Prevenir la quema de pastizales y cañaverales

Es, sin duda, uno de los motores de la economía tucumana, hasta el punto que nuestra provincia es desde hace más de un siglo y medio sinónimo de azúcar. Hace pocos días, se inauguró la zafra 2020, que durante varios meses modificará el paisaje: los caminos se poblarán de rastras cañeras, los ingenios trabajarán a pleno –en la medida que la cuarentena lo permita- y el cielo se irá poblando de cenizas al promediar junio hasta fines de la molienda, como consecuencia de la quema de cañaverales y pastizales.

El aeropuerto internacional “Benjamín Matienzo” ha sido víctima de estas prácticas en varias oportunidades, cuando el fuego que proviene de cañaverales aledaños avanza sobre la pista. En ocasiones, su actividad ha quedado paralizada incluso durante 48 horas. En septiembre pasado, alrededor de 180.000 tucumanos se quedaron sin luz. Voceros de EDET informaron que el siniestro se había producido a causa de una quema de caña o de pastizales, que obligó a El Bracho a sacar de circulación una de las líneas de distribución energética. El hecho provocó otros inconvenientes: los semáforos dejaron de funcionar, así como los cajeros automáticos que se trabaron o apagaron y dejaron a algunos usuarios sin su tarjeta de débito.

Conocido es el daño que el hollín produce en la salud. En 2011, a pedido de la Justicia Federal, la Cátedra de Toxicología de la Facultad de Bioquímica de la UNT señaló en un informe en la quema de caña se liberan gases, compuestos orgánicos persistentes, ceniza y humo. “Tal vez como todas las sustancias liberadas en el acto de la quema de cañaverales, matorrales y otras hierbas no producen lesiones o afecciones de carácter agudo, no se les da trascendencia. Pero dentro de unos años lamentablemente, así como estamos viendo un aumento de enfermedades respiratorias, se pueden esperar cánceres”, se afirmó en el relevamiento.

En el suplemento Rural del 4 de abril pasado, le dedicamos un espacio a la creación la Mesa de Gestión Ambiental de Cruz Alta (MGA), que este mes cumplirá una década de existencia, cuyo propósito fue elaborar una propuesta para lograr la erradicación gradual de la quema de caña de azúcar. Entre los logros más importantes con el sector productivo, se halla el diseño y la puesta en funcionamiento de la certificación de las normas de Buenas Prácticas Agrícolas: local GAP Tucumán Caña de Azúcar Sin Uso del Fuego. Mediante estas las empresas garantizan que el proceso de cosecha y el manejo de residuos en sus campos se efectúan sin el uso del fuego. Se indicó que se produjo una reducción del porcentaje de quema en el cultivo; en 2019, se detectaron 50.250 hectáreas del área cañera tucumana sometidas a quema, es decir un 18% de las 275.290 ha cosechables. Pero respecto de 2018, esta cifra representó una disminución cercana a un 14%. El año pasado se quemaron 36.250 ha menos que durante el mismo período de 2018, según lo determinó la sección Sensores Remotos y SIG de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres.

Sería importante que ahora que la zafra está en sus albores, el Estado realizara una campaña de concientización. Las autoridades argumentan que controlan y aplican con rigor la ley 7.459 que prohíbe la quema de caña de azúcar como método auxiliar de la cosecha e impide a los ingenios recibir caña quemada, pero los resultados reflejan que algo no se hace correctamente.

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