Carlos Skliar: “La escuela pública es el único y último lugar de modificación de un destino en un país tan desigual"
Más de 30 libros -entre ensayo pedagógico, filosofía, poesía y narrativa- le dan una consistencia al discurso del docente y escritor Carlos Skliar al hablar de uno de los tópicos más discutidos en la actualidad. La educación, lo que pasa y puede pasar en nuestro país. Investigador principal del Conicet y Flacso, su formación proviene de las formas de vinculación pedagógica con las diferencias.
Por Sergio Silva Velázquez para LA GACETA
-¿Cómo definiría este tiempo donde lo efímero y novedoso atraviesa lo cultural pero también los medios de comunicación y el contexto político?
- Hay una combinación entre lo efímero y lo novedoso que sale del campo literario para inundar todos los procesos culturales-lingüísticos, inclusive el discurso político; una sensación de época que se define en otro lugar: la industria del entretenimiento, la de la información (o desinformación) y la opinión. Lo que llevaría a tomar una decisión hoy crucial: si todo se parece a todo o si queda un resquicio o espacio para no parecerse. Y en eso hay una discusión. Cómo hacer para que las escuelas, las cofradías o las colectividades puedan no parecerse a todo lo mismo.
-¿Por qué se discute en Argentina la figura y el rol del investigador académico?
-Uno tiene que plantearse, difundir, producir conocimiento pero también crear un límite con lo público. Hay una falsa idea de que la investigación es un laboratorio cerrado inaccesible. Viví en Brasil, España e Italia y los últimos 15 años estuve en el Conicet, donde he investigado en las áreas de educación, filosofía y literatura. Siento que contribuimos no desde un lugar jerárquico, ni por encima de nadie. Procuramos escuchar y poder reelaborar en comunidad cuales son los problemas, sus insatisfacciones, cómo podemos contribuir a solucionarlas; porque algunos son problemas históricos y actuales de la educación argentina y latinoamericana. El investigador intenta trabajar en lo científico pero también en su anclaje en la comunidad. La idea del investigador encerrado y ajeno a lo que pasa, que está inclinado frente a un libro es pretérita, del siglo XVIII.
-¿Un problema sería lo que se discute en las plataformas? , la polaridad beligerante en las redes sociales… ¿las referencias peyorativas al Conicet, por ejemplo?
-No me parecen debates, ni conversaciones. Para mí, en una conversación, lo menos importante es tener razón: lo más relevante sería escuchar o entender que existen otros enfoques y eso es lo que menos encontrás en las redes sociales. También soy usuario y estoy activo pero no participo de las polémicas que se diluyen bajo una forma de ofensa o agravio; trato de salir de esa relación de violencia urgente, no se trata de convencer ni persuadir a nadie. No creo en las verdades absolutas erigidas como banderas del tipo “cierren ese antro o tal canal” como se ha naturalizado en las redes o “solo el Conicet investiga”, en denostación de formas comunitarias de pensamiento o de narración. Como investigador, no quiero privilegios ni tampoco me voy a sumar a la tendencia de definir realidades en 280 caracteres. Trato de ubicarme en una línea entre esa libertad de expresión y la responsabilidad de la palabra; y claro: una palabra que tenga ética y estética.
-En la Argentina ¿diría que los proyectos de investigación no están atados al color de quien está en Casa Rosada?
-He atravesado por tres gobiernos en mis últimos quince años como investigador y nunca me indicaron una tendencia o ideologización partidaria. Claro que he tomado partido y sé de qué lado estoy ,como cualquiera; no soy ingenuo. Pero en lo personal, no veo más allá de las posiciones individuales o las posiciones colectivas en los debates para la comunidad: y ahí hay claras diferencias, a propósito de financiamiento, entrada de nuevos investigadores, valor de los proyectos de creación de patentes, desarrollo tecnológico, proyectos sociales y los temas emergentes.
-En tiempos donde un filósofo tan leído como Byung-Chul Han habla de “No Cosas”, de una “Sociedad del Cansancio”, ¿cómo definiría la escuela pública?
- Para mí la escuela es el último y el único lugar de construcción de lo público, de modificación sustancial de los destinos en un país tan desigual y tan fragmentario, violentado por la miseria o por la pobreza; la escuela es el lugar de igualdad por excelencia, de refugio en un mundo a menudo tan hostil; el lugar donde puedes comenzar de nuevo, el sitio donde se juega la multiplicidad de lo humano. Fuera de la escuela hay muy pocos lugares donde la multiplicidad y la igualdad puedan articularse. Por eso celebro y hago una defensa irrestricta de la escuela pública.
-Y la palabra Educación en este contexto de crisis e incertidumbre… ¿qué sería hoy para un argentino?
-Me cuesta hablar en nombre del argentino promedio pero la palabra es un objeto de debate y de lucha. La disputa del sentido de esta palabra está en la base de su propia trascendencia. Pero también esto se ha agrietado: para unos es una forma de militancia, para otros de domesticación; yo creo que hay matices en ambos casos, pero la educación sigue siendo indiscutible e irreprochable. Salvo que le demos un sentido utilitario para adaptarla a las exigencias de una época. La disputa ahí se vuelve más agria: el poder económico determina otro sentido, la de salir al mercado y ganarse la vida, un sentido mezquino, según mi parecer. Yo quisiera resguardarla de solo el sentido de capacitación para el futuro; quiero darle un sentido trascendente en el presente como experiencia del aquí y ahora. Creo que la escuela es fundamental para recomponer el tiempo y el lugar, lo cercano y lo lejano, más allá de los sujetos de debate o las diferencias de sentido.
© LA GACETA
PERFIL
Carlos Skliar es investigador principal del Conicet y de Flacso, donde fue coordinador del área de educación. Tiene un doctorado en Fonología con especialidad en problemas de comunicación humana. Tiene estudios de posgrado y posdoctorado en las universidades de Barcelona y Río Grande do Sul. ¿Y si el otro no estuviera ahí?, La intimidad y la alteridad y Pedagogía -improbable- de la diferencia son algunos de sus libros.














