DOMINIO. El smartphone deja de ser nuestro producto; nosotros nos hemos convertido en productos suyos.
No soy un pesimista cultural. El teléfono inteligente puede ser una herramienta utilísima. No habría problema si lo usáramos como instrumento. Lo que ocurre es que, en realidad, nos hemos convertido en instrumentos de los smartphones. El smartphone deja de ser nuestro producto; nosotros terminamos siendo productos suyos. Muchas veces sucede que el ser humano acaba convertido en esclavo de su propia creación.
Las redes sociales también podrían haber sido un medio para el amor y la amistad, pero lo que predomina en ellas es el odio, las fake news y la agresión. En lugar de socializarnos, nos aíslan, nos vuelven más agresivos y nos roban la empatía.
Tampoco estoy en contra de la Inteligencia Artificial. Puede ser muy útil si se emplea para fines buenos y humanos. Pero también con la IA existe el enorme riesgo de que el ser humano acabe convertido en esclavo de su propia creación.
La IA puede ser empleada para manejar, controlar y manipular a las personas. Por eso, la tarea acuciante de la política es controlar y regular el desarrollo tecnológico de manera soberana, en lugar de simplemente seguirle el paso.
La tecnología sin control político, la técnica sin ética, puede adoptar una forma monstruosa y esclavizar a las personas.
Últimamente he reflexionado mucho sobre la creciente pérdida de respeto en nuestra sociedad. Hoy en día, cuando alguien tiene una opinión diferente a la nuestra, lo declaramos enemigo.
Ya no es posible un discurso sobre el que se base la democracia.
Alexis de Tocqueville, autor de un famoso libro sobre la democracia estadounidense, ya sabía que la democracia necesita más que meros procedimientos formales, como las elecciones y las instituciones. La democracia se fundamenta en lo que en francés se llama “moeurs”, es decir, la moral y las virtudes de los ciudadanos, como son el civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto.
No hay lazo social más fuerte que el respeto. Sin “moeurs”, la democracia se vacía de contenido y se reduce a mero aparato. Incluso las elecciones degeneran en un ritual vacío cuando faltan esas virtudes. La política se reduce entonces a luchas por el poder. Los parlamentos se convierten en escenarios para la autopromoción de los políticos.
*Fragmento del discurso de agradecimiento del Premio Princesa de Asturias.















