César Luis Menotti: Un tótem que verbalizó el fútbol

La vida del "Flaco" fue de fantasía, desde sus orígenes humildes. Los costados desconocidos en su figura antes de que se convirtiera en una leyenda.

César Luis Menotti: Un tótem que verbalizó el fútbol Foto: ambito.com

César, ¿existe el menottismo?

No, es un disparate. Existe el marxismo, el capitalismo, el peronismo. Menottismo me parece un disparate como metáfora futbolística, una boludez.

De haber existido internet en los años 70, la estampa de ese flaco pelilargo de 1,93 metro, con un cigarrillo adherido a sus dedos, hubiese sido un meme.

Para el fútbol, César Luis Menotti fue un oráculo, un gurú, un filósofo. Un arquetipo de DT al que lo precedieron su discurso articulado, su prédica esencialista, una retórica que hipnotizaba y una personalidad inabarcable.

Fuera de una cancha, este rosarino del barrio Fisherton fue un pesimista feroz, un marxista hormonal sin necesidad de explicación ideológica, un megalómano con un ego sin techo.

Ese tótem de estampa erguida y elegante, que trajo a la memoria una y otra vez el recuerdo de sus buenos equipos, ya es eterno.

Por culpa de Tucumán, el DNI de Menotti no tenía al 22 de octubre de 1938 como la fecha de nacimiento. Dos días antes de su llegada al mundo, su papá, Antonio (“Nito”), tuvo que venir a nuestra provincia por trabajo. Por eso no pudo anotar a quien fue finalmente su único hijo. Recién logró hacerlo el 5 de noviembre, al volver a Rosario.

Papá Menotti había sido un delantero de Rosario Central en la era amateur que disputó apenas un partido oficial, válido por la Copa Nicasio Vila de 1926. Al igual que la mamá del “Flaco”, Olga Fasola, era fanático del club. Por eso César se hizo “Canalla”. Antonio falleció de cáncer en 1955, a los 51 años. César tenía 16: el duro trance de perder a su papá lo marcó por varios años.

Se refugió entonces en la casa de sus amigos, los hermanos Agustín y “Chacho” Rena. Agustín fue delegado de La Fraternidad y militaba en el Partido Comunista. De él César mamó los fundamentos de lo que fue su ideal político, el que ya tenía incorporado al peronismo por herencia paterna.

Tucumán otra vez. La conexión del “Flaco” con la provincia tuvo varios capítulos. Quizás el más recordado sea de cuando se presentó el viernes 3 de noviembre de 1978, en el estadio de La Ciudadela, como DT de la Selección juvenil (con Diego Maradona), para enfrentar (y ganarle 2-1)  a Cosmos de EE.UU., en el que jugaban Franz Beckenbauer, Giorgio Chinaglia y Carlos Alberto.

Como jugador estuvo luciendo la camiseta de Boca el 29 de agosto de 1965 en un partido amistoso que terminó 1-1 y que se jugó en La Ciudadela ante un combinado tucumano. Ingresó por Ángel Clemente Rojas.

Fue muy amigo de Miguel Antonio “Gitano” Juárez, salteño de El Tala que se formó en el fútbol tucumano, en el club Norte, que fue un ídolo de Central. Jugaron juntos en el “Canalla” a principios de los años 60.

Menotti fue quien citó a su selección del interior de 1975 a grandes figuras de Atlético: Ricardo Julio Villa (luego campeón del mundo en 1978), Víctor Hugo Arroyo y Francisco “Kila” Castro. También llamó a Daniel Horacio Marangoni cuando militaba en San Martín en 1975. Menotti fue quien llevó a Juan José Meza, surgido en Central Norte, al Mundial juvenil de Japón, donde Argentina se convirtió en campeona del mundo. Como encargado general de las selecciones de esos años, también puso su mira en Raúl Agüero; Jacinto Eusebio Roldán (ídolo de San Martín); Carlos Horacio Salinas; René Alberto Alderete; Pedro Evaristo Farías; Héctor “Bambino” Gómez (goleador de Atlético), José Rafael Tártalo; Pedro Arturo Monteros; José Antonio Lencina, Julio César Silva y Juan Carlos Santillán.

Menotti, que en algún reportaje radial de 2017, en días de un “Decano” de grandes resultados, dijo que “ganarle a Atlético Tucumán es difícil desde que yo tengo 20 años", amaba otras cosas de Tucumán, como la música de Mercedes Sosa.

Aunque decir “Flaco” es casi un sinónimo de Menotti, siendo un niño lo conocían en su casa y en su barrio como “Cito”. Él explicó alguna vez que podría haberse derivado de “Cesarcito”, pero también montó otra teoría: su papá le dijo que se lo habían puesto por un futbolista que gambeteaba y él admiraba, Vicente Zito, “La Bordadora”, ídolo de Racing de los años 30, cuyo curioso alias era “por su relación umbilical con la pelota” según crónicas de la época.

La historia de Menotti está plenamente llena de adjetivos cuando se refiere a él en condición de entrenador, pero se pierden un poco en el tiempo sus atributos como jugador. ¿Qué cosas se dicen de él? Que tenía grandes condiciones, extraordinaria pegada y elegancia. Pero todo lo bueno que mostraba en un campo de juego se combinaba con su languidez, que lo exponía a una absoluta ausencia de sacrificio y a un marcado desdén por todo lo que supusieran funciones defensivas.

Hay aspectos de la vida del “Flaco” que resultan insoslayables y que se remontan a su infancia y adolescencia en Rosario.

Hizo el secundario en un colegio nocturno, el Industrial N°4, al que estuvo cerca de abandonar cuando falleció su papá. Dicen que las matemáticas lo aburrían, pero en cambio veía en química una materia muy interesante. ¿Deportes? Todos. Y en todos se destacaba.

Siendo un adolescente (y bastante rebelde) se dedicó al boxeo. En el club de su barrio, Unión Americana, además jugó al básquet y era muy bueno, ayudado por su altura. Allí también aprendió a jugar a las bochas, al billar, y a las cartas.

Antes de dedicarse al fútbol jugando para Atlético San Jerónimo en la Liga Carcañarense (“me pagaban bien. Y eso que sólo jugaba los domingos”, dijo sobre ese período de su vida), trabajó vacunando chanchos contra la brucelosis y hombreó bolsas en un puente del puerto.

Antes de llegar al club “Canalla”, se probó en Racing y en Huracán. Gustó, pero no se quedó porque no se acordó su contrato, y en el segundo le sugirieron irse “porque no había un mango”.

Se hizo jugador de Central aunque le convenía quedarse a jugar en San Jerónimo. Pasó que un profesor del secundario lo invitó a un amistoso entre un equipo de la escuela y otro del “Canalla”. Hizo dos goles. A los pocos días lo volvieron a llamar para un partido, volvió a convertir dos tantos. Fue entonces cuando un diario habló de “¡un delantero cordobés de apellido Fernández que está siendo probado por Central!”, como una forma de esconder su apellido para que no se lo lleve Newell´s. Finalmente firmó con la entidad de Arroyito por una “fortuna” en comparación con lo que venía cobrando. Así pudo mantener mejor la casa en la que vivía con su mamá luego de la muerte de su papá.

Debutó en la Primera de Central en un partido con Boca e hizo un gol. El DT que lo mandó a la cancha, Enrique Lúpiz, fue papá del conocido esgrimista y actor Fernando Lúpiz. Jugó en el club de sus amores durante cuatro años

Además de la camiseta de Central, vistió las de Racing, Boca (logró su primer y único título a nivel clubes como jugador en el país), New York Generals (EE.UU.); Santos y Juventus (Brasil). Además de ser campeón con Boca en 1965, lo logró con Santos en 1968, ¡siendo compañero de Pelé!

La vida privada de Menotti es todo un misterio. Se sabe que se casó y tuvo dos hijos: César Mario y Alejandro. Pero nunca trascendió el nombre de su esposa. Alguna vez le preguntaron quién era ella y qué nombre tenía. Respondió: "no tiene por qué saberse. Además fue una decisión de ella; nunca le interesó que se le conozca; al contrario aborrece todo eso”. Hay versiones de que se habría casado otras veces, pero son sólo eso, versiones.

La historia del fútbol argentino reconoce en David Bracuto, vicepresidente primero de la AFA (intervenida en aquel tiempo) y presidente de Huracán, al hombre que nombró a Menotti como técnico de la Selección en 1974. Lo hizo junto con Paulino Niembro. Sus “rivales” al cargo eran Alfredo Di Stéfano y Carlos Timoteo Griguol.

Decir que hay un antes y un después de Menotti en lo que a la Selección se refiere no es un capricho, sino una acto de justicia. Llegó y puso sus reglas: contrato por cuatro años y, sobre todo, el equipo nacional como prioridad obligatoria para los clubes. Aunque en el medio hubo polémicas, situaciones conflictivas, algunas mezquindades, lo que él promovió marcó un rumbo. Las estadísticas a partir de que él se calzó el buzo de DT son impactantes.

Desde que Menotti llegó a la conducción de la Selección se disputaron 12 Mundiales. Argentina llegó a la final en cinco, accedió a cuartos de final en nueve (si contamos la segunda fase de grupos de España 1982 como equivalente) y se consagró campeón tres veces. Son más títulos que cualquier otra selección, en ese lapso. Y en finales jugadas iguala con Alemania.

Por otro lado, el “Flaco” construyó un fútbol con código federal. Jugadores de clubes del interior que no solían tener participación en la Selección comenzaron a ser citados y a ser conocidos por el gran público. También tuvo especial atención con los juveniles, los que hasta el momento de su llegada a la Selección estaban siendo descuidados.

Las frases “menottistas” son miles. Es seguro que resulta una arbitrariedad elegir algunas de ellas por sobre otras. Pero nos animamos al desafío:

“El fútbol es el único lugar donde me gusta que me engañen. El fútbol son tres cosas: tiempo, espacio y engaño. Pero no hay tiempos, no se buscan los espacios y ya no me engañan nunca; me aburro de una manera que tengo la sensación que eso que llaman fútbol es otra cosa”.

“Esto de ser entrenador es como el tema de los profesores. ¿Qué influencia han tenido los profesores? Depende. Si eran buenos enorme, al 99%. Si eran malos, una mierda. Odié las matemáticas porque durante tres años me amargaron la vida tres profesoras, a cual más idiota... Pero me enamoré de la química porque el profesor llegó el primer día fumando, llenó el pizarrón de fórmulas y nos dijo: ‘esto se lo tendrían que aprender para el martes. Pero es imposible. Esto es para que sepan que la vida es como la química: hay que interpretarla’”.

“Para la Argentina, el fútbol es un hecho cultural, un modo de expresión. Más allá de los razonamientos tácticos, el fútbol debe tener un enorme compromiso en lograr una relación afectiva con la gente, que es la sostenedora de todo esto. Hay dos cosas más importantes que los títulos: el reconocimiento y el respeto”.

“Cuando me internaron la otra vez estuve tres días en el hospital. Era una cosa pequeña, no estaba claro que me la tuviera que quitar siquiera, y yo le dije al médico: ‘usted manda. Yo sé de fútbol, no de pulmones. Luego, me dijo que no fumara, pero que podía hacer vida normal. ¿Vida normal para quién? Mi vida normal no es como su vida normal. El cigarrillo para los adictos es un compañero increíble, un amigo. He de pensar que el amigo se fue, que murió y no está más. Extraño el tabaco en la soledad y cuando escribo, mucho. Agradezco que me echen el humo a la cara, lo busco por las puertas de los restaurantes. Una vez un señor sacó un habano a la puerta del bar y dijo: ‘me voy. ‘No, venga lo más cerca posible’, le dije”.

Lionel Messi es el mejor, forma parte de ese eslabón de los cinco mejores de la historia: (Alfredo) Di Stéfano, Pelé, (Johan) Cruyff, (Diego) Maradona y él. Ese espacio después de Maradona sólo lo ha podido ocupar ‘Leo’”.

“¿Por qué no quedó Maradona en el seleccionado que jugó el Mundial de 1978? Dudé mucho y pudo haber sido un error, pero hice lo que creo que debía hacer. Yo sentía un enamoramiento hacia él, pero era tan joven, tan chiquito, que pensé que era una manera de cuidarlo”.

“Una mañana, cuando me levanté, no quería saber nada de Pelé. Y  cuando me dijeron que había muerto… ahí sí lloré. Y donde estoy sentado ahora, un día me llama mi hijo para decirme que se había muerto Maradona. Me agarró un ataque de odio por todos los que lo rodeaban”.

“Llevo muchos años en el fútbol, cometí muchísimos errores, habré dicho cosas que no correspondían. Pero estoy seguro de que mi mayor patrimonio son los futbolistas que dirigí. Ellos son testigos de que jamás en mi vida negué el juego, de que debíamos jugar mejor que el rival para ganar”.

Fue Menotti el hombre que abrió caminos absolutos en el fútbol en términos de Selección argentina; su influencia llegó incluso a la “Scaloneta”, el plantel que Lionel Scaloni condujo al éxito en Qatar 2022. De alguna manera, fue aquel equipo la más completa reivindicación a sus ideas, a su prédica y a una manera de entender el fútbol como fenómeno popular y cultural.

Fue el que se peleó con mucha gente defendiendo su “doctrina” y sus principios, entre ellos Carlos Salvador Bilardo y Víctor Hugo Morales. Fue el amó, se peleó con Maradona y volvió a reconciliarse, una y otra vez. El que admiró la forma de ver el fútbol de Pep Guardiola. El que hizo grandísimos amigos en numerosos, como Joan Manuel Serrat (le firmó el prólogo de su libro, Fútbol sin trampas), Ángel Cappa, Rinus Michels y Johan Cruyff.

Fue que que quiso renunciar varias veces a la Selección en los tiempos de la dictadura debido al clima social y político, pero que terminó por ser convencido por Alfredo Cantilo, por entonces presidente de la AFA, que le dijo: “César, lo único serio que hay en la AFA es la carpeta que usted preparó para el seleccionado”.

Fue el que hasta el final dividió las aguas sobre cómo debía encararse ese juego popular de pegarle a la pelota con los pies o la cabeza sin perder la compostura. Fue un lírico al que no le fue bien a nivel clubes, incluso por ello hasta fue maltratado en alguna oportunidad.

Fue un personaje que trascendió a su función a la vera de un campo de juego y escribió con trazos fuertes la constitución del fútbol nacional proyectado al mundo.

Gloria eterna para él. Y muchas gracias.

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