Las tucumanas son más y crecen más rápido, pero dos recintos sobran para las electas en 40 años

En total, 76 mujeres lograron los votos necesarios para acceder a una banca en la Legislatura provincial desde 1983.

El recinto de sesiones de la Legislatura. El recinto de sesiones de la Legislatura.

Bastaría un recinto y medio de los actuales con 49 bancas para sentar a todas las legisladoras tucumanas electas durante el capítulo democrático que comenzó en 1983. Los hombres, en cambio, necesitarían 8,5. En total, 76 mujeres consiguieron los votos para convertirse en representantes del pueblo durante las últimas 10 elecciones. En el mismo lapso, el electorado escogió a 420 parlamentarios varones. Estos resultados responden a tres esquemas institucionales y electorales distintos. Si bien al comienzo los acoples incrementaron el número de mujeres, ese mecanismo acumula tres experiencias de retroceso y, proporcionalmente, la cantidad de legisladoras electas en 2019 fue casi igual que en 1999, pese a que el volumen de mujeres supera al de varones desde hace medio siglo y a que aquellas crecen con mayor rapidez que el conjunto de la población de Tucumán.

Las mujeres lograron alrededor del 15% de los puestos del Poder Legislativo provincial repartidos en los 40 años que pasaron. Otra cosa muy distinta es si realmente los ocuparon y si pudieron terminar sus mandatos. Tampoco se toman en cuenta los antecedentes y la militancia en una institución que en los ciclos recientes tendió a privilegiar los linajes. Los 76 casos detectados no implican 76 legisladoras distintas, sino escaños. ¿Por qué? Porque algunos nombres de parlamentarias, especialmente en el sector oficialista, se repiten hasta tres veces gracias a la habilitación de la re-reelección de los titulares de cargos públicos electivos en funciones entre 2003 y 2007. Si se consideran las personas, el número de ciudadanas que tuvo la oportunidad de llegar al Parlamento desciende en forma significativa.

El promedio de legisladoras por período alcanza el 16,4%: en el mejor de los casos, llegó al 28,5% (en 2007). De los diarios de sesiones, las publicaciones del Archivo de LA GACETA y los documentos de los órganos encargados de organizar los comicios se desprende que las candidatas con aspiraciones legislativas siempre corrieron con desventaja, pero que los tiempos políticos más duros acaecieron tras la dictadura. En las tres primeras legislaturas hubo apenas cinco mujeres. Esta representación contrasta con el frenesí poblacional que vivieron las tucumanas a partir de la década de 1970, cuando la tasa de feminidad sobrepasó a la de masculinidad (hasta el censo de 1960, las mujeres eran una minoría en la provincia). En 112 años, mientras la cantidad de habitantes en Tucumán se quintuplicó, la de mujeres se multiplicó por seis: según el Censo 2022, estas representan el 51,56% del conjunto en el presente (877.000 de 1,7 millón).

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Hegemonía sostenida

El agravante de esas primeras dos legislaturas posdictadura es que poseían 60 bancas, 20 para senadores y las restantes para diputados, 11 más que el Poder Legislativo unicameral vigente, y 20 más que el que funcionó entre 1991 y 2007. Al menos matemáticamente parecía que el diseño bicameral brindaría mayores oportunidades para la diversidad, pero en la práctica eso no ocurrió: los varones sostuvieron su hegemonía en la política en la época de la apertura democrática. La escasez persistente de legisladoras llegó hasta el punto de que, en 1994, los parlamentarios sancionaron la ley de cupo femenino aplicada a partir de las elecciones del año siguiente.

El salto entre los comicios de 1991 y de 1995 fue grande para los estándares locales: se pasó de una legisladora electa a ocho. Pero el camino hacia la paridad se detuvo en 1999 y dio pasos hacia atrás en 2003. La superabundancia de candidaturas propiciadas por los lemas y sublemas jugó en contra de las mujeres, efecto que se suma a los abundantes reproches que llevaron a dejar de lado el mecanismo a partir de la reforma constitucional de 2006. En el debut de los acoples en vigor, el número de ganadoras de elecciones legislativas volvió a crecer y la Legislatura de 2007 exhibió en su punto de partida ocho parlamentarias más que la de 2003. Pero, otra vez, las expectativas de igualdad chocaron en los comicios sucesivos contra la proliferación de boletas y de postulaciones que ya las habían aplastado durante el reinado de los lemas.

El resultado de los comicios provinciales de 2019 muestra que la composición original por sexos de la Legislatura de Tucumán es casi la misma que la que había en 1999: 10 legisladoras electas contra las nueve de hace dos décadas. Estos datos no provocaron alteraciones en las reglas de juego y la provincia es uno de los dos distritos argentinos que carece de una ley de paridad de género -en la misma situación está Tierra del Fuego- que obligue a intercalar mujeres y varones desde el primer candidato titular y hasta el último candidato suplente.

El proceso electoral en desarrollo anticipa que no será sencillo mejorar la brecha existente puesto que muy pocas mujeres encabezarán listas para integrar el Poder Legislativo. Una coyuntura con tanta oferta y fragmentación reduce las posibilidades de que candidatas ubicadas en segundo o tercer lugar de la nómina -en no pocos supuestos al único fin de cumplir con el requerimiento del cupo- accedan a una banca. A menos que haya un giro inédito en 40 años de democracia, la tucumana seguirá siendo una de las legislaturas más desiguales del país.

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