El viejo y querido gol resiste el tiempo y la tecnología

Una mirada al grito sagrado del fútbol, su historia, sus personajes, su inserción en la vida cotidiana y su presente.

ICÓNICO. El festejo de Diego Armando Maradona contra los ingleses, quedó guardado en la memoria de todos los argentinos. ICÓNICO. El festejo de Diego Armando Maradona contra los ingleses, quedó guardado en la memoria de todos los argentinos.

De pronto la pelota traspasa la línea blanca pintada debajo del arco y todos gritamos ¡gol! ¿Y qué pasaría si en vez de ese grito sagrado y visceral, metido en el ADN de cualquier futbolero alrededor del mundo, exclamamos ¡meta! (que sería la traducción de la palabra traída del inglés “goal”) No, ¡no! Sería imposible, inadmisible, incluso ridículo.

La cuestión es que el gol, aunque a veces escaso, a veces maltratado, permanece inalterable como uno de los momentos más icónicos del fútbol. Es parte de su esencia, de su razón de ser. Es un motivo de desahogo o de desazón, según sea a favor o en contra. Puede cambiar momentos de la vida, generar grandes negocios, promover estafas, llevar incluso hasta la muerte si se los convierte en la propia valla (¿recuerdan el caso del colombiano Andrés Escobar, en 1994?)

Jergas futboleras

En el deporte no sorprende (para nada) el uso de extranjerismos, sobre todo palabras en inglés debido a que buena parte de las disciplinas que hoy conocemos fueron creadas en Inglaterra. Claro que, con el paso del tiempo, el idioma castellano ha ido reemplazando esos términos pero no ha conseguido, al menos en esta parte del mundo, imponerse por completo.

De hecho, nadie le dice balompié al fútbol. Pero sí se reemplazaron las palabras que definen las posiciones de los jugadores (antes, players) en la cancha. Hasta las décadas del 30 y 40 del siglo pasado (quizás también parte de los 50), decir goalkeeper, back, half, wing, centre forward, insider, era de uso común. Pasaron los años y también cayeron en desuso términos como coach, referee, scorer, shot y field. Podría sonar extraño, pero sí se usan todavía palabras como linesman, corner, offside y team. Cosas del fútbol, sin ninguna duda. En todos los casos, las palabras citadas son una invitación a acudir a un buscador de internet para conocer con precisión a qué se refieren.

Por otro lado, es sorprendente ver cómo el universo del deporte se expresa mediante jergas, es decir, una variedad lingüística perteneciente a un idioma, aunque conocida y utilizada de manera restringida por aquellos que pertenecen a cierto grupo social.

Esas jergas son conceptos variados que tienen un significado particular en el ámbito de un deporte. Afuera de él puede tener una acepción totalmente distinta o directamente no significar nada.

Volvemos a la palabra gol, no tan privativa del fútbol como se verá. En el rugby no hay goles para puntuar, sino tries (palabra traducible como intento, tentativa, ensayo), conversiones, penales y drops (literalmente gotas, aunque en el sentido estricto del juego, soltar, dejar caer). Nadie gritaría goles en el tenis (sino puntos), ni en el básquet (están los triples, dobles y simples), ni en el voley (anotación o punto).

Pero en el hockey sobre césped sí hay goles, como en el handball y en el polo. En el hockey sobre hielo les llaman “hole on”.

GRITOS DE GOL. Los delanteros Miguel Borja y Miguel Merentiel celebran con todo, sus goles con la camiseta de River y Boca, respectivamente. GRITOS DE GOL. Los delanteros Miguel Borja y Miguel Merentiel celebran con todo, sus goles con la camiseta de River y Boca, respectivamente.

De metas y gallos

El vocablo inglés “goal” se usaba en el siglo XVI para denominar la línea de llegada de una carrera. Se cree que el término se usó por primera vez en la década de 1860 en Inglaterra, donde se utilizó por primera vez una meta fija en los campos de fútbol. Lo llamativo del caso es que hay otra teoría: que el término proviene del latín “gallus”, que significa gallo. De vuelta a un párrafo anterior: imaginen a la multitud gritando ¡gallo! cuando el equipo de sus amores por fin consigue la ansiada conquista. Lo dicho: sería imposible, inadmisible, incluso ridículo.

Sobre esta última idea surge un dato sorprendente. Porque no por nada apareció la palabra gallo en esta historia. Se cree que eso de “gallus” se empezó a usar en el siglo XVII, cuando estas aves eran utilizados en algunas competiciones, llamémosle “deportivas” como objetivo para los participantes. Estos tenían que lanzar objetos hacia el animal. Si lograban alcanzarlos, se decía que habían “golpeado al gallo”. En fin…

En publicaciones sobre etimología hay una definición interesante sobre la palabra gol, definida bajo el dicho “no es importante el destino, sino el viaje”. Esto es, que no tiene que ver con la meta, sino con lo difícil de conseguirla. En esencia, “goal” viene del inglés arcaico “gaelan”, que significa impedir, y este de la raíz “gal”, barrera. Esto hizo formar palabras como “galilaea” (galería, atrio, claustro de una iglesia) y “gal” (mujer).

La Real Academia Española define al gol de esta manera: “en el fútbol y otros deportes, entrada del balón en la portería” (que sería el arco, la valla). Y cuando brinda sinónimos, aparecen “tanto, punto, acierto” y uno muy gracioso: ¡zapallo! (el que, asegura, se usa coloquialmente en Argentina y Uruguay y sería similar al término “chicharro” que se dice en España).

Curiosidades

De las reglas originales del fútbol (de 1863, dictadas por la Football Association inglesa) queda la curiosidad de que el arco medía ocho yardas (7,3 metros) y que sólo tenía dos postes verticales (no había larguero). Para conseguir un gol había que sobrepasar la meta con la pelota, como pasa todavía en el rugby.

En 1866 se le sumó una cinta al arco para delimitar a qué altura el gol era válido. En 1882, se añadió el travesaño y se incluyó una red para ayudar a los árbitros a determinar si el balón había cruzado completamente la línea de gol. Y otro detalle: ¡hasta 1871 no existía la figura del arquero!

Tipos de goles

Y volvemos a los goles, flor y nata del fútbol. Hay gol de oro, gol en contra, gol olímpico. Hay palo y gol. Están los goles de chilena (como el de Enzo Francescoli a Polonia); de tijera; de cabeza; de “palomita”; de sobre pique; de penal; de tiro libre directo o indirecto; “muletazos” y “nucazos” como los de Martín Palermo y Hugo Guerra a River; de taco; de vaselina o globito (darle a la pelota una trayectoria en forma de campana de manera que pase por encima de un obstáculo); de caño; de volea; ¡con la mano! (obvio, hay que hablar de Diego Armando Maradona y su picardía ante los ingleses en México ’86).

Párrafo aparte para los “golcitos” (y no hablamos del modelo de auto de VW). El término se usa en varias formas: cuando son fáciles de convertir, o tienen un “sabor” especial o cuando un hincha habla de forma relajada sobre el triunfo de su equipo (“mirá el golcito que hicimos para ganar”).

Están los “golazos” cuando tienen características fabulosas (aunque últimamente el término está en crisis porque se lo usa para goles de lo más ordinarios). En la vida cotidiana, “golazo” es trabajar en equipo, obtener un éxito, generar una idea brillante, concretar un negocio, encontrar una salida impactante ante un problema.

No olvidamos a los “goles de otro partido” con que ciertos cronistas, comentaristas y relatores definen algunas conquistas que rompen con un desarrollo de juego aburrido (¿de qué partido estarán hablando?). Tampoco podemos obviar expresiones como “peligro de gol”, “aroma a gol”, “goles son amores”, “gol gana”. Y otras frases populares como “no le hace un gol ni al arcoíris”, “era más fácil hacerlo al gol que errarlo”, “dos cabezazos adentro del área es gol”, “penal bien pateado es gol”, “si la peinás en el primer palo es gol”, “los goles que se erran en el arco de enfrente se sufren en el propio”, “si hacíamos ese gol el partido cambiaba”.

Al que hace muchos goles, lógico, se le llama goleador. El que los evita, golero. Particular es este último caso, no sólo por la etimología, sino porque se trata del puesto que quizás más sinónimos tenga: portero, guardameta, meta, cancerbero, guardavalla, cerbero, cuidapalos, guardapalos.

Esas conquistas destacadas

Y si esta nota habla de goles, hay que hacerlo de aquellos que por una causa u otra quedaron en la historia, en los récords, en las anécdotas o en las curiosidades.

En el fútbol saudí se dio el gol más rápido en la historia en 2009, durante un partido entre Al Hilal y Al Shoalah en la Copa Príncipe Faisal Bin Fahad. Nawaf Al Abeb no dudó en aprovechar la oportunidad apenas comenzado el partido. Observando al arquero rival fuera de posición, disparó al arco apenas su compañero tocó el balón tras el silbatazo inicial. Habían pasado sólo 2,4 segundos.

Archie Thompson, nacido en Nueva Zelanda, pero que formaba parte de la selección australiana, tiene el récord de haber marcado 13 goles en un mismo partido. Fue en un encuentro que Australia le ganó 31-0 a Samoa Americana (hace poco se conoció una película sobre esta historia).

Thomas King, guardameta galés de New Port County, tiene el récord Guinness al anotar, desde una distancia de 96,01 metros, el gol más lejano de la historia del fútbol.

También hay un gol considerado “el más bello”. Según una encuesta realizada por la FIFA en 2018, el delantero de México, Manuel Negrete, lo hizo el 15 de junio de 1986 en el Mundial de su país, al marcar el primero de volea en la victoria sobre Bulgaria por 2 a 0.

¿Y el gol más épico? Claro, no puede ser otro que el convertido el 22 de junio por Maradona también en el Mundial de 1986. A poco de haber marcado el famoso tanto llamado “Mano de Dios”, logró una segunda conquista ante los ingleses. Gambeteó a cinco rivales desde el mediocampo y definió casi caído en el área chica. Sí, fue el “Gol del Siglo”.

El doble grito

Por último, hay que hacer referencia a un fenómeno que se instaló desde 2016 en los estadios del mundo desde la utilización del VAR (Video Assistant Referee). Esto es, el doble grito de gol. El primero es cuando el fanático ve que la pelota traspasa la línea. El segundo, cuando el VAR lo confirma, minutos después (aunque más acotado, acompañado de aplausos). Hay quienes dicen que el sistema que ayuda al árbitro principal a evitar errores graves y manifiestos durante el partido, le quitó al fútbol emoción, esencia, espontaneidad y frescura. También que lo enfría y que por el contrario eleva la temperatura de los ánimos.

Un acierto con el VAR es que se acabaron los goles fantasmas, aquellos en los que no estaba claro si la pelota había entrado en su totalidad dentro del arco o no. El más famoso de toda la historia es el de Geoffrey Hurst, que dio el Mundial de 1966 a Inglaterra.

Sea como fuere, y aunque los fanáticos no lo digieren todavía por completo (de hecho, la Premier League tiene previsto analizar si seguirá aplicándolo), el VAR puso al fútbol en remojo. Falta que se lo perfeccione, pero está en ese camino. Lo dijo recientemente Gianni Infantino, presidente de la FIFA, al dar a conocer las modificaciones que sufrirá tecnología, bajo la intención de desarrollarlo y mejorarlo. Y en ese campo está a prueba un “ojo de halcón” para determinar si la pelota ingresó o no en el arco.

Con el VAR los jugadores innobles son mostrados en su desnudez y quedan minimizados los errores arbitrales. Pero la interpretación es lo que está fallando. A esta altura de la historia, con el preciado gol de por medio y con la tecnología dando pasos colosales a diario, pensar en que este sistema mejore y los partidos tengan menos polémica es posible, admisible, incluso serio y responsable.

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