¿Qué lleva a la juventud tucumana al psicólogo?

"Ansiedad" es la respuesta más popular: la eligió una quinta parte de los 256 chicos de género indistinto de la provincia que completaron una encuesta de LA GACETA.

La mayoría de los jóvenes encuestados va o fue a terapia en los últimos años La mayoría de los jóvenes encuestados va o fue a terapia en los últimos años Foto: Diego Aráoz

La ansiedad se impuso como el malestar que con mayor frecuencia lleva a los jóvenes tucumanos al psicólogo, según una encuesta entre chicos de género indistinto desarrollada por LA GACETA entre el 27 de febrero y este 5 de marzo. El sondeo distribuido por redes sociales y aplicaciones de mensajería registró 256 respuestas de encuestados comprendidos en la franja de 18-30 años. El 23,4% contestó que había pedido ayuda psicológica o que la pediría para analizar y tratar comportamientos ansiosos. En el espacio destinado a explicar la situación, una joven tucumana con problemas de ansiedad escribió: “tengo miedo a vivir”.

Los conflictos familiares quedaron como segunda razón para ir al psicólogo con el 12,9% (porcentaje correspondiente a 33 casos). La incertidumbre sobre el futuro (8,2%) aparece en tercer lugar mientras que comparten el cuarto las dificultades amorosas y los ataques de pánico (7,4%). En el quinto puesto se ubican los problemas de autoestima (5,5%).

Si se considera que los ataques de pánico son episodios caracterizados por el miedo y la ansiedad, entonces se advierte que más de un tercio de los jóvenes tucumanos encuestados sufrió o sufre por conductas ansiosas. Según la Organización Mundial de la Salud, estos trastornos mentales son los más comunes del mundo; afectan más a las mujeres que a los hombres, y sus síntomas suelen aparecer durante la infancia o la adolescencia.

Más del 78% de la muestra -precisamente 200 casos- afirmó que hace alguna clase de terapia con un profesional o que la hizo durante los últimos cinco años. La mitad de quienes dijeron que actualmente están analizando sus malestares psicológicos agregaron que sostienen el tratamiento desde hace 12 meses o más tiempo. La encuesta arrojó que sólo el 3,9% recibía o había recibido asistencia psicológica por una derivación médica o por decisión familiar (la mayoría lo hace o lo hizo por voluntad propia).

“¿Cuál fue la causa de tu primera consulta? Si no fuiste aún al psicólogo, respondé por qué irías”, solicitaba una de las preguntas del sondeo. Los participantes podían elegir una opción de un menú de 23 alternativas: ansiedad; melancolía; inseguridad; dudas sobre la carrera elegida; incertidumbre sobre el futuro; adicción a las drogas; ludopatía; adicción a las pantallas; alcoholismo; violencia; inmadurez; problemas de autoestima; conflictos familiares; soledad o aislamiento; trastornos alimenticios; hostigamientos; abusos y acosos sexuales; autodiagnóstico por redes o la web; consultas sobre identidad y sexualidad; mal desempeño académico; dificultades amorosas; miedo y ataques de pánico. Si ninguna de esas opciones resultaba adecuada, los encuestados aún podían añadir “otra causa”. Ocho de los 256 jóvenes (3,1%) escribieron espontáneamente que fueron al psicólogo por primera vez por intentos de suicidio o ideaciones suicidas.

Muchas cosas al mismo tiempo

Los encuestados disponían de la posibilidad de explayarse acerca de la razón por lo que habían pedido o pedirían ayuda psicológica. Entre los que marcaron “ansiedad” y  aprovecharon el espacio concedido para describir su historia aparecen los siguientes testimonios (fueron editados ligeramente):

“Pensaba mucho sobre quitarme la vida”.

“Mi cabeza especula y rellena con situaciones ficticias: por lo general tiende a crear escenarios negativos que afectan mi bienestar en el día a día”.

“Tenía ataques de pánico, vómitos y temblores, y en ciertas situaciones me faltaba el aire”.

“En estos últimos años estoy reconociendo ciertos patrones en mis comportamientos: irritabilidad, dificultad para respirar y para conciliar el sueño, y un profundo miedo a que algo malo pase todo el tiempo. Entiendo que puede estar relacionado con conflictos y situaciones familiares dolorosas, pero, también, con estrés académico. Con la situación económica y política del país tampoco encuentro tranquilidad en actividades que antes solían ayudarme, como el deporte o las caminatas”.

“La encuesta sólo deja elegir una respuesta, pero no es una sola cosa [la que me condujo al psicólogo]. La ansiedad lleva a los ataques de pánico, a la soledad, a los problemas amorosos… todo puede estar relacionado”.

“Después de un año de pandemia me sentía demasiado deprimida. La ansiedad y el exceso de pensamientos me tenían agotada. Gracias a Dios, mi psicóloga fue bastante certera”.

“[Siento] ansiedad por motivos múltiples: trabajo, estudio, inestabilidad económica y estrés”.

“Me gustaría ir al psicólogo porque soy ansiosa, irritable en ocasiones y me frustro cuando las cosas no salen como espero. Un neurólogo me diagnosticó dos crisis de pánico”.

“Estaban sucediendo muchas cosas al mismo tiempo: había cortado con una pareja y mi mejor amiga se iba del país. Me sentía muy angustiada, triste y ansiosa, y no sabía cómo afrontar esas emociones ni con quién hablarlas. No me sentía cómoda con nadie en mi casa y pensé que necesitaba una ayuda profesional”.

“Tengo miedo a vivir”.

El 69% de los 200 encuestados que ya fueron o están yendo al psicólogo expresaron que habían logrado resolver el motivo de la primera consulta. Pero más de un joven tucumano sondeado advirtió que un buen tratamiento psicológico siempre iba a ir más allá de las causas que le habían dado comienzo.

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