PRÁCTICA. Gracias a su poderoso olfato, el can rápidamente detecta la cocaína y la marihuana. Las busca como si fueran un juguete y las encuentra. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL
Con apenas seis años, Lebrón lleva dos medallas colgadas en el cuello y es por estos días el orgullo de la fuerza policial. Puntualmente, de la Dirección Drogas Peligrosas Oeste, donde lo consideran “parte de la familia” y se emocionan al relatar su última hazaña: con una actuación estelar, se quedó con el primer puesto de una competencia nacional de búsqueda de narcóticos.
El evento, organizado por RSV Global, se realizó los primeros días de julio en Santiago del Estero. Asistieron canes de fuerzas de seguridad de todo el país. Y desde Tucumán había viajado solo él: un pastor belga malinois, que llegó acompañado por sus dos guías y adiestradores, el cabo 1° Luis Camelli y el sargento Walter Reinaga.
“Levantar la vara”
El equipo había trabajado duro durante el último tiempo. Sucede que Lebrón ya había participado de la misma competencia dos años atrás, cuando se realizó en Córdoba y concursó en el Nivel I. En aquella oportunidad salió en segundo lugar y los tucumanos volvieron con una sensación de insuficiencia, por lo que se propusieron doblegar los esfuerzos y esta vez sí alcanzar el primer puesto. “Queríamos levantar la vara y llegar, entonces empezamos un trabajo diario, porque el perro es como un jugador de fútbol: si no entrena, pierde capacidad”, explican.
GALARDONES. Fueron premiados el perro y sus entrenadores.
Pese a todo ese esfuerzo, el miedo existía. “Cuando llegamos al día de la competencia vimos que iban apareciendo unos perros bien preparados, con buen porte y semejantes collares. Nosotros estábamos solo con Lebrón y por un momento dudamos de lo que iba a pasar”, confiesan ahora sus guías, bastante más relajados que aquellos 5, 6 y 7 de julio.
Superando distractores
El campeonato duró tres días. El primero se evaluó disciplina básica: que el perro acate órdenes y trabaje sin correa. En el segundo día comenzaron las pruebas con sustancias. “Eran cuatro ejercicios y cada perro disponía de un tiempo máximo de cinco minutos para encontrar la sustancia. Había tres positivos y un negativo. Lebrón lo hizo en tiempo récord de un minuto y medio, discriminando correctamente cuáles eran los negativos y marcando las sustancias”, cuenta Camelli, sin poder ocultar una mueca de orgullo en su rostro. Entonces su compañero aporta una aclaración para darle todavía más valor a la actuación del can: “Les ponen distractores, que son sustancias con olores similares a la cocaína y a la marihuana, que un perro que no está muy bien entrenado muchas veces confunde. Pero él lo hizo perfecto y al final le sobraron como 10 minutos”.
PASEO. A diario es llevado a distintos escenarios para que se habitúe.
Asombrados con la actuación de Lebrón, los jueces lo aplaudieron y le colgaron la medalla del tan ansiado primer puesto, y esta vez en un Nivel II.
El próximo desafío será antes de fin de año, en Rosario (Santa Fe). “Los organizadores quieren que vayamos porque ya es un nivel más alto y nos dijeron que el perro tiene condiciones para hacer podio de nuevo”, relata Reinaga.
Desde cachorro
“Lo hacemos por una satisfacción personal”, afirman los dos adiestradores, quienes también recibieron una medalla, además de la felicitación de sus superiores. Enumeran todos los cursos y capacitaciones que hicieron para optimizar su trabajo y remarcan que estos resultados les llenan el alma.
A Lebrón lo conocen desde cachorro. Camelli recuerda que fue a buscarlo a Jujuy, luego de que el ex intendente Marcelo Herrera lo comprara para donarlo a la fuerza. Un tiempo después, sumaron a Luna, de la misma raza. Ambos conviven ahora en el predio que tiene la Didrop en Simoca.
No es que consume
Sus guías los buscan todos los días para reforzar el trabajo de adiestramiento, que no consiste solo en entrenar. “Es muy importante la socialización. Los sacamos de paseo y los hacemos trabajar en distintos tipos de escenarios para que después, cuando vayan a la ruta, por ejemplo, no se asusten. Los perros salen a pasear constantemente, no es que están acá encerrados”, aclaran.
Entonces surge la pregunta que todos se hacen: ¿cómo logran que el animal detecte la droga? Los adiestradores explican que todo nace de un juego: desde muy pequeño, el perro repite la aventura de buscar su juguete como un tesoro. No es más que un pequeño almohadoncito de trapo que -para el olfato preciso del can- huele a cocaína y marihuana. “Él busca el juguete y se pone loco cuando lo ve, para él es una presa; lo muerde y se le despierta el instinto de caza. Adentro le ponemos el olor a la sustancia, no es que el perro tiene que consumir las drogas. Un perro no aguantaría consumir cocaína, por ejemplo, le daría un paro cardíaco”, advierte Reinaga, derribando un mito.
Y Camelli refuerza esa explicación: “Es como cuando uno hace ruido con la bolsa de alimento en la casa, que el perro escucha y ya sabe que se viene el momento de comer. Eso se llama estímulo condicional clásico, el ruido es un estímulo neutro y la alimentación es el estímulo positivo. Bueno, cuando el perro encuentra el juguete, tiene su premio. Ese es el estímulo. Es como que se diga que al perro que busca explosivos le metemos pólvora por la nariz”.
“Alta efectividad”
Para la Policía, el perro es una herramienta de trabajo fundamental. “Adonde no llega el ojo humano, llega la nariz del perro”, dice Camelli. “Los narcotraficantes siempre intentan estar un paso más adelante que nosotros y de acondicionar la sustancia para que no se la detecte en la búsqueda; manualmente por ahí no la encontramos, pero sabemos que con el olfato del perro no vamos a fallar; donde esté, él la va a detectar”, agrega, confiado.
La misma fe le tiene el subcomisario Ricardo Nacusse, jefe interino de la división. “La ventaja es que ellos pueden buscar entre una gran cantidad de volumen en poco tiempo. Por ejemplo, si nosotros tenemos que controlar un colectivo, duraríamos mucho tiempo, en cambio ellos en escasos minutos controlan las personas y el equipaje”, destaca.
La capacidad de los perros de búsqueda es admirable en este sentido. “Detectan desde una mínima cantidad. Para que se entienda, las glándulas olfativas receptivas de los canes son alrededor de 300 millones, mientras los humanos tenemos alrededor de 6 millones, o sea que a la mínima cantidad de droga ya la detectan e incluso la pueden olfatear a distancia. Tienen una alta efectividad”, resalta Nacusse.
La alegría por el último logro de Lebrón es compartida en la Didrop. “Es un gran orgullo para nosotros ya que lo sentimos parte, es alguien más de la familia y cuando a alguien de la familia le va bien, todos nos ponemos contentos”, dice el jefe de la división.






















