación de la Ley 7.575, que prohíbe fumar en espacios cerrados, para incluir explícitamente al cigarrillo electrónico. Si bien algunas instituciones ya adoptaron esta restricción, como el Ministerio de Salud provincial y los edificios municipales de Yerba Buena, el objetivo ahora es unificar criterios y aplicar la regulación a todo Tucumán. “La idea es enviar un mensaje claro a la sociedad, desterrando de una vez por todas la creencia de que el cigarrillo electrónico no hace daño, algo que las tabacaleras se encargaron de instalar”, advirtió el presidente del Colegio Médico de Tucumán, Héctor Sale, uno de los impulsores de la reforma de la ley que data de 2005.
El médico inmunólogo Alfredo Miroli, una palabra más que autorizada en el tema, comentó la semana pasada en LG Play que un análisis exhaustivo revela que los líquidos de vapeo, lejos de ser simples, contienen miles de componentes químicos, incluyendo múltiples sustancias adictivas y saborizantes con potencial cancerígeno, como el diacetil. Sorprendentemente, estudios recientes indican que el vapeo podría inducir más mutaciones genéticas relacionadas con el cáncer de boca que incluso el consumo de pipa o habanos. En la misma entrevista, Miroli aseguró que los vapeadores generan la emisión de partículas tan pequeñas que no las vemos (llamadas PM2.5), nicotina y sustancias cancerígenas que pueden contaminar espacios cerrados. "Por eso es fundamental evitar que el vapeo de algunas personas dañe a terceros", advirtió.
El vapeo llegó como promesa tecnológica, como solución moderna a un viejo problema. En el cruce entre ciencia, moda, marketing y salud, la conversación recién empieza.






















