¿Volverá el rugby emergente de Tucumán a ser lo que era?

El mapa de clubes informales cambió radicalmente tras la pandemia: muchos desaparecieron, otros aún sueñan con volver al ruedo.

COBRAS RUGBY CLUB. El club de Banda del Río Salí (Cruz Alta) es uno de los pocos clubes emergentes que logró sostenerse tras la pandemia. COBRAS RUGBY CLUB. El club de Banda del Río Salí (Cruz Alta) es uno de los pocos clubes emergentes que logró sostenerse tras la pandemia. Foto: Inés Quinteros Orio (La Gaceta).

En dos meses se cumplirán cuatro años desde que el mundo quedó patas para arriba por culpa de un virus hasta entonces desconocido. Tras la cuarentena global, la normalidad fue recuperándose de a poco, al punto de que hoy la pandemia es prácticamente un mal recuerdo. Sin embargo, los efectos del covid-19 todavía no se han disipado del todo. En el ámbito deportivo, algunas disciplinas se vieron más afectadas que otras, y una de ellas es el rugby. Al tratarse de una disciplina colectiva y con alto nivel de contacto, fue una de las últimas en ser habilitada en forma plena por las autoridades sanitarias, y hasta entonces muchos jugadores se mudaron a otras disciplinas o directamente abandonaron el deporte. Y aunque con el tiempo los números se fueron recuperando, lo que sufrieron especialmente el impacto de la pandemia fueron los clubes más humildes: los de Desarrollo y los llamados “clubes emergentes”.

Este último estrato aglutina a aquellos clubes de rugby que legalmente no son considerados como tales, por no tener aún la personería jurídica. En la última mitad de la década pasada, el fenómeno de los clubes emergentes había expandido los dominios del rugby por todo el mapa de la provincia, al punto de que para 2019, en 16 de los 17 departamentos de Tucumán había al menos un club de rugby, ya fuera legalmente establecido o “emergente”. La única excepción era Simoca, en donde ya existía la intención de constituir un enclave ovalado.

Sin embargo, la pandemia frenó en seco esa campaña de conquista, y en la actualidad se observa un panorama muy distinto: la mayoría de los clubes de rugby emergente no pudieron sostenerse y desaparecieron. La gran pregunta es: ¿se trata de un fenómeno irreversible o ese mismo impulso que les dio vida en su momento puede reaparecer en algún momento? José Rubino, director deportivo de la Unión de Rugby de Tucumán (URT) y uno de los que más conoce el paño del rugby emergente, tiene la respuesta de por qué muchos de esos clubes no han vuelto y difícilmente lo hagan.

“Sucede que en muchos de esos focos de rugby pasa lo mismo: hay un grupo de personas con entusiasmo y ganas de jugar al rugby, pero con eso no alcanza para formar un club. Generalmente sólo buscan satisfacer su necesidad de jugar. Es lo mismo que ir a jugar a la pelota en el parque un sábado, con la diferencia de que si un chico se lastima jugando al fútbol no pasa nada, pero si lo hace jugando al rugby, los padres le arman flor de lío al club, al árbitro y a la Unión”, explica.

“El rugby es un deporte de contacto, por eso desde World Rugby, desde la UAR y desde la URT se intenta de que la práctica de este deporte sea lo más segura posible. Y para eso es necesario que se cumplan una serie de normativas que muchos no están dispuestos a cumplir. No se puede jugar de manera coloquial, no podemos permitir el rugby salvaje. Tiene que haber cierta estructura, cierta formalidad, porque tenemos la obligación de cuidarlo y hacer que florezca. Por supuesto que queremos que se juegue al rugby en todos lados, pero que haya un club, no 10 tipos jugando así nomás”, amplifica Rubino.

El T1 Rugby, una nueva modalidad

Muchos clubes emergentes desaparecieron tras la pandemia, como Newen Mapu (La Cocha), Bella Vista (Leales), Libertad (Trancas) y Benjamín Aráoz (Burruyacu), mientras que otros lograron capear el temporal y siguen sosteniéndose con mucho esfuerzo, como Cobras (Cruz Alta) y Santa Ana. Señala Rubino que el entusiasmo por el rugby sigue existiendo y que muchos de esos focos son como una ceniza a la que sólo es cuestión de soplarla para que vuelva a encenderse. Sin embargo, insiste en que no es cuestión de jugar por jugar ni de sumar practicantes a la disciplina sólo por difundirla.

EN EL SUR. Newen Mapu, de La Cocha, es uno de los clubes emergentes que no pudieron volver tras la pandemia. Sin embargo, el entusiasmo por el rugby persiste. EN EL SUR. Newen Mapu, de La Cocha, es uno de los clubes emergentes que no pudieron volver tras la pandemia. Sin embargo, el entusiasmo por el rugby persiste.

“¿Se pueden juntar 10 tipos a jugar al rugby? Sí pueden, pero no para jugar al rugby de manera formal. Hay otro rugby para eso. De hecho, en Europa se está implementando una modalidad llamada T1 Rugby, que es una suerte de tocata donde el punto de contacto es simulado. O sea, se genera algo parecido al punto de contacto, pero en realidad no hay contacto con el suelo ni con el rival. También hay line y scrum tira-saca. Es lo más parecido que se puede al rugby, pero sacándole el contacto. Yo mismo lo he probado en la tocata de M35 que se hace los martes en mi club. Yo hice de árbitro, porque a diferencia de una tocata, esta modalidad sí requiere cierta conducción del juego. Y se ve que pegó porque a la semana siguiente me llamaron para jugar otra vez con esa modalidad”, cuenta el de Natación.

El T1 Rugby difiere del X-Rugby, modalidad que se venía implementando en los clubes emergentes, ya que aquella no tiene contacto, mientras que esta lo tiene en grado reducido. “El problema es que en los clubes se quería jugar al rugby de contacto pleno. Era difícil hacerles entender que no podían poner en riesgo la integridad física ni al propio club, ya que había mucha gente que recién se animaba a probar el rugby. Si arrancás con una lesión, la gente se asusta y se va. Había que hacer que el entorno fuera lo más seguro posible”, explica Rubino.

Mover la rueda

En definitiva, que el mapa del rugby emergente tucumano ya no sea el tablero de TEG que parecía en 2019, con fichas en casi todas las jurisdicciones, no se debe sólo a la pandemia sino también a una cultura de la informalidad. Más allá de cumplir los requisitos del trámite de la personería jurídica, la formación de un club -y sobre todo, su sostenibilidad- requieren un trabajo constante y con proyección de futuro. Es decir, no sólo armar un equipo para competir, sino apuntalar divisiones formativas. “Hay que mover una rueda. Que haya chicos y mujeres, que todos trabajen en función de un club, con el pretexto de jugar al rugby. Es lo que está haciendo Santa Ana, por ejemplo”, menciona Rubino.

El Director Deportivo de la URT asegura que gente de varios de esos clubes que quedaron inactivos se comunicaron con él en el último tiempo para manifestarles su intención de volver. La clave para que ello suceda será que se lo haga bajo cierto nivel de formalidad. “A ver, en el fútbol cualquiera puede formar un equipo, pero no por eso ya podés pretender jugar el torneo de la Liga. Sí podés hacerlo en torneos informales. En el rugby, en cambio, no existe la informalidad. No podemos permitir que exista. Hay deportes en los que ya existen ligas paralelas, y no queremos que eso pase nunca en el rugby. Porque cuando se lesione un chico y encima no tenga ni seguro, es el deporte el que quedará mal visto. Estamos tratando de hacer que la imagen del rugby sea distinta. Por ejemplo, queremos que más mujeres se acerquen al rugby. Y no lo digo yo, lo dice World Rugby. La misión es hacer que el rugby sea un deporte para todos”, concluye Rubino.

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