¿Cuál es el valor de la solidaridad?

Tres expertos expusieron casos en los que el compromiso social tiene un peso fundamental para la construcción de una sociedad sustentable

LA GACETA/FOTO DE ANALÍA JARAMILLO LA GACETA/FOTO DE ANALÍA JARAMILLO

La solidaridad es un valor humano que consiste en ayudar a otra persona de manera desinteresada, es decir, sin esperar nada a cambio y sin ningún interés de por medio. Se trata de una acción voluntaria cuyo premio suele ser darle una solución al otro, con una acción colmada de empatía. Liliana Ramponi, responsable de la Fundación Natali Dafne Flexer, Jorge de All, presidente del Sanatorio Otamendi y fundador de Cuerpo&Alma y Carlos March, director de Comunicación Estratégica de la Fundación Avina/Argentina, han dejado claro en el panel sobre Compromiso Social, le han puesto sentido a aquellas acciones solidarias que llegan a un individuo, pero que puede tener un alto impacto en un grupo y hasta en una sociedad. Durante el II Encuentro de empresarios del Norte Argentino organizado por ACDE, el propio March ha definido  que un proceso colaborativo ideal de alto impacto requiere de la escala que el Estado cuenta para llegar a la mayor cantidad de población posible y en el que la sociedad civil debe aportar acciones específicas con una red estimada en 80.000 ONG en la Argentina, mientras que las empresas deben aportar la calidad, la especialización para el logro de objetivos.

Aquellas acciones parten de la base de la oportunidad para encontrar salida, más allá de la coyuntura difícil. Ramponi abrió el panel relatando el caso de Juanchi, un niño del interior tucumano, al que se le diagnosticó leucemia linfática aguda y que esa situación no sólo le cambió la vida a él, sino también a todo su entorno. La acción de la Fundación Flexer apuntó a tratar de facilitarle la búsqueda de una salida, a través de un trabajo integral de profesionales y de voluntarios, más allá del choque con la burocracia. Ese es el legado que hace 30 años expuso Edith Grynszpancholc, madre de Natalí, para que la sociedad venza los miedos acerca del cáncer infantil y accione para que aquellos que lo padecen busquen la manera de mejorar. “Faltan cuatro días para que empiece el Mundial y todos estamos pendientes de los partidos más importantes. Creo que hay que tomar conciencia de que, en este momento, hay muchos chicos que, como Juanchi, están jugando el partido más importante de su vida, luchando por su vida”, reflexionó Ramponi ante un auditorio colmado en el Hotel Sheraton Tucumán que participó del panel moderado por la titular del Consejo Asesor de Salta (Junior Achievement Argentina) Patricia Cerrizuela. La responsable de la fundación en la provincia lanzó una consigna a los presentes y a la sociedad toda para que “tomen la posta y se pongan la camiseta de los chicos con cáncer y les ayuden a jugar ese partido todos y cada uno de los días”.

Las acciones deben ser coordinadas, advirtió a su turno el presidente del Sanatorio Otamendi. Todo puede ser posible de la mano de la sinergia y de la integración de uno, dos, 10 o cuanto quieran participar de proyectos solidarios, puntualizó en su exposición. “Las organizaciones sociales tenemos ese problema de que nos superponemos geográficamente en las acciones, pero no mostramos capacidad de trabajar juntas”, reconoció. De All arrancó su tarea social con una docena de médicos del Otamendi, pero ahora son más de 600 profesionales que desarrollan su tarea en el impenetrable chaqueño y en Santiago del Estero. “En estos 17 años de la fundación, hemos trabajado con más de 100.000 personas de la zona que, entendemos, es una de las más pobres de la Argentina, cuya característica saliente es el aislamiento que exacerba la pobreza”, describió.

En el ADN de su fundación, De All señala que está el valor del trabajo y del esfuerzo, heredado de su padre entrerriano, nacido en la Aldea Asunción, pero que esa ruralidad no le impidió crecer y desarrollarse, más allá de que se ganaba la vida como vendedor ambulante para sostener la familia. “Pudo ir al colegio Mariano Moreno de Buenos Aires y fue medalla de oro, siendo vendedor ambulante, de la misma manera que pasó por la Facultad de Medicina de la UBA, estudiando en la biblioteca, y obteniendo al final de su carrera una medalla de oro”, relató, como una manera de resaltar que en la adversidad también hay grandes oportunidades, según cómo miremos la realidad.

Tomando como referencia las palabras de Ramponi, el titular del Otamendi describió que la Argentina  se asemeja demasiado a un equipo de personas que, cuando uno se lesiona, no puede seguir trabajando. “El objetivo de un trabajo en conjunto es recuperar a esos lesionados (los que no son tenidos en cuenta por el sistema) para que jueguen, porque con ellos también hay que ganar los partidos. Para eso se requiere ponernos de este lado del televisor; no desde espectador, sino desde el protagonismo”, comparó.

De la experiencia de Avina, March considera que el proceso colaborativo puede darse a través de tres paraguas: combatir el impacto de la crisis climática, una economía más justa y regenerativa e innovación democrática para el desarrollo sustentable y sostenible de la sociedad. Según su criterio, el desafío para la sociedad en general y para las empresas en particular es construir equipos que puedan operar sistemas caórdicos, es decir, dentro del orden y del caos, algo que se ha hecho un común denominador en un mundo con más convulsiones socioeconómicas.

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