
Por Gabriela Tío Vallejo
Historiadora - Especial para LA GACETA
Los buenos narradores suelen ser malos conversadores. En esto Páez era una excepción. Entre sus modos aristocráticos, tales como pagar siempre el café diciendo “yo atiendo esto”, estaba la habilidad para introducir una anécdota que podía ser personal pero siempre enhebrada al diálogo compartido y a los intereses comunes. Yo disfrutaba sus relatos que, con voz grave y por momentos histriónica, desplegaba en el “fumadero”, el lugar adonde solíamos ir desde LA GACETA que era nuestro punto de encuentro.
Allí se corporizaban personajes históricos, sus vicios, sus virtudes, sus pleitos, detalles que podían parecer anecdóticos pero que los convertían en personas de carne y hueso, las más de las veces ante una consulta mía.
También se interesaba en mis investigaciones, siempre aportando algo. A lo largo de los años distintos proyectos fueron ocasión para estas largas conversaciones. Abordamos juntos la tarea de recuperar los capítulos del libro que había dejado inédito Ramón Leoni Pinto en torno a la historiografía de Tucumán. Fue una tarea ardua de recopilación de borradores en papel, además de algunos archivos digitales.
Celebrar el bicentenario con la producción de dos colecciones de Historia de Tucumán fue idea suya como integrante del Ente del Bicentenario. Era un proyecto que superaba las a veces patrióticas pero estériles conmemoraciones. Carlos me contactó a fines de 2015 para ser la coordinadora de la Historia de los Municipios de la provincia. Por primera vez, se encaraba una historia de Tucumán no desde la capital sino de los pueblos y ciudades del territorio provincial.
Le consulté mucho en el proceso de redacción de los libros en el que participó activamente, ofreciéndonos material de trabajo, fotos, mapas, asesorando a escritores y pasantes en la consulta de fuentes y en todo lo que estuvo a su alcance para facilitar el desarrollo del proyecto que lo entusiasmaba especialmente.
Cabe destacar que no se ha escrito un manual que ocupe un lugar parecido a sus manuales de Historia de Tucumán. La producción historiográfica sobre nuestra provincia es abundante y rigurosa, pero no hay una obra similar que sirva de referencia para quien inicia un camino de investigación, para los docentes o para los aficionados o curiosos de la historia.
La suya era una historia apegada a los acontecimientos, desde el ámbito disciplinar suele ser considerada una forma tradicional de hacer la historia. Sin embargo, quienes trabajamos la historia de Tucumán, los que lo citamos y los que no, hemos recurrido a sus trabajos para reconstruir el entramado empírico de los problemas que estudiamos y también como una guía de fuentes a consultar.
La primera vez que nuestras formas de hacer Historia se encontraron fue en el Archivo Histórico cuando funcionaba en la calle 24 de Septiembre. Carlos me acercó la fotocopia de una nota suya en el diario sobre el fusilamiento de Bernabé Aráoz y a modo de sentencia me habló de la imposibilidad de entender la política de estos años sin considerar las relaciones personales de los protagonistas.

Probablemente percibía que yo me esmeraba en inscribir los hechos en un proceso social o político más amplio, mientras él buscaba la explicación más al ras de los acontecimientos, quizá con la certeza de que esa “histoire événementielle” se explicaría por sí misma. El encuentro de esas dos maneras de hacer la historia fundaron, de algún modo, un diálogo respetuoso que perduraría en el tiempo y que al menos para mí fue fructífero.
El entramado de acontecimientos reconstruido con rigor y exhaustividad y con su amplísimo conocimiento de las fuentes sobre Tucumán es una guía en los inicios de una investigación y también una bitácora de fuentes. Una mirada a las notas de sus manuales da cuenta no sólo de los documentos que utilizó sino de las publicaciones éditas, entre ellas numerosas revistas que consultaba seguramente en sus periódicos viajes a Buenos Aires, y que muchos conocimos a través de sus citas.
Cada tanto regreso a la trajinada fotocopia del viejo manual de Historia de Tucumán como si fuera otra vez al “fumadero” a escuchar su relato de cuando estuvo a solas con Perón o a buscar ese dato al que a veces no le damos estatura historiográfica pero que es parte de la urdimbre de cada relato que trabajosamente construimos.
Nos quedó pendiente un último café.