Me resulta difícil olvidar a aquellas maestras de primaria que nos impulsaban a crear “sopa de letras” referidas a las lecciones o exposiciones que dábamos en clase, para que nuestros compañeros fijaran algunas de las cosas que exponíamos. Tampoco olvido aquellos desafíos con amigos para completar la “sopa de letras” que venía con el diario. Ahora de grande reflexiono lo bueno que era ese juego y los beneficios que tenía. Porque la búsqueda de palabras dentro de una cuadrícula o de otra forma geométrica, combinada con las posibilidades de enlazar palabras de manera horizontal, vertical o diagonal -al tiempo de que pudieran estar escritas en sentido normal o inverso-, nos llevaba a ampliar nuestro vocabulario y a mejorar la ortografía. Además, estimulaban nuestra paciencia, concentración, memoria y destreza visual. Muchos atribuyen la creación del juego al estadounidense Norman Gibat, aunque previamente el español Pedro Ocón de Oro publicó un libro con este juego, en 1955. Esto no quita que Gibat haya sido quien lo difundió entre países angloparlantes, cerca de 1968. Al igual que ocurre con muchos otros juegos de ingenio, ninguno de los mencionados patentó su creación y, debido a ello, se difundieron muy rápidamente por todo el mundo, sin que exista una denominación común y universal para el juego.
Marcelo Daniel Castagno
marcelocastagno@yahoo.com.ar